CAPÍTULO 6

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Manhattan, 1923

Los encargados del Hotel Astor, siguieron el protocolo establecido por el FBI. Ninguno de los invitados al evento se había enterado del percance ocurrido, por lo tanto, todos los empleados tenían la obligación de comportarse como si nada estuviera sucediendo, debían continuar con sus actividades, sin llamar la atención, ya que la seguridad de los civiles ahí concentrados, era una prioridad para la agencia.

La ambulancia, ingresó a la zona por el callejón trasero, y Jamie fue trasladado al hospital sin mayor complicación. Candy le acompañó durante el trayecto, y Terry los siguió en su auto. La situación era muy confusa, pero a pesar de eso, el joven actor no dudó en ir detrás de ellos. No quería dejar sola a Candy, justamente en esos momentos, en los que ella más lo necesitaba.

¿Qué era lo que había pasado?

Terry no tenía la menor idea, sin embargo no se atrevió a preguntar nada. Aún allí, en la sala de espera de la clínica, él se abstuvo de cuestionar sobre lo sucedido y también evitó pedirle alguna explicación a Candy, sobre el parentesco que compartían ella y James.

«Su tío...» Pensó el actor, sintiendo una incómoda sensación, alojándose dentro de su pecho. Sentía vergüenza de sí mismo, pues todas las teorías que maquinó sobre Candy y su misteriosa desaparición, estaban desmonronandose. Cada vez se sentía peor... Había sido muy cruel con ella.

Por otro lado, el personal de la clínica, iba y venía sin decir nada sobre el estado de salud de Jamie, aquello le dio mala espina a Candy, pues ver tanta actividad le trajo a su mente, el recuerdo de las innumerables tragedias, que vivió siendo enfermera. Su cuerpo se estremeció, al pensar en su Tía Helen y en sus pequeños primos, en lo mucho que el Tío Jamie los amaba y en lo mal que ellos la pasarían al enterarse de lo que pasó.

—Toma, usa esto —le dijo Terry a Candy, ofreciéndole la chaqueta de su traje—. Hace mucho frío... — «Y tú estás algo descubierta» agregó en pensamientos, admitiendo que aunque le encantaba verla así, era mejor que ella se abrigara.

—Gracias... —Candy había olvidado su chal en alguna parte del hotel, ni siquiera recordaba en qué momento se deshizo de el. Realmente agradeció que Terry le ofreciera su chaqueta, porque estaba muriéndose del frío.

Terry deseaba decirle algo que la reconfortara, cualquier palabra que le animara, pero por alguna extraña razón nada se le venía a la mente, una gran impotencia le había invadido, su pensamiento estaba en blanco... Lo único que se le ocurrió hacer, fue acercarse hacia la chica y rodearla con su brazo, para que de esa forma, ella descansara la cabeza sobre su hombro.

Candy sintió la calidez de aquella muestra de afecto y no dudó en responder a la invitación que Terry le hacía, ella necesitaba estar muy cerca de él y sentirse tranquila, precisaba un poco de paz, para no terminar de derrumbarse.

«Las desgracias, siempre traen un aviso con ellas..» Pensó ella, mientras sentía que la tristeza se apoderaba de su ser «Debí haber estado mucho más atenta...» Se recriminó duramente, al tiempo que sollozaba y se abrazaba al cuerpo de Terry.

—Él estará bien... —murmuró Terry—. No llores más, Candy... —agregó abrazándola más fuerte, dejándole ver lo mucho que le amaba.

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Declan no supo cómo fue que llegó al hospital, condujo el automóvil sin ninguna precaución, lo hizo tan rápido, que hasta él mismo se sorprendió de haber llegado a la clínica en tan poco tiempo.

Venganza el pasado regresóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora