BELLE BUENOS AIRES

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Belle Buenos Aires

25 de octubre de 2017

Desperté cerca de las 11:30 de la mañana, Mía estaba a mi lado. Me levanté y me puse un jeans –que me quedaba ya bastante grande–, una musculosa negra con flores naranjas y turquesas, mis Adidas blancas y salimos a pasear. Mía salió detrás mío, pero guardo distancia y silencio, se limitó a mirar por las vidrieras. Paseamos por Congreso, donde nos cruzamos y acompañamos una manifestación de trabajadores de Papel Prensa. Fueron despedidos por el gobierno del hijo de puta de Mauricio Macri. Frente al Senado vimos cuatro mujeres mayores –bastante desquiciadas– con carteles que decían «CORRUPTA» y sostenían una imagen de Cristina Fernández de Kirchner. También firmamos una petición, junto a mamá, para que devuelvan sus tierras a los Pueblos Indígenas Originarios. Soy muy Peronista, ¿se nota? Mi abuela Rosalía militó desde muy chica en el Peronismo, luchó contra en la última dictadura militar –época

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oscura que en mi pobre país duró desde '76 al '82–. Ella estuvo desaparecida, sufrió torturas y estuvo detenida por 5 años. Ella nos enseñó a Guada, a mí y a todos en mi familia a defender nuestros ideales. En fin, cuando caminaba por un paso peatonal vi un graffiti en el suelo que decía «JUSTICIA X SANTIAGO YA». Santiago Maldonado fue el primer desaparecido político por el gobierno de Macri. Un chico tranquilo, no participaba en ningún partido, bueno, tatuador, con rastas, de 28 años... 78 días permaneció desaparecido luego de un operativo de la Gendarmería. Un día antes de las elecciones del 22 de agosto confirmaron que habían hallado un cuerpo río arriba, tres días después se confirmó que era Santiago, aunque siempre supimos que era él. No lo conocíamos aunque nos dolió mucho su muerte, era un chico que defendía al Pueblo Mapuche sin ser del Pueblo. Luego de lo de Santiago, mi mamá dijo: «Se terminó, en cuanto tenga plata nos vamos del país. Ya no hay democracia, esto es una nueva dictadura de la puta derecha del país». Ya sabía que se venían tiempos difíciles en lo político, en lo social, en lo personal, en los amores y en lo mental. De todo tipo y de solo pensarlo ya me sentía agotaba. Después de la caminata, las compras y el paseo, terminamos en un Subway comiendo un sándwich. Luego entramos en un Todo Moda, donde compramos unos aros para Guada, un aro trepador para mí y tres collares de amistad para Nere, Guada y yo. Que decían «Good Girls Club». –¡Me encantan estas cosas! –dijo Mía. –A mi igual, ¿es mi vestido el que tenés? –Sí, me gusta mucho, ¿te molesta qué lo use? –No, ya me acostumbré a que me uses las cosas –le dije en

Agustina Pringles Pardini | Mía y yo

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tono conciliador y agregué–, no me molesta para nada. –¡Genial entonces, sigamos viendo! Y así fue el día, yendo de vidriera en vidriera con mamá y Mía, tomando algunos cafés, caminando, respirando correctamente. Mis pulmones se llenaban de aire y cada vez me costaba menos respirar. Pero las piernas no aguantaban mucho, así que a veces teníamos que volver al hotel a descansar. Cuando el día terminó, como a las doce de la noche, me acosté y sentí que me habían golpeado la cabeza, todo se puso negro. Me dormí profundamente.

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