FINAL (Parte 3)

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Hacía frío en aquel lugar. No escuchaba nada más que mi agitada respiración.

La maldita niebla no me dejaba ver en dónde estaban los demás. Me encontraba rodeado de sombras que me susurraban cosas horribles, me recordaban cuantas personas había asesinado, cuanta sangre había derramado, que mis manos no estaban limpias y que merecía morir.

Mencionaron a mi familia y con eso lograron que me enfadara demasiado.

Caminé en medio de la oscuridad. Tenía miedo, miedo de que las voces regresaran a mi cabeza e hiciesen conmigo lo que les apeteciera. Sin embargo, no podía dejar que Black ganará, nada me haría más feliz que sus sombras lo destruyeran, que se revelaran contra él.

—¡Jack! —escuché el grito de una mujer, y no cualquier mujer.

¡Elsa!

Corrí en medio de la nada buscándola, pero no podía verla entre tanta oscuridad, solo podía distinguir el cielo rojo de aquella pesadilla.

—¿Dónde estás? —murmuro.

—Tras de ti —giro, y abro los ojos como platos al verla atravesando mi cuerpo con una lanza.

Caí a la tierra, de rodillas, con una expresión de intenso dolor, no solo físico sino emocional, Elsa me había traicionado y no había dudado en querer matarme.

—¿P... Por qué? —dije agonizante.

—Jack, es simple. Ley de la vida, solo el más fuerte vive y tú eres débil —se agachó ante mí, acarició mi rostro y profundizó el arma en mi pecho —Ten una buena vida.

Grité de dolor, luego sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca.

Observé su rostro, parecía ser feliz con mi sufrimiento, sonreía y no paraba de acariciar mi rostro mientras que mi alma se escapaba de mi cuerpo.

—Y... Yo te quiero —susurré —pero nos iremos juntos al infierno.

Utilizo mis últimas energías y entierro mi puño en su abdomen, atravesando su piel. Elsa grita de dolor y sangre mancha mi puño.

Retiro mi mano y dejo que las lágrimas resbalen por mi rostro. Ella cayó a mi lado sin vida y con la mirada perdida en el horizonte. Había muerto, yo la había matado como debí haberlo hecho la primera vez que la vi, y ella también lo hizo.

Sujeté su mano fría, miré sus ojos azules y esperé a que mi vida acabara.

Pero eso nunca sucedió.

Parpadeo una par de veces para apartar la bruma oscura de mi pesadilla. Todo fue una maldita ilusión, yo seguía en pie a escazos metros de Elsa y de Aaron.

No sé a ciencia cierta por qué, pero corrí hacia ella y la abracé con todas mis fuerzas.

—Estás viva —susurré —No te asesiné.

—¿Qué? —se separó de mí —Estás demente, aléjate de mí.

—No me importa que estés enojada, porque yo estoy feliz de que ambos sigamos con vida —Sonreí.

Elsa enarcó una de sus cejas y se cruzó de brazos.

—Estás delirando —tocó mi pecho con uno de sus dedos.

—No

—Sí.

—No

—¡Qué sí!

—¡Qué no! —frunzo el ceño.

No me sorprende que estemos discutiendo por algo tan tonto, porque siempre lo hacemos, no podemos estar juntos porque ambos somos unos dementes y juntos seríamos un caos.

MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora