Segunda oportunidad

1. El comienzo

Sur de Inglaterra, 806 d. C.

–¡Quemen a los brujos! –gritaron los aldeanos.

Un par de hombres ataron a un par de niños en los postes previamente preparados. Los aldeanos comenzaron a animar al hombre encapuchado para que encendiera la hoguera que terminaría con la vida de los gemelos brujos.

No existía un motivo racional para explicar la naturaleza cruel y demoníaca de los gemelos. Lo cierto era que le sucedían cosas malas a las personas que eran malas con los ellos y la suerte favorecía a los que eran amables con los gemelos.

Todo empezó como un juego inocente entre hermanos. Un día, en el bosque, los niños estaban jugando en el bosque tranquilamente hasta que apareció un pequeño animal. Alec era el mayor, él era un niño, un día sería un hombre y su padre le decía que los hombres son fuertes, no lloran, no tienen sentimientos y nunca tienen miedo. Él quería ser fuerte para cuidar a su hermanita y para que su padre estuviera orgulloso. Pero Alec no era un hombre. Él solo era un niño de seis años que le tenía miedo a las ardillas.

Jane era unos minutos menor que su hermano. Era más fuerte y curiosa que él, a pesar de que su madre le dijera que las niñas debían ser dulces, delicadas y sumisas. Había veces en las que le gustaba que su hermano la cuidara, pero también había veces en que debía cuidar a su hermano. Ese día en el bosque fue una de las veces en que debió ser fuerte para su hermano.

Jugaban tranquilamente. Jane había decidido que ella sería una princesa, con una hermosa corona de flores, Alec sería el príncipe encantador que la rescataría del malvado dragón que la tenía cautiva. A Alec no le gustaba jugar a eso, él prefería correr, pero amaba cumplir los caprichos de su hermanita para verla sonreír luego de que mamá y papá la trataran mal. Alec siempre sería el príncipe encantador, con una rama de árbol como espada, si eso servía para borrar la tristeza y devolverle la alegría a los ojitos azules de su princesa Jane.

Todo iba bien, el príncipe había derrotado al peligroso dragón imaginario y estaba a punto de rescatar a su princesa cuando una ardilla cayó frente a Jane. Inmediatamente, Alec se asusto y Jane se enojo porque el bendito animal había arruinado su parte favorita del juego. Ella sabía perfectamente que su hermano era incapaz de ignorar al animal y seguir jugando si nadie se llevaba al roedor. Desgraciadamente estaban solos, por lo que frustrada, Jane miro con odio a la ardilla y empezó a gritarle.

Para sorpresa de los niños, la pequeña ardilla empezo a chillar y a moverse anormalmente, como si sufriera un ataque epiléptico. Luego de unos instantes, Jane aparto la mirada, un poco asustada, y la ardilla se quedo quieta. Ambos se miraron asustados y Jane tomo la espada de Alec, se acercó a la ardilla y empezó a moverla. Al no recibir ningún tipo de respuesta, ella se dio cuenta de que la ardilla había pasado a mejor vida.

Sin necesidad de palabras, solo con una mirada, ambos acordaron que no le dirían nada a sus padres. Luego de algunos días, Jane mató a otro animal con la mirada y Alec intento imitar a su hermana, descubriendo que él no podía matar animales, simplemente los dejaba dormidos.

Ese fue el comienzo del fin.

A medida que los años pasaban, los gemelos hicieron todo lo posible por ocultar sus poderes especiales. Algunas veces perdían la paciencia y comenzaban a atacar a las personas a su alrededor. Jane era quien se irritaba más fácil y usaba con más frecuencia su poder. Los aldeanos no eran tontos y sabían que algo estaba mal con esos gemelos.

En una fría mañana de diciembre fue cuando sucedió.

Los padres de los gemelos sentían un gran rechazo por Jane. Con gran frecuencia la encerraban en el sótano, dejándola sin comer. Alec siempre tomaba comida y se la daba a su hermana por las noches. Esta vez, la madre descubrió que Alec había encontrado las llaves y había liberado a su hermana. Eso la enfureció e hizo que llamara a su esposo. Este, al saber la situación, se quito el cinturón y comenzó a golpear a Alec por desobedecer a su madre.