CAPÍTULO X: ÓBITOS 2.

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—No tenemos tiempo, ¡a la carga! —declaró Neiré emocionada.

Ella tomó la delantera, queriendo llevarnos hacia los supervivientes. Trotábamos con cautela evitando algún caminante; pero, es extraño... no encontramos ninguno... el lugar se encontraba completamente despejado. No sé si eso era bueno o era malo.

Seguíamos trotando. A lo cerca veía una esquina que dirigía el camino hacia la derecha. Al momento de cruzarla, nos detuvimos. Ya sabíamos en donde estaban   todos los supervivientes...

Había una excesiva cantidad de caminantes. Todos estaban rodeando y golpeando algo, probablemente la puerta en la que se encontraban los supervivientes. Nos devolvimos detrás de la esquina.

—¿Crees que esa puerta reforzada aguante tanto? —pregunté viendo a Neiré.

—No sé cuanto podrá aguantar. Lo que sé, es que si no hacemos algo pronto, todos los supervivientes, incluyendo tu madre, serán brutalmente devorados —sentenció Neiré.

Mi padre sólo refunfuñaba y maldecía, y Dixon sólo se le notaba sorprendido por la inmensa cantidad de zombies. Probablemente el número se acercaba a cien, pero era un aproximado, ya que también provenían del otro extremo del pasillo.

—Muy bien, hay que actuar, necesitamos un plan —dije apresurado.

Este sería un excelente momento para tener granadas, y en la armería no habían.

Se podía escuchar los gemidos de los caminantes y sus fuertes golpes provocando eco, esto llamaría a más y más caminantes en las cercanías, lo cual nos tenía alerta.

—Necesito que alguien me levante —dijo Neiré señalando a una rejilla de ventilación.

Dixon se ofreció y colocó sus manos para que ella subiera su pie y estar a la altura de la rejilla. Ella la retiró, y se fue gateando.

No tengo ni la más mínima idea de que está planeando.

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Me introduzco en el conducto de ventilación. Está algo estrecho pero entro sin problemas.

Pienso dirigirme hacia la habitación de los supervivientes. Es como un almacén, y es la habitación más grande de todo el búnker. Pueden caber sin problemas unas doscientas personas, tal vez hasta más. Al llegar allí, pues, no sé que carajo haría; pero algo se me ocurrirá. Siempre he sido una mujer del momento; muy astuta e ingeniosa.

El camino era relativamente corto, pues antes de subir acá, ya estábamos cerca; pero los caminantes nos estaban bloqueando.

Comienzo a oír voces alteradas, un gran alboroto, como cientos de loros hablando en sintonía, una molestia. A lo cerca visualizo otra rejilla. Me acerco más rápido y veo a través de ella, ¡allí están todos los supervivientes! Al parecer están nerviosos y asustados por la llegada de tantos caminantes.

Abro la rejilla y caigo con cuidado y sutileza para no lastimarme. Todos se percataron de mi llegada y guardaron silencio.

«¡Señora Neiré!», «¡señorita Neiré!», «¡líder Neiré!», me decían algunos.

—¿Se encuentran bien? —pregunté.

Algunos callaron, otros simplemente asintieron afirmativamente. Eran muchos supervivientes.

Mi Vida Después de la Muerte© [DOS CAPS. SEMANALES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora