Días han pasado desde el accidente del joven Ian Overland. Todos en la mansión le han brindado los cuidados necesarios para su mejoría.
Terminar con Toothie le afectó. La amaba. Quería quizás que su relación se formalizara, pero resultó ser una aprovechada y materialista nada que ver con lo que él esperaba. Por su vida habían pasado muchas mujeres, pero no tan especiales como ella.
—Hola, ratoncita —le llamó a su hermana por el sobrenombre cariñoso que le tenía.
—Hola, anciano. ¿Vienes a tomar el té con Raquel?
—Sí. Pero claro, si ella quiere concederme el honor.
Emma cuchicheó con su muñeca Raquel.
—Ella dice que sí, que sería un placer— dijo mostrándole una pequeña silla junto a ella.
Ian tomó su correspondiente silla y se sentó cuidadosamente.
—¿Lo quieres con azúcar, querido?— le dijo con tono refinado sirviéndole un invisible té en una tacita de juguete.
Ian no pudo evitar reírse de la inocencia de su hermana.
—¡Oye! No te rías y responde — ordenó Emma.
—Ok, sí, sí quiero azúcar, su alteza—le respondió aún riéndose.
—Mmm, no es divertido —hizo un puchero que a Ian le causó ternura.
—Te ves tan adorable haciendo pucheros —dijo tocándole las mejillas.
Emma se le acercó y se le lanzó encima tocándole la cara con sus diminutas manos. Hasta que la silla en la que estaba sentado se rompió cayéndose él junto su hermana al suelo. Ella cayéndole encima.
—Ah —se escuchó el gemido de dolor del mayor de los hermanos. Emma inmediatamente se quitó de encima de él.
—¿Te he lastimado, hermanito?— dijo con preocupación.
—De ninguna manera, estoy bien. No te preocupes.
Ian se sostuvo del sofá que estaba cerca y pudo ponerse en pie.
—¿Ves? estoy bien. No hay de qué preocuparse ¿ok? —le sonrió a la chica para tranquilizarla —Aún Raquel nos está esperando — señaló a la muñeca.
—Es cierto. ¿Quieres galletitas?— volvió a ser ella misma.
—Claro que sí. Mi pequeña ratoncita.
Después de jugar por horas con su hermana Ian decidió regresar a su habitación y descansar. En la noche, no logró conciliar el sueño que deseaba, un fuerte dolor en su pierna derecha se lo impedía. Toda la noche permaneció en vela gracias a ese maldito dolor.
Noche tras noche tras noche, ese intenso dolor no le dejaba dormir, era constante. Pero, aquella noche fue la peor de todas.
—¿Joven se encuentra bien?—preguntó un sirviente que por nombre tenía Josef.
No recibió respuesta. Así que tuvo la osadía de entrar a la habitación.
Allí lo encontró semiinconsciente, con sudor bañandole la cara.—Llama a mis padres —fue lo poco que alcanzó a decir el muchacho.
El sirviente atendió a su orden y procedió a llamar a sus padres, los dueños de la mansión. Al encontrarle en ese estado no dudaron en llevarlo inmediatamente al hospital.
En el hospital lo atendieron y le prestaron las respectivas atenciones.
—¿Qué le sucede a mi hijo, doctor Adam? —preguntó Arnold al ya conocido médico.
—Debemos hacerle un análisis de rayos x, con lo cual detectáremos la anomalía que le está causando esos frecuentes dolores.
—¿Frecuentes dolores? ¿Se refiere a que lleva tiempo en ese estado? —esta vez la que preguntó fue la señora Amanda.
—Así es —se limitó a decir el médico.
—¿Cómo pudo ocultar esto nuestro hijo? —esta vez se lo preguntó a su esposo.
—Cualquier información que tenga se las haré saber —dijo el doctor a los padres.
Ambos asintieron y el médico se retiró. Amanda abrazó a su esposo con fuerza y este se lo concedió.
—Nuestro hijo está sufriendo y está sufriendo sólo —dijo la madre.
Minutos transcurrieron hasta que llegaron las primeras noticias del crítico estado de Ian.
—A través de los exámenes realizados al joven Ian hemos detectado algo... irregular.
—Al grano doctor. ¿Qué tiene mi hijo? —exigió Arnold.
—Quiero que se lo tomen con calma, pero lo que encontramos en el hueso de la pierna derecha de su hijo fue... un tumor.
—Eso quiere decir que...
—Su hijo tiene cáncer en los huesos, lo lamento.
—¡¿Qué?! —dijeron al unísono ambos padres.
—¿Qué tan grave es el cáncer? ¿Qué se puede hacer por mi hijo?—quiso saber Amanda entrando en un estado de desespero.
—Tras el tiempo que ha pasado desde el accidente, el tumor ha ganado tamaño afectando sus huesos. Lo único que podemos hacer para que el cáncer no se propague por sus órganos es llegando al extremo de la amputación —concluyó el médico.
***
—¡Pero claro que no dejaré que me corten la pierna! ¡Están locos si creen que lo permitiré! —se exaltó el joven Ian al enterarse de lo que le sucedía.
—Hijo es para salvarte la vida. Entiéndelo —le dijo su madre al entender su reacción.
—¡No, madre! No es tan sencillo como crees ¡Me rechazarán!... Todos. Prefiero morir... Pero completo —desvío la mirada. En este momento no deseaba ver la expresión angustiada de su madre.
—Comprende, Ian. No quiero perderte. Piensa en Emma, amor.
Días después
Ante la constante negativa de Ian por realizarse la amputación, Arnold entró en desesperación, su hijo llevaba días en cama con un tumor creciendo en él.
Mientras iba de camino hacia su casa, en la noche, solo. Se encontró a un hombre en medio de la carretera, el cual le hizo señas para que se detuviera.
—¿Señor, se encuentra bien? —le preguntó desde la ventanilla del carro.
—Se me ha ponchado una llanta.
¿Tiene usted una de repuesto?Arnold detuvo el auto y le ayudó a desvararse.
—Gracias, señor Overland —dijo el desconocido, tras terminar de cambiar la llanta.
—Disculpe. ¿Me conoce? —se extrañó Arnold.
—¿Cómo no conocerlo? Es usted un empresario muy reconocido en Seattle.
—Oh. Ya veo, está bien informado.
—Me enteré del accidente de su hijo mayor. Pobre chico.
—Si, es muy lamentable su situación —suspiró. Detestaba ver a su primogénito, ahí, en esa cama. Meses atrás podía verlo correr, jugar con su hermana, hacer deporte. Pero ahora, son solo recuerdos.
—Aunque su enfermedad tiene cura —balbuceó el hombre.
—¿Cómo ha dicho? —sorprendido preguntó el señor Overland.
—He dicho que podría salvar a su hijo —alardeó el hombre.
Ya mordió el cebo. Pensó.
Arnold enmudeció. Este hombre le parecía de lo más extraño.
—Mi nombre es Aaron Black, soy científico .Estoy trabajando en un nuevo proyecto, le llamo virus rojo, el cual elimina cualquier tipo de cáncer.
Yo podría salvarlo...
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Monstruo
RandomLa ciudad de Seattle no es segura ahora, los ciudadanos evitan a toda costa, salir en las noches.Temiendo encontrarse con el monstruo de ojos dorados. -Nunca podré ser lo que las personas quieren que sea, solo soy lo que ves, un ser que no sabe sent...