CAPÍTULO 20 (Parte 1)

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Las manecillas del reloj, marcaban las cuatro de la madrugada.

Todos dentro del cuartel, dormían en sus espacios privados. No obstante, Declan permanecía despierto, observando la ciudad, a través del ventanal. Él estaba tan intranquilo, que le resultó imposible, conciliar el sueño.

«Tienes que calmarte... Candy se encuentra perfectamente bien... No sirve de nada que, te preocupes de esta forma», eso le recomendó Carl, antes de dejarlo a solas, e irse a descansar.

—Ese maldito se atrevió amenazar a mi hija... ¿Cómo demonios voy a estar tranquilo? —susurró Declan, mientras encendía un cigarro.

Su corazón se aceleraba y el estómago se le contraía, cada vez que, pensaba en lo que Carl les contó... 

Sí, tenía que agradecer que a Candy, no le pasó nada malo, sin embargo, la furia se apoderaba de él, cuando imaginaba el enfrentamiento, entre su hija y aquel bastardo sin honor.

Envió a Candy con los Ardley, precisamente para protegerla, pero al final, eso no había servido de nada, porque de todas formas Lanotte llegó hasta ella y lo hizo sin encontrar ningún obstáculo.

«Debí viajar antes... Yo debí haber venido con Roger...», reflexionó, sintiéndose molesto consigo mismo. No dejaba de pensar que, si él hubiese estado cerca, Candy habría estado a salvo de cualquier eventualidad.

Sus nublados pensamientos, fueron interrumpidos por el sonido de unos pasos que, se desplazaban sobre el piso del corredor. Declan supo exactamente de quién se trataba, porque ese andar era inconfundible... Al instante, agradeció que su querido amigo, fuese quien se estuviera acercando.

—Buenos días, jefe... —le saludó Roger, mostrándose tan entusiasta como siempre.

—Buenos días... —contestó Declan, sonriéndole—. ¿Por qué no estás dormido? —le preguntó, mientras Roger lo veía con atención.

—No puedo dormir... Y dado que usted tampoco puede hacerlo, pues me ha parecido buena idea, acompañarle —él miró discretamente la botella de whiskey irlandés, y se dio cuenta de que, estaba completamente vacía.

—No pienses que me la tomé yo solo —se justificó Declan, de inmediato.

—Sé que se la terminaron entre los tres... Pero, usted ya sabe lo que pienso sobre beber alcohol... Y peor con los tiempos que corren... ¡Dios Santo! Se supone que es ilegal embriagarse —Roger se dirigió hacia la pequeña cocina e hizo una señal, para que Declan lo acompañara—. Venga, le voy a preparar un buen café... No querrá lucir así, cuando se encuentre con la Señorita Candy ¿Verdad?

— ¿Tan mal me veo? —preguntó Declan, siendo consciente de que, no estaba del todo sobrio.

—Se ve fatal... —puntualizó Roger, al tiempo que se disponía a encender la estufa y poner el agua en el fuego.

Declan dejó libre un suspiro, se sentía realmente aliviado de tener a Roger allí, así que aprovechando su compañía, decidió abrir su corazón y hablar sobre el asunto de Candy:

—Si esa niña no fuera tan terca... No hubiese sucedido nada... —señaló, enojado—. ¿Cuántas veces le dije que, ese bastardo sabe cómo llegar a cualquier círculo social?

Roger se sentó frente a su jefe, luego dijo:

—Usted tiene razón, ella se confió y eso fue un grave error... Pero no nos enfoquemos en eso... —mencionó el hombre, con tranquilidad—. Lo importante aquí, es que la señorita enfrentó a Gino y lo hizo, con inteligencia.

—Sí... Pero de todas formas... Candy es mi niña y odio que haya tenido que pasar por ese tipo de situación. Imagínate, a ese sádico, detrás de ella... ¡Jesucristo! ¿Cómo se supone que debo sentirme?

Venganza el pasado regresóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora