¡¡¡¿¿¿QUIÉN HABLÓ???!!!

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¿¡Quién habló!?

Para finales de octubre había perdido la cabeza. Juan ya no me daba bola, continuaba ignorándome y además abandonó el colegio. Me había peleado con mis amigos, todo porque supuestamente yo había hecho comentarios sobre la novia de Maxi. ¿Por

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qué yo iba a hablar mal de alguien a quién no conocía? Estuve semanas sin hablar con ellos, incluso con Marcos. Como siempre, mi refugio fue Rodrigo. Alguien había alertado a la psicóloga del colegio de que me estaba autoflagelando. Hacía calor y yo usaba remeras de mangas largas con la intención de tapar los cortes que me hacía. Un día, en el colegio, estaba muy enojada, tomé el sacapuntas de Rodrigo, lo pisé con fuerza, quité la tuerca que sostenía la navaja, fui al baño y me encerré en uno de los dos cubículos. Respiré profundo y tracé la primera línea. 1... 2... 3... Tracé el segundo corte. 1...2...3... Tercer trazo. Sangraban mucho, pero respiré tranquila y guardé la navaja en mi bolsillo, limpié la sangre que corría por mi brazo, sequé mis lágrimas y volví a clase. En una sesión con Gabriela –mi psicopedagoga–, le comenté que me sentía ansiosa, violenta, que no dormía y además, que me estaba cortando. Me derivó a una psiquiatra porque sintió que ya no era capaz de ayudarme. Refunfuñando y a la fuerza fui al consultorio de esta mujer, quien hizo entrar a mi mamá primero, luego me hizo pasar a mí, no hablamos ni por 15 minutos. Me preguntó si tenía amigos, a lo que respondí que tenía pocos, preguntó si tenía novio, dije que no mientras pensaba en Juan. –¿Has pensado en suicidarte? –Le dije que sí. –¿Alguna vez te autoflagelaste? –Le dije sí, constantemente.

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Pidió que le mostrara mis cortes, subí las mangas de mi pulóver y se los enseñé. Me pidió que saliera e hizo pasar a mi mamá otra vez, le contó todo. Yo pensé que psicólogos y psiquiatras hacían como un voto de silencio. Ella rompió este voto. Cuando salimos del consultorio de Silvina, subí al auto y mi mamá dijo que teníamos que hablar, que sabía que me cortaba. Me informó que tenía 15 días de internación domiciliaria, que no podía estar sola en ningún lado, no podía entrar al baño sola, ni siquiera estar sola en el cuarto y que en ese momento compartía con mi hermana Guadalupe. Mamá le contó a mi hermana y a mi papá lo que estaba haciendo, les informó que me habían diagnosticado con un cuadro depresivo mayor y que me habían medicado con Meridian, otro antidepresivo. Cuando mi papá y mi hermana se enteraron de que me cortaba, se limitaban a hablarme, francamente no me importaba. Yo estaba mal no ellos, no me dejaban sola un segundo. En el colegio mi mamá dijo que estaba enferma, el único que sabía que tenía internación domiciliaria psiquiátrica era Rodrigo y el me venía a ver todo el tiempo que estuve en reclusión. Nunca supe quién fue el que alertó a la psicóloga del colegio que me estaba cortando. Siempre sospeche de Maxi porque él había visto sin querer uno de los cortes. Terminada mi internación, 15 días después volví al colegio. Arreglé las cosas con mis amigos. Aún quedaba lo mejor, estábamos planeando el baile de egresados y el after. Juan había vuelto a mandarme mensajes, sobre todo para preguntarme como estaba y yo intentaba convencerlo de ir al baile de egresados, aunque sea después de cena. Compré una entrada para dársela a él. Fue en vano. Nunca dijo que sí. Nunca fue. Tuve el mejor baile de egresados del mundo, música, amigos,

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alcohol, familia, todos vestidos elegantemente. Los chicos muy lindos de smoking, las chicas muy lindas todas de vestidos y zapatos altos. Mi vestido era hermoso, largo hasta el piso con un corsé que en la espalda se ataba con unas cintas de raso, de color verde esmeralda, con un bello escote corazón. Todo fue increíble, lo pase bomba. Cuando el baile terminó las chicas y yo estábamos abrazadas, Rodrigo lloraba y pedía, por favor, un aplauso por nuestros padres que había sacrificado tanto para darnos una de las mejores noches de nuestras vidas; al menos así fue para mí, aunque me faltó Juan. ¡Siempre voy a recordar mi baile, los amo chicos gracias por una gran noche! Terminado el baile, nos metimos en la combi de los papás de Nano, uno de los egresados, que nos llevó hasta la finca que habíamos alquilado. Todos ebrios. Habíamos llevado las cosas dulces que habían sobrado de la fiesta. Pusimos a llenar la pileta. Las chicas nos metimos en la única habitación que había y que tenía una cama matrimonial y dos pequeñas. En la sala había dos camas más que se usaban como sillón, en fin, con las chicas nos metimos en la habitación a cambiarnos a sacarnos los vestidos, yo me puse un short blanco con cuadro negros y la maya negra debajo y encima, un pulóver marrón ancho que alguna vez fue de mi papá. Sobre el mediodía, recibí un mensaje de Juan que decía: «Te amo, espero que la hayás pasado increíble, voy para allá», y lo juro, lo tengo guardado e impreso a ese mensaje. Entusiasmada le conté a Rodrigo que venía. Me quedé sentada a la orilla de la pileta esperándolo por horas. Nunca llegó. No lo volví a ver. Supe que se mudó a la provincia de Río Negro y paso ahí un par de meses, meses en lo que nunca se contactó conmigo. Cuando volvió a San Juan, me enteré por mi hermana. Lo supo porque

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ella había visto una historia suya publicada en Instagram donde se lo veía con Hernán, un amigo en común. Estaban tomando cerveza y fumando en una habitación o algo así. Y cuando hablábamos, se cansaba de burlarse de mis sentimientos. Le dije que lo amaba y él solo se reía de lo que yo sentía. Y así fue, Juan me bloqueó de todos los medios que tenía para comunicarme con él, me rompió el corazón o lo que quedaba de él. ¿Por que siempre me hacía recoger mis pedazos? De una u otra forma, siempre me destruía.

MIA Y YO (TERMINADA)¡ PRONTO EN LIBRERÍAS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora