26. Nuevo Mundo, nueva vida

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Por primera vez durante sus existencias, Jane y Alec debieron ejercitar su autocontrol. La travesía en barco resultó ser una gran prueba para los gemelos debido a que no estaban acostumbrados a pasar tanto tiempo con los humanos. Para Carlisle no fue tan grave, él ya estaba acostumbrado a pasar horas con los humanos gracias al tiempo invertido en la universidad.

Durante semanas, los gemelos se vieron obligados a interactuar con humanos para que nadie notara que eran diferentes. El ansia de sangre cada vez era mayor, sin embargo, Carlisle les daba discursos motivadores para que pudieran resistir la tentación de beber sangre humana. Cada día que pasaba, ellos debían hacer grandes esfuerzos para no lanzarse a los cuellos de los demás pasajeros y beber el dulce néctar que circulaba por sus venas.

El barco había zarpado en Italia, realizando dos paradas a lo largo del Mediterráneo, una en Francia y otra en España. En cada ocasión, Carlisle los llevaba de cacería y los tres bebían la mayor cantidad de sangre animal, bebían en exceso para evitar las tentaciones. Los tres sabían que les esperaba un largo camino luego del estrecho de Gibraltar, no había ni una sola isla en la que pudieran detenerse para pisar tierra firme y alimentarse. Luego de Gibraltar, debían ser fuertes, resistir la tentación de beber y esperar hasta desembarcar en Nueva York.

Para Jane, la nueva dieta estaba siendo una tortura. La sangre animal era horrible, su aroma no era atractico, su consistencia era más líquida que la humana y apenas podía saciar su sed. Según Carlisle, la sangre de los animales carnívoros era más atractiva, algo completamente falso ya que Carlisle no conocía el sabor de la sangre humana. No importaba si era carnívoro o herbívoro, la sangre animal era un asco. Si no fuera por los ojos, Jane seguiría bebiendo sangre humana y les haría creer que bebía sangre animal. Por desgracia, eso no era posible ya que sus ojos debían volverse dorados a medida que ella pudiera acostumbrarse a los animales. Por momentos se sentía como una humana que estaba acostumbrada a beber vino y de la nada debe sobrevivir bebiendo agua. La sed aumentaba al mismo ritmo que su paciencia disminuía.

Alec intentaba animarla a pesar de no tener éxito. Para él la travesía también era difícil, no obstante, estaba completamente decidido a nunca más beber sangre humana. Era difícil acostumbrarse al sabor insípido de los animales, pero si Carlisle podía hacerlo, él también.

Carlisle se sentía feliz de poder realizar el viaje con compañeros. Cuando tomó la decisión, él asumió que debería partir solo, sin embargo, que Alec lo buscara para aprender sobre su dieta, lo lleno de una gran satisfacción. Por momentos él creía que realmente estaba loco al ver nadie tomaba sus palabras en serio, pero Alec le dio la fuerza suficiente para seguir creyendo en su dieta. Sabía que era difícil, pero estaba seguro de que los gemelos se adaptarían fácilmente a su estilo de vida.

En una cálida mañana, el barco llegó a Nueva York. El cielo estaba completamente despejado, por lo que los tres vampiros del barco debieron cubrirse con grandes capas negras para evitar que los rayos del sol impactaran en sus pieles. Recogieron sus maletas y bajaron del barco en silencio.

Las calles eran de tierra, las construcciones que se veían eran de madera de muy mala calidad. La gran mayoría de las personas eran hombres con diversos rasgos, algunos parecían ingleses, otros parecían holandeses. Los gemelos observaron con curiosidad a los humanos, quienes parecían más primitivos que los europeos a pesar de ser hijos de ellos. Algo que llamó su atención, fue la poca cantidad de niños y mujeres que había en las calles. Carlisle dejó a los gemelos un momento mientras le preguntaba a los lugareños donde podrían pasar la noche, en cuanto obtuvo una dirección, fue a buscar a los gemelos.

Caminaron a un ritmo humano por las diversas calles, descubriendo la existencia de algunas mujeres que pretendían imitar la moda inglesa con sus vestidos. Jane mordía su labio constante para tratar de reprimir el deseo de matar a los humanos que lo rodeaban. Ella miraba todo a su alrededor, sintiendo asco y lamentándose por haber acompañado a su hermano. Florencia, Roma, Milán, Génova, París y Londres eran ciudades plenamente formadas, no como el lugar al que acaban de llegar. Alec también observaba con un poco de desilusión sus alrededores, dado que lo único que se veía era una iglesia, casas y algunos mercados, nada interesante con lo que entretenerse.

Llegaron a una casa que parecía estable, era de madera como el resto, el techo era rojo y había un cartel que decía "Posada". Los gemelos intercambiaron una mirada de confusión al ver que Carlisle entraba tranquilamente al interior del lugar. Alec se encogió de hombros antes de seguirlo, con resignación y mal humor, Jane imitó a su hermano. El interior era levemente más alentador que el exterior ya que tenía algunas plantas y cuadros en las paredes. Carlisle le pidió a los gemelos que lo siguieran y los tres subieron unas escaleras para llegar hasta dos habitaciones.

–Estamos de suerte porque no hay muchas personas. Debemos fingir ser humanos así que Alec y yo compartiremos una habitación mientras que tú te quedas en otra –anunció Carlisle mientras señalaba las habitaciones.

–Compartiré una habitación con Alec, es mi hermano –Jane se cruzó de brazos mientras miraba indignada a Carlisle–. No solo debemos quedarnos en este lugar horrendo, sino que debo quedarme sola.

–Será algo temporal, lo importante es que consiga un empleo como doctor y que ustedes tengan ojos dorados. Le dije a la dueña del lugar que ustedes son mis hermanos menores, así que a partir de ahora son Alec y Jane Cullen.

–Me niego a cambiar mi nombre.

–Jane, el nombre es lo que menos importa –le dijo Alec a su hermana, quien rodó los ojos indignada.

–Les prometo que dentro de poco tiempo nos iremos de aquí, sean pacientes.

Todos se instalaron en sus lugares asignados y fueron a alimentarse una vez que terminaron de desempacar. Carlisle no tuvo tanta suerte como esperaba debido a que no había ningún hospital en la ciudad. Apenas encontró un pequeño consultorio en donde vivía el único doctor de la ciudad. A pesar de intentarlo, el hombre se negó a aceptar un ayudante, alegando que no lo necesitaba.

Decepcionado, volvió a la pensión y pensó que hacer. Sin darse por vencido y despues de muchas protestas por parte de Jane, vendió algunas de las joyas de la chica para poder comprar una casa y abrir su propio consultorio. Al principio nadie acudía a él, pero lentamente, las personas empezaron a buscarlo para contratar sus servicios y convertirlo en el gran médico de la ciudad.

Pese a las protestas iniciales, Jane y Alec se adaptaron a la dieta de Carlisle, obteniendo sus ojos dorados luego de cinco meses. En cierto modo, Jane sentía que habían retrocedido en el tiempo, precisamente a la época en la que eran humanos y vivían en Florencia. Pasaban gran parte del día leyendo o escribiendo, hablando con Carlisle cuando él dejaba de trabajar o cazando. La vida en Nueva York era demasiado monótona y aburrida comparado con Florencia, en donde había teatros y podían asistir a las óperas.

Los gemelos, acostumbrados a una existencia de reclusión sedentaria, se sorprendieron cuando Carlisle les dijo, varios años después, que debían empacar todo para mudarse a otra ciudad. A lo largo del tiempo, ese sería su modus operandi, instalarse en una ciudad, presentarse como los hermanos menores de Carlisle, verlo trabajar como médico y quedarse en casa dedicándose al ocio mientras su fortuna aumentaba gracias a la ausencia de gastos por comida. Junto a Carlisle, serían semi nómades, interactuando lo mínimo posible con humanos y marchándose antes de que se dieran cuenta de que no estaban envejeciendo.

Desde las sombras, pudieron apreciar como los humanos progresaban lentamente, construyendo viviendas más sólidas e incorporando algunas formas de entretenimiento. Cada vez comenzaron a desplazarse más hacia el oeste, buscando climas nublados que les permitieran salir de día sin llamar la atención. Conocieron nuevos lugares y poco a poco comenzaron a ser una familia, ya que los gemelos comenzaron a ver a Carlisle como un padre, a pesar de que ellos habían vivido por más siglos.

De vez en cuando Jane cometía un desliz y accidentalmente bebía sangre humana. Jamás lo admitiría, pero la dieta de sangre animal le estaba gustando y cada vez que cedía a la tentación, se avergonzaba de que sus ojos volvieran a ser rojos.

Cada uno fue adaptandose a la nueva vida en América, fortaleciendose y aprendiendo cosas nuevas.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora