61. Amalia

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Para Jane, la guardia de Volterra no es el mejor lugar del mundo, pero desde la llegada de la niña se había vuelto insoportable. Los guardias murmuraban a cada instante sobre la naturaleza enigmática de la cría, pues a pesar de ser humana, también tiene cosas propias de los vampiros, como el deseo de sangre.

A pesar de la gran cantidad de rumores, nadie entendía por qué Demetri la había llevado a un lugar lleno de vampiros. ¿Desde cuando los Vulturi son niñeras?

Un suspiro brotó de los labios de la vampira. Estaba cansada de tantos rumores y su curiosidad era cada vez más fuerte, por lo que decidió tomar cartas en el asunto y buscar a la niña. Aro y Caius estaban demasiado tranquilos, por lo que ella se encargaría de buscar respuestas para acallar todos los rumores.

Jane nunca fue una gran rastreadora. Cuando vivía con los Cullen, necesitaba ver a un animal para poder cazarlo, debido su incapacidad para olerlo a la distancia. Si quería encontrar a la niña, solo debía llamar a Benjamín o a Demetri, alguno podría indicarle el paradero de ella, sin embargo, no deseaba hacerlo. Desde lo más profundo de su ser y de forma inexplicable, quizo comenzar a hacer cosas por su cuenta, sin requerir la ayuda de nadie. A fin de cuentas, ¿qué tan difícil puede ser rastrear a una niña humana en un lugar lleno de vampiros?

Cerró sus ojos durante un instante y se concentró en todos los sonidos que la rodeaban.

Ahí, justo ahí, debajo de todo el zumbido de conversaciones ajenas, se encontraba el débil pero firme latido de un corazón. Dicho corazón iba más rápido de lo normal, pese a que su portadora se moviera lentamente. El aroma dulce de la sangre llegó a su nariz, un rastro fuerte e inconfundible. Segura de qué dirección tomar, Jane de dirigió a la biblioteca.

Abrió la puerta lentamente, sorprendida de ver a la niña merodeando por el lugar, ojeando y acariciando los labios con sumo cuidado, tratandolos con toda la delicadeza y el respeto que se merecen. Jane fue incapaz de entender cómo es que una niña pequeña podía manifestar un respeto tan profundo por un montón de hojas envueltas en un suave cartón. Negando con la cabeza, la rubia ingresó al que durante siglos fue su recinto sagrado, asegurándose de realizar ruido con sus tacones para que ella percibiera su presencia.

–No encontrarás nada infantil –anunció Jane con un tono que pese a ser fuerte no pretendía ser brusco.

–Lo sé, pero no es lo que busco —contestó ella.

A Jane no le paso desapercibido el tono agudo de su voz infantil, así como la indiferencia y la negativa a observar a la persona que esta hablándole.

–Entonces, ¿qué buscas? —sin pensarlo, se acercó lentamente a ella.

–Algo que me interese –fue la respuesta sencilla de la niña.

Jane la miró fijamente cuando tomó un libro de Dickens, dirigiéndose a un sillón para leerlo. La rubia recordó a su hermano hablar con fervor de dicho libro, aunque a ella le desagradó la temática. Observó a su alrededor y trató de recordar algún libro más ligero que la narrativa rebuscada de Dickens.

–No lo intentes, no hay nada ligero aquí.

Los ojos de Jane se abrieron por la sorpresa durante un instante, sorprendida de que ella pudiera contestar algo que estaba pensando. Jane es una vampira y tiene un don, no es muy difícil entender lo que estaba pasando.

–Puedes leer la mente de los demás –no era una pregunta, era una afirmación que la niña respondió con encogimiento de hombros.

–Algo así —los ojos verdes de la pequeña la observaron con cierto recelo–. Puedo leer la mente, pero también puedo hacer otras cosas. Papá dice que soy una roba dondes porque puedo copiar los dondes de otros –un cambio sutil se produjo en ella, ya que observó a la vampira con miedo–. Tu don es malo y hace daño.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora