CAPÍTULO 3

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Manhattan, 1923

Terry había despertado sin muchas ganas de asistir a su ensayo.

Tan indispuesto se sentía, que tuvo la tentación de faltar, y presentarse en el teatro hasta la tarde, pero después de meditarlo, aceptó que sería mejor ocupar su mente en algo productivo... Necesitaba con desesperación, olvidarse de las cosas negativas que había vivido la noche anterior, tenía que volver a la concentración que requería para representar a Hamlet.

Abandonó la cama desde muy temprano, tomó un baño y luego se arregló para salir rumbo a su centro de trabajo.

«Estás distraído, Terrence» le dijo Robert Hathaway un par de días atrás, y por eso, el mismo Terry se obligó a ensayar por las mañanas. Era verdad lo que le había dicho su director, él estaba distraído y la distracción era un lujo que no se podía permitir.

—Buenos días, Señor Graham —le saludó el portero de la compañía teatral, dándole la bienvenida al recinto.

—Buenos días...

—El Señor Hathaway lo espera en su oficina —anunció el hombre, intentando sonar lo más amable posible, pues Terry solía molestarse, cuando le daban esa clase de aviso.

—Está bien, ahora voy... ¿Puedes hacer que alguien lleve mis cosas al camerino?

—Claro que sí, señor.

—Gracias.

El joven actor de inmediato se dirigió a la oficina de su jefe, le resultaba extraño que el hombre quisiera hablar con él tan temprano, sin embargo, ocultó perfectamente su desconcierto y caminó a través de los pasillos del teatro, desplazándose con aquella envidiable seguridad que le caracterizaba.

Sonriente, saludó a unos cuántos empleados, pero al dar la vuelta en uno de los corredores, su sonrisa desapareció, pues se encontró frente a frente con la encargada del vestuario, la cual, era la misma chica que lo había estado acompañando al Cotton Club, y a la que prácticamente, había humillado con su grosera forma de proceder.

—Hola... —saludó él y ella hizo lo propio—. Ayer tuvimos un desacuerdo y...

—Eso ya no interesa —lo interrumpió ella, insinuándole que no era el lugar idóneo para discutir ese tema—. Solo olvídalo y dale la vuelta a la página.

—Lo lamento, no debí comportarme así... —reconoció Terry—. Discúlpame, he sido un auténtico tonto.

La joven sonrió, no sabía qué mosca le había picado al actor, pero sí sabía que las disculpas que él le estaba pidiendo, eran completamente sinceras, pues Terrence Graham no era el tipo de hombre que pedía perdón. Ella tenía muy poco tiempo de conocerlo, pero le bastaba con eso, para darse cuenta de que era una persona muy orgullosa, incapaz de dar su brazo a torcer.

—No te preocupes, haremos de cuenta que no pasó nada... —la joven le sonrió nuevamente y luego se despidió de él.

Al ver que ella se marchaba, Terry sintió que era hora de hacer algo y sin siquiera pensarlo, tomó la mano de la chica entre las suyas, y le pidió que no se fuera.

—Podríamos salir otra vez... No sé... Quizás podríamos ir juntos a tomar el almuerzo —propuso el actor, rogando para que la bella joven, aún no hubiese perdido el interés por él.

Ella le observó con suspicacia y después dijo:

—Me he dado cuenta de que nunca me llamas por mi nombre... Sí sabes cuál es ¿Verdad?

—Claro que sí... —Terry sonrió con nerviosismo, la noche anterior en el Cotton Club, se olvidó del nombre de la chica, pero después lo recordó...—. Dios... ¿Por qué no habría de saberlo? —cuestionó él, para después esbozar una sonrisa.

Venganza el pasado regresóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora