CASI UNIVERSITARA

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Casi universitaria

Año 2015. Me inscribí en la Universidad Nacional de San Juan para iniciar la carrera Trabajo Social, hice las dos terceras partes del cursillo. Fue al pedo... No aprobé el primer examen. Tuve mi primer «brote psicótico» un poco antes de Navidad. Estaba en mi habitación acostada y no podía dejar de pensar en Juan, no podía quitarlo de mi cabeza. Empecé a dar vueltas en la cama, a girar de un lado a otro, quité todas las sábanas que habían, en un momento me senté y comencé a gritar, mi hermana dijo: «¡Mamá, la Agus se volvió loca!» Hiperventilaba y lloraba histéricamente en mi pijama rosa y lila. Me llevaron a una guardia en la que me vio mi tía y forcejeé con dos enfermeras para que no me drogaran. Sentí un pinchazo y todo se volvió negro, tenía flashes en los que me despertaba y vomitaba. Cuando desperté estaba en una habitación blanca y azul, en

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un hospital. Estaba cambiada; tenía puesto un vestido azul con estampado de plumas. Nunca supe porque me cambiaron. Ese mismo día me dieron el alta y descubrimos qué había pasado. Una de las dos medicaciones que tomaba para la depresión había hecho efecto rebote con la otra, lo que había causado que entrara en una especie de corto. Luego de ese episodio, tuve turno con mi psiquiatra quien me dio un sinfín de medicamentos que me mantuvieron hecha una zombie durante casi un mes –solo me faltaba el hilo de baba colgando por la boca–. Me la pasaba durmiendo, de mal humor, híper sensible y drogada. Comenzaron los efectos colaterales. Creía que estaba siendo perseguida, no comía porque creía que querían envenenarme y, además, me dormía sentada. Todo el tiempo estaba contracturada, tenía el cuello duro y el cuerpo no me respondía. El diagnóstico de «bipolaridad» no convenció ni a mi mamá ni a mi tía, por lo tanto, consultamos con otra psiquiatra: Laura. Ella tampoco terminaba de convencerme. Me quitó todas las pastillas que me había recetado la otra psiquiatra y me explicó que para diagnosticar a alguien con una enfermedad psiquiátrica de esta gravedad se necesitan al menos 3 a 4 años de seguimiento y yo llevaba sólo un año. Laura me recetó Irazem –que es un antipsicótico–, que por lo general se utiliza en personas maníacas depresivas, esquizofrénicas o con trastorno bipolar. Me lo indicó porque en ese momento sufría de alucinaciones auditivas... Una voz molesta me incitaba a hacer cosas que no quería, como llamar por teléfonos públicos a Juan mientras lloraba, dejarle cientos de WhatsApps, mensajes de voz, o mandarle mensajes largos cual testamento a su Instagram. Para mí, él seguía siendo el peor hijo de puta de la tierra. Laura también me indicó Clonazepam 3 miligramos diarios.

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Es un ansiolítico que sirve como estabilizador del ánimo y como antidepresivo. Ella insistía e insiste en que no estoy loca, pero estoy molesta con ella porque después de tantos años de terapia aún no me dan un diagnóstico certero. Esto me hace enojar y no querer volver nunca más a su consultorio.

Última semana de febrero 2017

Aquí fue cuando intenté estudiar por segunda vez. Elegí estudiar Profesorado en Nivel Inicial, pero en vez de ingresar en la UNSJ, me inscribí en una universidad privada. No tenía más que hacer que pagar la cuota y estudiar para aprobar los exámenes, nada de cursillo. Al principio me gustaba... pero... ¡Sorpresa! Otra vez lo mismo... Comencé a sentirme mal y me di cuenta que de verdad estaba bastante mal. Mientras tomaba un baño, me agité muchísimo. Me dolía el pecho y me costaba llegar a mi habitación –que esta frente al baño–. Comencé a tener dolores más fuertes y me desmayé. Recuerdo una ocasión en la que subí, no sé, 20 escalones, llegué arriba y el mundo se me puso negro. Me desplomé. Debo haber estado 1 minuto desmayada... Por suerte mi papá estaba conmigo. En la misma clínica había un gimnasio cardiológico, por lo tanto, había un médico que trabajaba allí, y fue él quien me auxilió; tomó mi presión y me dio hielo para que pusiera en el fuerte golpe que me había dado en la cabeza.

16 de mayo de 2017

Mi hermana y mi mamá viajaron a Chile a ver a Ed Sheeran. Mi papá vino a casa cuidarme los días en que ambas iban a estar fuera.

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Mi viejo no vive conmigo, se separó de mi madre en octubre de 2016 luego de engañarla con una puta teñida de rubio, una inmoral que es casada y tiene tres hijos. Unos hijos de puta los dos. Nunca perdoné a mi papá por esto, y nunca lo voy a perdonar... bueno, no sé, eso lo dirá el tiempo, esto aún es muy reciente. En fin, para esos días de mayo, mientras mi mamá y hermana estaban fuera del país, le llamé y le dije que, al haber empeorado mi estado de salud, no me sentía en condiciones de continuar con los estudios, que quería abandonar. No se enojó, dijo que lo entendía y que estaba de acuerdo con mi decisión, que lo primero era que yo estuviera bien y que quería que me recuperara. Mi salud empezó a deteriorarse rápidamente. Así era mi vida; 21 años, no era universitaria y no tenía un trabajo. No tenía nada, no tenía a nadie. Estaba sola en el mundo. Un mundo frío, oscuro, sin esperanza de progresar en la vida. En conclusión, sentía que no servía para nada.

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