58. Volterra

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Antes de abandonar Boston, Jane tomó la precaución de alimentarse. Debía pasar muchas horas en un avión y lo último que deseaba era sentir algún tipo de molestia.

Durante un breve instante, ella consideró la posibilidad de volver a casa. Salir de la mansión y tomar un taxi para dirigirse sola al aeropuerto fue lo más difícil que hizo. Se sentía perdida sin Alec, toda la vida habían estado juntos, no obstante, sabía que estaba tomando la decisión correcta al irse a Volterra.


El Palazzo dei Priori se alzó ante ella con su habitual majestuosidad y elegancia. Habían pasado más de dos siglos desde que ella se fue, pero ahora estaba de regreso, lista para defender a sus creadores y matar a todo aquel que intentara cuestionar el liderazgo de los Vulturi.

Contempló su antigua morada con cierta nostalgia y admiración. Finalmente, Jane se cubrió con la capa Vulruri y comenzó a caminar hacia la entrada secreta que utilizan los vampiros para impedir la mirada de los humanos. Sorprendida, ella descubrió que la entrada era custodiada por la presencia de un par de vampiros. ¿Qué hizo que Aro tomara esa medida de precaución? Los humanos jamás se pasean por esos lados, aunque ella estaba allí a causa de una guerra vampírica. Si, tal vez por eso había guardias cuidando la entrada habitual al palacio.

—¿Quién anda ahí? —preguntó uno de ellos.

Jane lo observó en silencio, tratando de adivinar quién era, aunque sin obtener resultados favorables. Lo cierto es que Jane jamás había sido buena recordando rostros y nombres de guardias de un rango inferior a ella. Lentamente, se quitó la capucha para que ellos vieran su rostro.

–Jane Vulturi –respondió con apatía–. Fui la jefa de la guardia hace dos siglos.

Con una mezcla de asombro y terror, los gurdias se separaron y le dedicaron una reverencia, visiblemente preocupados por haberla tratado como a un vampiro común y corriente.

–Por favor, perdone si la hemos ofendido. Es que no la hemos reconocido –se disculpó el más alto de ellos.

–Realmente estamos avergonzados por la manera en que la hemos recibido –añadió el otro hombre.

Jane los ignoró y pasó en medio de ellos ya que dejaron un espacio entre ellos. Su ego se elevó al ver que su nombre seguía inspirando respeto y miedo. Podrían haber pasado dos siglos, pero al parecer su nombre había dejado una huella imborrable en la historia vampírica.

En silencio, siguió el camino que conocía de memoria hacia la sala de tronos, en donde los maestros estarían reunidos. Los pasillos se encontraban en silencio, más iluminados de lo que recordaba. Lo cierto es que eso no sería extraño. Se supone que Heidi trae humanos al palacio con la excusa de mostrarle las entrañas y los increíbles tesoros que esconde el Palazzo dei Priori. Hace dos siglos la iluminación era a vela, ahora hay electricidad. Habría sido divertido ver cómo todos se comportaban mientras los humanos realizaban las instalaciones eléctricas para actualizar el palacio y adaptarse en el tiempo.

Una humana de tez morena, cabello negro y ojos verdes, estaba sentada en un escritorio de roble, en lo que parecía una recepción. Ella intentó hablar, pero Jane la fulminó con la mirada, pues no estaba dispuesta a perder tiempo hablándole a una simple humana. Si su memoria no fallaba, el lugar estaba desierto, nunca habían necesitado una recepción delante de la sala de tronos. Definitivamente muchas cosas habían cambiado durante su ausencia. ¿Qué más habría cambiado?

Sin pedir permiso, se acercó a la sala de tronos, sorprendiendo a la recepcionista, empujó las pesadas puertas e ingresó al lugar.

Estaba tal y como lo recordaba. Al menos una parte de su amado castillo no había cambiado tanto. El lugar estaba desierto, los tres tronos estaban en su lugar habitual, aunque no todos estaban ocupados: el trono de Marcus estaba vacío.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora