CAPÍTULO XXII: DESPERTAR.

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—Tu madre ha muerto, y Htesil también, soy la tercera eslabón de las cadenas de agonía y muerte. Mi nombre es, Daímona.

—Daímona... ¿Qué quieres decir, madre? —dije circunspecto, a la vez atónito por tan confuso comentario. Tomé un minuto para detallarla, para darme cuenta de su vestimenta recién maltrecha y bañada en sangre oscura. Su cara llevaba consigo una expresión perdida, y a la vez, psicópata; y sus ojos... resaltaban por la magnificencia de un azul metálico el cual captaba en su totalidad, mi atención.   

—Es una larga historia que seguramente tu padre querrá contarte—respondió enfatizando las palabras «tu padre»—. O bueno, te puedo dar una pequeña explicación ya que, no creo que tu padre esté en las mejores condiciones para contarte.  

—¿Que quieres decir con...?  

—Es sencillo, Liseth sufre un trastorno—¿un trastorno?, pensé—. Un trastorno el cual te genera características personalidades, ya sea debido a un trauma o algo parecido. ¿Sabes cuál fue el trauma que le provocó esto?  —inició una pausa ansiando que hablara; aunque pocas palabras me quedaban. La confusión hizo su aparición para apoderarse de mi cabeza, ¿personalidades múltiples?, ¿que clase de condición es esta y, por qué afecta a mi mamá?—. Supuse que no dirías algo —dijo mientras cerraba los ojos, finalizando su habla con un suspiro—. Tus padres estaban en el ejército. A comparaciones de otras personas, ellos eran los mejores entrenados y los más destacados; capaces de hacer cualquier misión o encomienda que se les ordenara. Separados, son fuertes; pero juntos,  son invencibles. 

»Todo esto llamó la atención de personas de elevado estatus, hasta que uno de ellos soltó una idea —hizo una pausa, sonrió pensando en lo que iba a decir—. Un arma. Un arma humana. Pensaban hacer experimentos con ellos, mejorándolos en cada sentido; mayor fuerza, mayor agilidad, mayor resistencia,  mayores reflejos, mejores sentidos. Algo así como unos supersoldados; pero al final, algo salió mal —bajó la mirada, comenzando al mismo tiempo una extensa risa capaz de causarle escalofríos a cualquiera.

—¿Que te da tanta risa?, ¿qué fue lo que sucedió?  —di un paso hacia adelante, pidiendo una explicación.

—Te lo diré si sobrevives a todo lo que pienso hacer contigo  —subió la mirada instantáneamente clavando sus ojos azules y muertos en mí, incluyendo consigo una sonrisa de oreja a oreja tan macabra que hizo que se me erizara cada pelo de mi cuerpo.    

—Mamá, ¿qué pasa contigo? 

—Oh, Neytan, ¿no lo entiendes? —comenzó a inquietarse—. Tu mamá se ha ido, para siempre. Ahora yo tengo el control, y haré lo que quiera, ¿y sabes que quiero? —sacó un cuchillo escondido en su pantalón—. Matarte.  

—¡Má, ¿qué haces?! —hablé casi tartamudeando, intentando no perderme en mis palabras por la velocidad en la que las dije. 

Esa mujer irreconocible salió disparada hacia mí, con claras intenciones de hacerme daño, algo que no entendía el motivo. Me posicioné de manera defensiva, preparándome para anticipar la dirección de sus ataques; no quiero hacerle daño, no puedo.

Esperé el momento justo hasta que llegó, a punto de ejercer un movimiento ladeado para así esquivarlo. En ese instante, desapareció de mi vista por completo, en el cual también recibí un potente golpe en mis espaldas, haciéndome soltar un quejido para al final, caer sobre mis rodillas.

—¿Qué pasa?, ¿eso es todo lo que tienes?  —burló.

Raudo me puse de pie, girándome, para apreciar como ella se posicionaba a mis espaldas, estando hace un instante en mi frente.

—¿Como hiciste eso?  

—Eso es parte de la historia, y sabes que debes hacer para contarte —burló.

Me encontraba en una situación inconcebible, donde cantidades de pensamientos me querían hacer sucumbir. Que dilema... ¿combatir contra mi madre?, no puedo hacerlo; pero si no lo hago, va a terminar liquidándome.

—¡Vamos, atácame, qué estás esperando!, te mataré justo ahora si no intentas algo, cobarde —dijo la impostora, preparándose para atacar con todo.

En ese momento, se esfumó en el aire, y un silencio dominó la pequeña sala. No podía estar mas alerta ante la situación, sabía que aún estaba por allí, acechándome; pero no podía escucharla, ni oírla, y mi incertidumbre aumentaba con cada habilidad nueva que me demostraba. De repente, sentí una presión en mi estómago, del cual dicho impacto provocó que escupiera sangre, y haciendo que me inclinara, como intento insignificante y desesperado para calmar el intenso dolor. 

Pude verla, era ella, que había aparecido repentinamente a mi frente, con su puño clavado en mi estómago. Levanté mi estupefacto rostro, el cual mostraba unos párpados totalmente abiertos, un constante jadeo y diversas gotas de sudar rondando libremente. No puedo seguir así, tengo que defenderme. 

Me levanté intentando ignorar el dolor, para alejarme de Daímona. Opté por una pose de defensa, protegiendo mi zona media y parte de mi cabeza. Ella respondió mi aptitud con una leve risa, mientras yo tragué saliva, preparándome para lo que se avecinaba. 

Daímona en una fracción de segundo se lanzó hacia mí con una ráfaga de puñaladas con su machete, instintivamente procuré esquivarlos con cuidado, lo cual a duras penas logré debido a la velocidad de ella, recibiendo pequeñas cortadas y rozaduras. Respondí con una patada potente con el fin de únicamente empujarla; pero ella tomó mi pierna y asestó un feroz golpe con su codo a mi rodilla. El dolor se volvió insoportable, y no podía sentir mi pierna. Me empujó haciéndome impactar contra la pared, colocó su machete en mi garganta y ejerció un leve movimiento suficiente para provocarme una cortada sangrante. Ella no paraba, ahora me asestaba rodillazos en el estómago multiplicando mi sufrimiento en enormes cantidades, cada rodillazo nublaba más mi vista, y el espantoso estruendo que provocaba cada impacto, me provocaba escalofrío. Era lo suficiente para sufrir; y lo suficiente para no morir. 

—¡¿Eso es todo lo que tienes?! —decía sin parar de golpear—, ¡¿Eso es todo lo que tiene el hijo de esos dos?! ¡Por eso tu padre se ganó lo que le hice, y a todo tu equipo también! 

Un atisbo de miedo e ira me invadió. 

—¿Que le hiciste a mi padre? —dije con lo que me quedaba de aliento, esperando desesperadamente su respuesta.

—¡Pues lo maté, que esperabas, ah! Debiste ver su cara cuando lo hice, el pobre inepto no pudo evitar llorar, ¡y no pude evitar reír ante tanta falta de fuerza! Es como tú. De tal palo tal astilla, ¿no es cierto Neytan? —burló riendo, y riendo sin parar, llegando al punto de ser insoportable.

Es imposible que mi mamá haya matado a mi padre; pero..., ella no es mi madre, ¿verdad? ¡Maldita situación, que difícil es comprender esto, que una persona tan querida haga este tipo de cosas y no puedas entender por completo por qué, a pesar de que tanto te expliquen! Porque no le veo sentido... ¿Y, ahora, mi padre está muerto? No puede ser cierto... Esto... no puede estar pasando... ¡no puede!

—¡¡No puede ser cierto, maldita perra!! ¡¿Qué has hecho?!  —Todos mis recuerdos con mi padre volvieron al decir esa última palabra, en el que al mismo tiempo, todo se volvió oscuro por un segundo, para después provocar un intenso color azul metálico. 

¿Qué acaba de pasar? 

 

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2018 ⏰

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Mi Vida Después de la Muerte© [DOS CAPS. SEMANALES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora