CAPÍTULO XVII: EL ULTIMÁTUM 2.

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*Hace ocho meses del tiempo actual*

En la vida he conocido a personas crueles, a las que no puedes distinguir si los caminantes o ellos son peores; aunque claro, la humanidad siempre ha sido la plaga principal, y nada puede cambiar eso.

He vivido momentos en los que he visto morir a mis seres queridos, y no obligatoriamente por sólo esos monstruos del infierno, sino también por desgraciados infames desalmados haciéndose pasar por humanos, que en realidad sólo viven para matar. Es claro, la ley desde que comenzó el apocalipsis es matar o morir; sin embargo existe el aliarse, donde pasan a ser una mayor potencia con más probabilidades de sobrevivir.

Para mí suerte, tengo a un aliado, ¡y que no es sólo eso!, sino que también, es mi hermana.

Su nombre es Lisa, ella es mi hermana menor, una linda jovencita de diecisiete años, con una tez casi tan blanca como la nieve, con su típico cabello ondulado y unos ojos de color celeste tan penetrantes y profundos como se puede haber. Yo, Elisa, su aún mas extraordinaria y hermosa hermana mayor, comparto las mismas características de ella, sólo que mi cabello es lacio. Casi somos gemelas si no fuera por nuestros rasgos faciales, y me encantaría que lo fuéramos, pero me conformo.

Convivimos con un numeroso grupo de personas, y sí, bueno, también son nuestros aliados, pero mi hermana para mí, es la única que necesitaría.

Cada uno lleva la responsabilidad de arriesgar su vida por el grupo; ayudar a recolectar alimentos y sobre todo: Protegernos unos a otros, igual que a nuestro cómodo hogar. Nuestro cómodo refugio es un apartamento en el primer piso de un altísimo edificio, tiene todo lo que necesitamos para sobrevivir.

Hoy tenemos planeado ir al búnker militar Ford Ord, hemos escuchado que allí reciben muy bien a las personas y las resguardan con variedades de armas de fuego potentes. No nos queda muy lejos, tomando en cuenta que nos encontramos en San Francisco. Necesitamos salir de aquí, ya que claro, las ciudades son peligrosas, y ya me cansé de ser errante. Ahora quiero quedarme en un punto fijo, segura, sin preocupaciones y ayudando a la comunidad prestando cualquier servicio.

Ahora mismo, ya vamos a pilotar nuestros vehículos: dos camionetas de buena capacidad y un simple auto viejo, para asicalar a todo el grupo, conformándose por aproximidamente veinte personas. Cargábamos nuestras respectivas cajas de alimento y las pocas armas de fuego que poseíamos; sólo los mas aptos llevaban las armas, un grupo de sólo cinco personas, entre ellos me incluía yo, mientras que mi hermana, bueno... no siempre fue la más valerosa, y estos años en este infierno no han surtido el efecto que esperaba... no son tiempos fáciles, esto puede traumatizar a cualquiera si les otorgas el momento justo. Eso se llama: Debilidad.

—¿Ya todos están en los vehículos? —vociferó André, un adulto de unos cincuenta años con una frondosa barba y una buena musculatura. Podríamos decir que el es el líder del grupo

—Afirmativo, pero, necesito que vea esto... —señaló Ronald el enrejado que separaba las calles con el edificio, añadido con una rampa que iba en subida.

Lo que se encontraba era aterrador: Un conglomerado de caminantes se estaban paseando por los alrededores, el verdadero problema es que era una cantidad inconmensurable.

—A la mierda... —decía André—. De acuerdo, el grupo con armas limpiará las calles con las granadas que nos quedan, ¿vale? Sólo nos quedan tres. Le daré una a nuestra mejor soldado: Elisa; y la restante, a Ronald. Es muy hábil con las granadas —añadía mientras nos proporcionaba las granadas—. Los pocos caminantes que queden los acribillarán. El resto de ustedes, cúbranlos. Yo estaré aquí alistando las cosas, de todas formas con esas granadas, es pan comido —fijó su mirada en mí—. Ten mucho cuidado pequeña, ¿sí?

Mi Vida Después de la Muerte© [DOS CAPS. SEMANALES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora