C A P Í T U L O . 39

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Noah

Llega la hora, y mis ánimos están por los suelos, mi voz suena demasiado débil, no tengo una sonrisa en el rostro y mis ojos comienzan a nublarse. Estoy solo, no hay nadie que me consuele, y me diga que las cosas van a estar bien. Los recuerdos comienzan a llegar a mí, cada uno de ellos se va metiendo como una daga en las cicatrices que creí habían comenzado a sanar. La herida vuelve abrirse, comienzo a herirme nuevamente, mis nudillos están sangrando, mi nariz también.

¿Qué pasará conmigo esta noche?

¿Moriré?

La verdad es que no lo sé.

Cierro los ojos con tanta fuerza deseando que el dolor que siento por dentro desaparezca, pero por más que trato nada funciona.

Mi respiración está agitada y puedo sentir como  de poco a poco la asfixia se apodera de mí. Intento levantarme del frío suelo, pero ni eso consigo a hacer.

Las lágrimas bajan por mis mejillas, y de nuevo vuelvo a cerrar mis ojos. Es entonces cuando logro tranquilizarme y el aire llega a mis pulmones, pero las lagrimas permanecen todavía.

En este punto, ya no estoy viviendo mi vida, sólo estoy tratando de sobrevivir en ella.

—¿Sabes? Jamás creí que alguien fuera tan inútil como tú, Noah.— escucho su voz. —Te vi tan valiente, y al final terminaste siendo una basura debilucha.

No puedo moverme, ya ni siquiera siento mi cuerpo. Ya ni siquiera me empeño en moverme, sólo estoy ahí en el suelo sintiendo como el dolor metálico de la sangre se apodera de mi paladar. Toso con algo de debilidad, y casi puedo sentir como empiezo ahogarme.

Se coloca de pie y se pone de cucliyas frente a mí. Saca una navaja de su bolsillo y por un momento siento ganas de llorar.

No quiero irme.

Quiero estar aquí.

Cierro los ojos con debilidad intentado reunir fuerzas, pero no lo consigo. Esta vez la vida me pesa.

—Sería una lástima que tu padre borracho no te ayude.— y fue entonces cuando lo supe. Era mi fin y no había nada que pudiera hacer al respecto. Sentí el filo contra mi estómago y segundos después lo sentí adentro. —Saluda a Charlotte de mi parte, Noah.

Cierro los ojos soportando el dolor, pero era inútil.

El barco se había hundido. La tripulación también se hundió junto con el capitán.

Siempre imaginé cómo sería este momento. ¿Acaso sería igual como solía decirlo las personas? ¿La luz era real?

Al parecer sí.

De pronto todo el dolor pareció desaparecer. Sentía una tranquilidad inmensa y mi cuerpo ya no dolía. Todo el caos de mi mente se detuvo y solo estaba ahí, sintiéndo como mi cuerpo se perdía entre el frío y la paz.

Lo último que logré escuchar fue la voz de mi padre gritando un fuerte "No." Y luego de eso todo pareció desvanecerse por completo.

El aire era más puro, el sol iluminaba con bastante intensidad y el campo en el que me contraba era hermoso. Las flores blancas y amarillas decoraban un enorme terreno. Cerré mis ojos mientras la brisa removía mi ropa blanca y mi cabello.

Me sentía bien y reí por eso.

Reí porque aquí estaba, en medio de las flores con la felicidad que nunca tuve. Y es que, la verdad nunca tuve mucha vida. Tanto era el dolor que ni siquiera me paraba a disfrutar un poco.

—Noaaaaah!!— escuché una voz a lo lejos. En el fondo me sentía sorprendido, hace mucho mis oídos no escuchaban aquella voz. Pero el asombro no era tanto, por alguna razón sabía que aquí estaría.

Volteo con el ceño fruncido por la luz y mi sonrisa se ensancha.

—Creí que nunca llegarías.— dice caminado hasta llegar a mi lado. —Pero aquí estás y estoy orgulloso de ti, Noah. Eres fuerte.

—Lo aprendí de una diva como tú.

Me acercó hacia a él y me abrazó con tanta fuerza, que ni siquiera dolía porque era lo de menos. De nuevo escuché mi nombre, esta vez por dos voces femeninas.

—Ellas también te esperan.

N O A H © | Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora