NO CREO QUE ME CREA

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No creo que me crea

Cuando le conté a mi hermana Guadalupe que estaba viendo a Mía, no parecía muy convencida. Mía me dijo sentada a mi lado en la cama: «Ella no te cree, a ella solo le importa ella y nadie más que ella». Mientras le contaba a mi hermana lo que me pasaba, ella parecía más concentrada en su celular que en lo que le estaba contando. Definitivamente no le importaba o no me creía. La verdad, a esta altura, estaba cansada. Yo solo quería tener el apoyo de ella, pero, como dije antes, estaba más ocupada mandando mensajes que escuchándome y eso me enfureció mucho. Los 35 minutos que intenté hablar con ella solo dijo que tenía miedo de que yo la lastimara. En ese momento sí tenía ganas de ahorcarla pero porque no me estaba escuchando. Por lo que decidí retirarme de su habitación e irme a mi habitación a llorar y escuchar música depresiva. Me sentía muy mal y Mía no se iba. Estaba sentada en mi escritorio viéndome llorar y diciéndome: «Tenemos que eliminarla». Por mucho que estuviera enojada con mi hermana no iba a hacerle daño, yo amo a mis hermanas y antes de lastimarlas me quemo las manos. Pero esa tarde estaba muy molesta con Guadalupe. Y estuve molesta con ella todo el día. Mía volvió a la noche exactamente a las 23:55 mientras escribía. Sentada al lado mío, vestida de negro como si estuviese por irse a una fiesta, maquillada cual modelo. Estaba fumando encima mío, le pedí que lo apagara, lo hizo resignada. Luego me dijo: «¡Sé dónde hay una buena fiesta, vamos!»

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Le dije que no podía, que tenía que hacerme análisis de sangre muy temprano, además sería ridículo salir de fiesta con alguien que nadie puede ver más que yo. No iba a salir con ella, cada vez que salía ella conmigo era para problemas, como en la siguiente anécdota...

Estaba contenta. Era una noche de miércoles, vacaciones de invierno. Mi amiga Ceci me había invitado a pasar la noche en su casa y mientras cenábamos le mandó un mensaje a su ex, un chico que caminaba y partía la tierra. Para ese momento yo había bajado 14 kilos y me entraba la ropa de mi hermana Guadalupe, que es delgada. Me había puesto unos pantalones ajustados y una remera que parecía un top, no tenía panza, estaba contenta. En fin, cuando el chico llegó, Ceci y yo estábamos maquillándonos divinamente. Sonó el timbre, los escuché hablar y sentarse, cuando salí del baño, me presenté, me senté al lado de mi amiga y me di cuenta que había llevado cerveza y un whisky Johnny Walker. La voy a hacer corta, él me dejó pintarle los labios y me dio a tomar whisky. Mía estaba ahí y me alentaba hacerlo. Se había metido dentro de mi cuerpo y me había dado coraje para tomarme 3 dedos de whisky. Él me derramó alcohol en el cuello y comenzó a chupármelo. Comenzamos a besarnos y tocarnos, me llevó a su camioneta, tenía una camioneta grande y roja con un colchón tipo somier en la parte de atrás. Me acostó en el colchón, con el corazón latiéndome a mil por hora, la respiración agitada, viéndolo como se sacó todo quedando solo en boxes. Se puso sobre mí, me desprendió el pantalón e introdujo su mano dentro de mí, sus besos por todo mi cuerpo lo único que lograban era que me excitara más y más... así nos abandonamos a la pasión.

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Días después, me peleé muy feo con él, me dijo cosas horribles por WhatsApp, no lo vi más... La mentira va porque le había pintado a mi mamá que era el tipo perfecto, el problema era que ya tenía una relación de 5 años. Yo le iba a cobrar el daño que me había hecho, no sé cómo, pero iba a hacerlo. En realidad, lo había amenazado con decirle a la novia, pero di marcha atrás y no dije nada. He aquí otro secreto: Mientras estábamos en la camioneta este personaje pretendía cumplir su fantasía de tener un trío con mi mejor amiga y conmigo. Por supuesto nunca pasó nada más que unos besos y sexo oral entre él y yo. En fin, mi hermana no me creía, la única persona con la que tenía confianza no me creía, por lo que me sentía muy molesta y enojada con ella. Mía no me dejó dormir en toda la noche, insistía en que mi hermana estaba celosa de mí. Y lo peor de todo es que Mía me hacía creerle cada vez más, creo que tenía razón.

27 de septiembre de 2017

Después de haberme pasado la noche entera sin dormir gracias a Mía, tuve que levantarme para ir a hacerme análisis de sangre, así que otra vez lo de siempre: decirle a la enfermera que estaba anticuagulada por lo que costaba que el sangrado parara. Me acompañaron mi mamá y mi hermana Guada. Cuando me llamaron para la extracción, entré a la pequeña sala blanca donde había una silla, una mesa para apoyar el brazo, el mueble donde guardaban el alcohol etílico, el algodón, las jeringas y los frasquitos esos donde se ponen las muestras de sangre. La enfermera me hizo subirme la manga de la campera, me puso alcohol con un algodón y me dijo: «Respirá hondo» y cuan

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do me empezó a sacar sangre, escuché esa voz de mierda otra vez. Abrí los ojos y junto a la enfermera estaba parada Mía, que solo dijo: «En serio, ¿vas a seguir con toda esta mierda? El día de tu muerte está programado para mañana». No le respondí, solo la miré y mentalmente le dije que se fuera a la mierda –no iba decirlo en voz alta para que la enfermera viera que estaba hablándole al aire–. Cuando salí del consultorio, Mía caminaba atrás mío; se subió al auto y se sentó junto a mi hermana. Varias veces me volteé e hice como si mirara a mi hermana cuando en realidad miraba a Mía. Luego de la extracción mamá nos llevó a desayunar; me pedí un licuado de frutilla con leche y una porción de lemon pie, mi hermana un submarino con tostados y mamá un café con una porción de torta Cabsha. Mientras tomaba mi desayuno, corté un pedacito de lemon pie. Mía aprovechó y me dijo: «¿Vas a comer eso? Después llorás cuando te ves gorda o no te entra la ropa». No le hice caso, me comí todo lo que me habían traído. Mía me acompaño todo el día, estuvo presente en el auto, en mi casa, junto a mí cuando escribía. También le molestaba que escribiera y que la dejara mal. Mía buscaba discutir todo el tiempo, la ignoré cada vez que podía, pero se ponía pesada y tenía que escucharla. Todo el día me habló de Juan, del daño que tenía que hacerle. Como se dio cuenta que no iba suicidarme, que había perdido en eso,insistía en que tenía que hacerle daño a todo el mundo. A veces me daba razones válidas, otra simplemente me hacía entrar en delirio como ahora. Escribo esto con ella sentada junto a mí. Me insta a contarle al novio de mi mejor amiga, que ella le ha vuelto a ser infiel con el ex pero no, no iba hacerle daño a ella. No iba destruir

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su relación simplemente por capricho de Mía, su capricho de lastimar a todos. Esto iba terminarse.

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