Florencia, 810 d. C.
Pasaron cuatro años en donde los gemelos cambiaron radicalmente gracias a las lecciones que recibieron. En solo cuatro años, lograron superar las expectativas de los Vulturis al aprender con gran facilidad italiano, latín, griego y fránces. Aprendieron mucho sobre etiqueta, baile, arte, filosofía e historia. Solo cuatro años de enseñanzas intensivas fueron necesarios para que se convirtieran en jovenes dignos de pertenecer a la nobleza florentina.
Alec se había convertido en un joven muy apuesto. Su piel pálida, su cabello castaño, sus ojos azules, su acento británico, sus modales refinados y su conversación poética era algo que hacía suspirar a todas las doncellas. A diferencia de todos los jovenes, Alec era sumamente delicado y atento con ellas ya que sabía lo que les gustaba oir. A sus dieciséis años, Alec era un rival muy poderoso para los demás caballeros que intentaban atraer la atención de las jovencitas. La nobleza sabía que era imposible que un muchacho fuera dueño de una poderosa fortuna, sin embargo, cuando descubrieron que era hijo de Aro Vulturi y que heredaría una fortuna aún mayor a la que ya poseía, varias damas buscaban la forma de que el joven se interesara en sus hijas para desposarla y asegurarle un buen futuro.
Por otra parte, Jane se había convertido en una de las señoritas más hermosas de Florencia. Su largo cabello dorado, sus ojos azules, sus labios rosa, su pálida piel, sus curvas femeninas y sus vestidos elegantes, la hacían ver como una muñeca de porcelana sumamente fina y delicada. Las doncellas la envidiaban y los caballeros la veían con admiración, deseando desposarla. Ella los observaba con apatía y aceptaba sus elogios, sin embargo, su corazón pertenecía a Caius. Todos la conocían como La rosa inglesa, ya que aún no perdía su acento y al igual que las rosas, ella era hermosa, delicada y capaz de pronunciar palabras más hirientes que las espinas.
Ambos eran sumamente educados y asistían a cada baile al que eran invitados, aunque tenían prohibido realizar uno. Tenían tutores que los cuidaban y mantenían una vida normal. Lo unico llamativo en ellos era su ausencia y desinterés por los servicios religiosos. Era muy extraño ver que Jane era la única jovencita que no usaba un collar con una cruz, un detalle que causaba cierto recelo en las madres de los muchachos que admiraban en la joven.
Algo que inquietaba a Alec en secreto, era que los Maestros, la forma en que los Vulturis exigían ser llamados, aún no les habían hablado sobre su verdadera naturaleza. A pesar de que él y su hermana cumplían con todas las ordenes recibidas, ellos aún no habían cumplido su promesa. Internamente, Alec sentía miedo cada vez que veía a su hermana e imaginaba lo que los Maestros podrían hacerle. Por su parte, Jane cada vez estaba más enfocada en dar lo mejor de si para agradar a los Maestros. A ella ya no le inquietaba saber porque ellos tenían ojos rojos, lo único que le preocupaba era ser buena y cumplir con los deseos de los Maestros.
Mientras que Alec se estaba convirtiendo en un hombre racional, tranquilo y bueno, Jane se estaba convirtiendo en una mujer impulsiva, fría y vanidosa. A pesar de dichas diferencias, ambos seguían unidos y compartían la misma complicidad que tenían desde niños. Para Alec, Jane siempre iba a ser la mujer más importante de su vida. Por más enamorado que pudiera estar, él siempre elegiría a su hermanita y la seguiría cuidando aunque ella fingiera ser fuerte e independiente. En cuanto a Jane, por más insensible que fuera con todo aquel que se atreviera a hablarle, seguía siendo una dulce y romántica niña en compañía de su hermano. Él era el único que la entendía, el único que toleraba sus rabietas y sin la compañía de su hermano, la vida de Jane no tenía sentido.
Los Vulturis estaban ansiosos por convertir a los gemelos. Aro y Caius creían que era innecesario seguir esperando ya que los gemelos habían madurado mucho y estaban listos para saber la verdad. Marcus era más prudente y creía que había que respetar el plazo acordado y dejar que cumplieran 21 años antes de convertirlos.
A pesar de que Alec era un buen muchacho, Aro y Caius estaban más interesados en Jane. A fin de cuentas, ella había manifestado su don primero y se podía apreciar que era mucho más cruel que el de su hermano mayor. El verdadero motivo por el cual Aro y Caius querían convertir a los gemelos, era para no perder a Jane. No estaban ciegos y podían ver como la joven era cada día más hermosa. Varias veces recibían cartas de hombres de diferente edad, completamente encandilados por la belleza de la joven y que deseaban comprometerse con ella. Al ver las cartas, poemas y flores que recibían, los Vulturis temían que Jane pudiera enamorarse y expresar su deseo de casarse con alguien para formar una familia. Quizas ese miedo era lo que los impulsaba a pedir que se hiciera más énfasis en la educación de Jane, provocando que de esa manera ella pudiera sentirse libre y capaz de vivir sin la protección de un hombre.
Faltaban dos semanas para Navidad y Jane miraba por la ventana viendo como su hermano volvía corriendo a casa. Con cuidado, se puso de pie, acomodando su vestido y esperando a su hermano. Unos minutos después, este apareció con las mejillas y nariz rojas por el frío y muchos copos de nieve en su capa. Rápidamente se la quito y se acercó al fuego, dandole el paquete a su hermana. Ella lo abrió y sonrió al descubrir que Alec había podido traer los dulces que fue a buscar.
–No fue fácil pero lo conseguí.
Los tutores de los gemelos, siguiendo ordenes estrictas de los Vulturis, solo permitían que los gemelos comieran cosas dulces en ocasiones especiales. Sin embargo, ellos eran lo suficientemente traviesos para desobedecer a sus tutores.
–Están deliciosos –Jane tomó uno y se lo dio a su hermano.
–Lo se. Es bueno que Catalina me quiera para que me de dulces.
–Es cierto, pero Catalina no es una dama. Somos nobles y debemos relacionarnos con los nobles.
–Tonterías, además nosotros no somos nobles de nacimiento.
—Pero ahora lo somos y debemos actuar de acuerdo a... ¿Me estás prestando atención? –ella se cruzo de brazos mientras su hermano contemplaba el fuego.
–Mi querida hermana, mirar el fuego es más interesante que oírte hablar sobre la nobleza.
–Deberías pensar en tu futuro.
–¿Lo dice alguien que rechaza a sus pretendientes? –alzó una ceja divertido y Jane comenzó a reír.
–Es que todos son unos niños tontos.
–Ajá –iba a agregar algo pero empezo a toser. Jane se preocupó y fue a su lado.
–¿Estás bien?
–Si.
–¿Seguro?
–Sí mamá –Alec sonrió y pasó una mano por el cabello de su hermana, despeinandola.
–¡Alec! –el volvió a reír y se ahogó con su propia tos–. No me gusta que vuelvas a toser, ¿realmente te sientes bien? ¿Quieres que te traiga algo?
–Estoy bien, seguramente el frío me hizo mal.
—Te traeré un té –ella frunció su ceño y lo miro seriamente–. Acuestate.
–Si mamá.
Jane lo abrazó con cuidado y se fue a buscar un poco de té para su hermano. A pesar de que a veces estaba molesta con él, ella lo amaba y era incapaz de concebir una vida donde él no estuviera. Alec decidió obedecer a su hermana ya que se sentía un poco cansado, lógicamente, no lo admitiría. Cuando Jane volvió, le dio el té a Alec y se quedó a su lado, cuidandolo. Las horas pasaron y los gemelos hablaron de todo y nada hasta que llegó la hora de dormir.
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Segunda oportunidad
Fiksi PenggemarAlec y Jane Vulturi son conocidos por ser los vampiros más jóvenes, crueles, sádicos y fríos del mundo. Fueron convertidos a la tierna y conflictiva edad de 13 años, un momento vital en donde ocurren cambios físicos y psíquicos, los deseos y necesid...