ENIGMA MEDICO

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Enigma médico

A los 21 años finalmente entendí que estaba enferma. Después de estar desde los 4 años de hospital en hospital, sigo siendo un enigma médico para las decenas de profesionales que me han visto. Había buenos y malos médicos, no importaba como fueran, yo los odiaba a todos y a cada uno de ellos, menos a mi tía y a ahora a mi cardióloga, Marcela. Los odiaba, habían pasado 17 años de haberme catalogado como una niña enferma y aún no sabían qué tenía. Y así es mi vida. A los 10 años tomaba Sildenafil 75 mg, tres veces al día. Sí, sildenafil, la pastillita azul que utilizan los hombres para provocarse una erección, yo lo tomaba para dilatar mis vasos sanguíneos. También tomaba Iloprost. A ese medicamento lo llamaron el «milagro», pues fui la primera niña en tomarlo debido a que solo se usaba en personas mayores. Como era y sigo siendo un enigma, experimentaron conmigo esta medicación en forma de nebulizaciones 9 veces al día, eso era lo peor de todo. Tuve que dejar el colegio. Al ser sanjuanina debí trasladarme durante meses al Hospital Garrahan –ubicado en Buenos Aires– donde pasé semanas internada. Si no eran estudios, eran nuevos medicamentos, análisis, biopsias, cirugías –8 en total– hasta que lograron cerrarme el shunt porto-cava y que causaba mi hipertensión pulmonar secundaria. Para el año 2008 era la única sobreviviente de mi enfermedad. Mi caso salió en todo tipo de revistas médicas, se hicieron

Agustina Pringles Pardini | Mía y yo

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conferencias en distintos países sobre lo que me pasaba. Los otros dos niños que tenían lo mismo que yo –recuerdo que eran un inglés y una norteamericana–, ambos murieron: uno durante la cirugía, y la otra no toleró el tratamiento. El día que me operaron –28 de agosto de 2008, día de San Agustín–, enviaron médicos de Francia para instruir la cirugía que fue realizada por José y Luis –médicos argentinos–. Mi viejo estaba convencido de que moriría. Pero no, sobreviví... Cuando salí del quirófano, luego de 9 horas de cirugía, fui trasladada a cuidados intensivos donde estuve 24 horas. Recuerdo no sentir el cuerpo. Tenía los ojos pegados con cinta, la muñeca izquierda atada a la camilla con vendas. No podía hablar porque tenía puesto el respirador. Sentí que habían pasado mil años y luego oí la voz de mi mamá en mi oído diciendo: «Hija, hija, estás bien. Te curaron el shunt». Mamá estaba equivocada. No estaba curada, 11 años después apareció un shunt nuevo, pero esta vez yo estaba más alerta, más consciente, sabiendo más de lo que me pasaba. Tenía 21 años. Aquí empieza mi historia, la de mi enfermedad, de mis caídas, de mis amores y desamores, de mi intento de suicidio, de mi familia. En fin, mi vida. Me llamo Agustina, tengo 21 años y medio y soy un enigma médico desde los 4. Soy la mayor de tres hermanas, cuidada, consentida y caprichosa como si fuese hija única, repetí dos veces en el primario, 2° grado y nunca supe por qué. Luego repetí 5° grado y ahí supimos que mi cerebro estaba recibiendo sangre sucia. Mi hígado no estaba funcionando nada bien, tenía también tumores. Busquen hipertensión pulmonar secundaria a shunt porto-cava, no soy médica, así que no puedo explicarlo, para eso está internet. Luego de que la parca me mirara varias veces la cara, la vencí.

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Pero para eso hubo muchos sacrificios: dejar el colegio, no poder jugar como una niña normal ya que me cansaba muy rápido. Era un esqueleto, una rata, media un metro veinte y con suerte llegaba a los 30 kilos, tenía los ojos grandes y ojeras violetas como solía decirme mamá. Mis hermanas –que son menores a mí– eran más grandes físicamente que yo. A los 11 años me diagnosticaron una Necrosis idiopática de cadera izquierda. No tenía origen. Me hicieron un exforage, que consiste en hacer pequeños agujeritos en la cabeza del fémur; la mia estaba prácticamente desgastada. Después de esa cirugía anduve un año con muletas y otro año con bastones. No tenía amigos, estaba sola en el mundo, sola como ahora. Tuve la suerte de poder volver al colegio, donde todo fue algo más o menos normal. A mediados de 3° año del secundario tuve una Isquemia cerebral transitoria, o como la llaman los médicos TIA. Estuve dos días internada en el hospital Cymin, en donde me vio mi tía –que era mi médica de cabecera– y muchos otros médicos, también fui evaluada por quien, en ese momento, era mi psicopedagoga. Volví al colegio. Con el tiempo me convertí en el blanco del acoso de mis compañeros y «amigas». Creían y afirmaban que había inventado todo. En 4° año, el acoso se tornó insoportable, tanto que empecé a inventar excusas para no ir o retirarme de escuela. Estábamos ya en abril y le supliqué a mi mamá llorando que me cambiara de colegio. En una semana me encontré en uno nuevo y no volví a ver a ninguno de esos hijos de puta. Les deseo lo mejor, aunque en mi mente, siempre maquinaba formas de hacerlos sufrir a todos y cada uno de ustedes

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