31. Renesmee

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Era fascinante, el mundo brillaba de una manera diferente y fascinante desde que Renesmee despertó siendo vampira.

Vampira.

Aún no podía creerlo.

Su vida siempre fue un poco monótona. Su madre siempre la llevaba a fiestas con la esperanza de que algún chico se fijara en ella, algo que no había sucedido. Su padre era abogado, pero casi no lo conocía. El señor Masen era un hombre muy ocupado que solo tenía tiempo para su mujer. Aunque no lo dijera, ella sabía que él hubiera sido feliz con un hijo varón.

Habían enfermado. La gripe española los estaba matando y ella estaba segura de que iba a morir. Apenas recordaba el hospital, apenas recordaba a sus padres, lo único que podía recordar era la fiebre y los delirios. Creyó que iba a morir cuando empezó a sentir fuego entre sus venas, un fuego que era peor que la fiebre.

No sabía que la muerte podía ser tan dolorosa, creyó que sería más placentera. Durante un tiempo indeterminado sintió que ardía en el infierno. Lo más extraño es que una voz suave le pedía perdón, como sí fuera el culpable. En ese momento no lo entendia, pero luego si lo entendería. Gradualmente el dolor se fue hasta que llegó un punto en que dejó de sentirlo. Creyó que estaba muerta y tenía miedo de abrir los ojos.

Al hacerlo, vio el mundo como era. Todo era brillante, podía ver las motas de polvo, los pequeños insectos en las paredes. Podía escuchar cosas que no creyó posible escuchar, como el susurro del viento tocando las hojas de los árboles, el tic tac de varios relojes a su alrededor, el murmullo de un vestido al moverde por la respiración. Podía oler la tinta y la humedad de los libros, las flores en el exterior, la tierra, el olor del hospital. Estaba tan maravillada y concentrada en el mar de sensaciones que no habia reparado en los tres pares de ojos dorados que la observaban con cautela.

Tuvo miedo. Ellos parecían estar en alerta, como sí vieran algo peligroso y estuvieran listos para atacar. Demoró unos segundos en darse cuenta de que ellos le tenían miedo. ¿Por qué me tienen miedo? Yo no soy mala. Bajó la mirada hacia sus manos y abrió los ojos sorprendida dado que su piel era pálida. Siempre tuvo una piel pálida, pero ahora era mucho más pálida, como la de ellos.

Eran tres. Un hombre rubio, un hombre joven y castaño y una mujer joven y rubia. El hombre rubio era el más amable de los tres. Él le explicó que eran vampiros, que la había convertido en una por petición de su madre. Su nombre era Carlisle Cullen, era doctor y el jefe de la familia. Carlisle no paraba de disculparse, aunque ella no estaba enojada, al contrario, estaba tranquila. Tal vez ser vampira no era lo mejor del mundo, pero ellos parecían ser buenos.

Lo malo de ser vampira era la sed y los ojos rojos. Ellos le explicaron que era neófita y por eso sus ojos eran rojos, sí bebía sangre animal sus ojos serían dorados. No le agradaba la idea de matar animales para vivir, pero la prefería ya que la otra opción eran los humanos. Le había costado controlar la sed y alimentarse requería de habilidad e instinto, algo que aún no dominaba. Por lo general, cuando iban a cazar, terminaba con el vestido rasgado dado que los animales eran un poco salvajes. La chica rubia, Jane, siempre la cubría con una capa, algo que agradecía internamente.

Todos eran diferentes a pesar de que era obvio que se querían. Carlisle era bondadoso, sus modales eran delicados y tenía un acento británico que por momentos era imposible de ocultar. Había nacido en Londres y había estudiado medicina en diversas universidades europeas, viajó a Estados Unidos y empezó a ejercer como doctor en diferentes estados y pueblos del país. Siempre era amable en todo lo que hacía, tenía una gran disposición para ayudarla en todo lo que necesitara. La relación de Renesmee con su padre no era muy buena, pero con Carlisle si era buena. Él era el padre que siempre había querido, él era el padre que nunca tuvo. En vez de miedo, Carlisle le daba mucha seguridad y protección.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora