Capítulo 12

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Despierto al lado del hombre que amo, en sus brazos, disfrutando de su protección. No tuve pesadillas gracias a él, me reconforta, me anima, me quiere. Aún sigue dormido, es extraño encontrarlo así, tranquilo... Vulnerable. Cuando se quita la máscara de profesional y deja salir ese lado dulce, es hermoso.

Trato de despertarlo, pero está profundo. Creo que si ocurriera un terremoto él no lo sentiría. Este caso lo tiene mal, cansado, estresado, intranquilo. Ese hombre no ha hecho más que arruinar la tranquilidad de esta ciudad.

Continúo observándolo. Recuerdo cuando nos conocimos, yo tenía que hacer un estudio profundo sobre la delincuencia en New York, él fue el policía que interrogué para una entrevista; me cautivó su forma de expresarse y desde ese instante comenzamos a salir. Han pasado casi dos años.

Me levanto de la cama, me dirijo al closet y saco unas prendas cómodas.

Entro al baño, me quito la pijama y dejo que el agua limpie mi cuerpo, doy un respingo al sentir como el agua roza con una de mis heridas, la que se encuentra en el abdomen, que aún no hay curado. En realidad mi cuerpo está lleno de marcas.

Seco mi cabello, lo peino y me dispongo a vestirme con un pantalón de tela suave, una camiseta y como estoy en casa, prefiero estar descalza.

Cuando salgo del baño me sorprendo al no ver a Tadashi en la cama, busco sus cosas con la mirada, pero no están. Lo único que encuentro es una nota.

Lo siento amor, me llamaron del Departamento de policía porque han encontrado pistas del sujeto que estamos buscando. Hoy no podré estar a tu lado, pero te lo recompenzaré después. No quise molestarte así que escribí esto.

Te amo...

Vaya, no pensé que tardaría tanto en el baño.

Bien, como hoy estaré sola, pues... No queda más que trabajar en parte del informe.

Comienzo tomando mi computadora, abro un archivo y preparo el escrito. Relato las fechas en las que empezó ese hombre a delinquir, escribo algunos casos, en donde ninguna de las víctimas sobreviven... Solo yo.

Quiero contar mi caso, pero algo me ata y no lo hago, me enfoco en lo importante. Tengo una salida hoy, he creado una expectativa de qué sucederá. Ir a un evento de talla tan alta requiere profesionalismo.

Pasan las horas, me siento cada vez más nerviosa. Es como un presentimiento de que algo malo va a suceder.

Me veo al espejo, el vestido me sienta bien, resalta mi figura y esconde un par de moretones. Recojo mi cabello en un moño que mi madre me enseñó a hacer cuando era niña. Me apliqué un poco de maquillaje. Los tacones son altos pero los puedo manejar perfectamente.

(Vestido en multimedia)

Salgo del apartamento, pido un taxi y emprendo rumbo hacia el hotel en el que se realizará el evento.

Es hora... Son las ocho de la noche. Veo como las personas aparcan sus lujosos autos, siento un poco de vergüenza por el hecho de venir en taxi.

Respiro profundo.

Empiezo a avanzar hacia la entrada, me piden identificación, se las doy y me ubico en el jardín, es hermoso. Lo han decorado con adornos llamativos y a la vista, costosos. Me ofrece uno de los meseros una copa de champán, pero prefiero no tomar, así que la rechazo.

Han distribuido varias mesas en el centro del jardín. Hasta el momento han llegado casi doscientos invitados.

Repentinamente siento que me han empujado, miro tras de mí. Fue una niña, de ojos marrones, cabello castaño amarrado en una coleta, que trae un lindo vestido turquesa puesto.

—Lo siento —se disculpa —Es que estoy escapando de mi niñera —su voz es dulce, no puedo evitar sonreír.

Estaba apunto de decirle algo cuando una mujer, muy bien vestida, se acercó a nosotras.

—Emma...

—Mami, perdóname, pero no quiero estar aquí —musitó la chiquilla con un mohín bastante tierno.

—Princesa, hazlo por papá. Necesita que estemos a su lado hoy. En un rato volvemos a la mansión ¿sí? —que mujer tan tierna, pude notarlo en la manera que le hablaba a la niña.

—Disculpala, es un poco traviesa para tener ocho años —esta vez se dirigió la mujer a mí. Pude darme cuenta que comparten con la niña algunos razgos físicos, como el color del cabello y él tono de piel.

—No es nada —le dije.

Ella tomó a su hija de la mano.

En ese momento la resolución llegó a mi cabeza al recordar el nombre de la pequeña, además de que es la única niña en este lugar.

—Disculpe —les llamé, giraron y me miraron con detenimiento —¿Es usted Amanda Overland? —me atreví a preguntar.

—Sí.

—Mucho gusto. Mi nombre es Elsa Arendelle, soy periodista del diario Seattle Noticies, quisiera hacerle un par de preguntas —saqué mi celular de la cartera.

—No creo tener el tiempo suficiente para usted —se negó a mi propuesta.

—Mamá, son solo un par de preguntas ¿verdad? —me mira y asiento —Además se lo debo por ser tan imprudente —para ser una niña, es bastante madura, sorprendente.

—Bien. Acepto.

—Primero quisiera saber qué ha llevado a su esposo al éxito —le dije.

—Mi esposo es una persona con prioridades establecidas, entre ellas está el trabajo y por supuesto su familia en primer lugar. Arnold es un hombre... —no pudo terminar porque escuchamos un estruendoso sonido proveniente de la entrada principal del hotel.

Escuché pisadas fuertes a mi espalda, eran unos guardaespaldas que se llevaron a Amanda y a Emma para protegerlas.

Escuché gritos femeninos, y las alarmas en mí se encendieron.
No solo eso escuché, también disparos. Esto no está bien... Nada bien. La gente que allí se encontraba comenzó a correr despavoridos.
Saqué fuerzas de donde pude y me acerqué al lugar de los hechos. Necesito información.

Hombres con trajes negros y rostros cubiertos por una extraña tela, disparaban a diestra y siniestra. Unos guardias del hotel también lo hicieron, pero los vándalos les ganaban en mayoría. No pude soportarlo más y empecé a correr.

Tan distraída iba que no noté que alguien se interponía en mi camino, así que choqué con su duro pecho; es hombre.

Comencé a hiperventilar cuanto me fije en sus vestimentas, él hace parte de los criminales. Retrocedí un par de pasos. Lo acepto... Estoy asustada hasta la mierda.

Ese hombre tenía una mirada penetrante. Sus ojos eran azules, a decir verdad, muy hermosos. Solo eso podía observarle a la perfección. No sostuve más su mirada, y como primera opción opté por correr. No fue tanta mi alegría porque él me alcanzó muy rápido, me sostuvo bruscamente y yo pataleé. Conseguí que colocará un pañulo en mi boca. Un aroma dulzón comenzó a embriagarme. Pero antes escuché que me susurraban en el oído.

—¿Te acuerdas de mí?

***
Fin

































Del capítulo.

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