35: « Esa casa... »

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35: « Esa casa

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35: « Esa casa... »

El doctor Anderson entro a mi habitación y me dio un abrazo de despedida, además que también me dio uno que otro consejo para que me recuperara más rápido. Luego de dos semanas en el hospital, había logrado salir de aquí.

—Y recuerda: tienes cita con la psicóloga la otra semana.

Aunque había insistido que estaba mentalmente bien, mamá considero que era bueno que asistiera a las terapias. Y termine aceptando solo porque me lo pidió, y no me lo ordeno como el idiota de Frank.

—Nos vemos, doctor Anderson.

Hank, contento, cargo mis cosas, mientras iba tarareando esa canción...

—Por favor, puedes guardar silencio, Hank.

—¿Por qué? ¿Te molesta esa canción? Es tu canci...

Hice oídos sordos a las últimas palabras, pero lamentablemente se repitió en mi mente: «es tu canción favorito». Y la seguiría si tan solo Justin no la hubiera puesto durante estas últimas semanas en mi habitación.

—¿Qué se siente ir a casa? —Hank me saco de mis pensamientos, y me encogí de hombros de inmediato—. Salem te extrañe mucho, yo también te extrañe mucho.

Al menos algunos miembros de mi familia me seguían queriendo: Hank, mamá y Salem... de ahí nadie más. Frank, Thomas, Josh y Kevin no me hablaban, ni demostraban cariño por mí.

—Solo quiero ir a mi cama —murmure.

Luego que subiera al auto, nos marchamos a casa... a esa casa... donde todo era un desastre. Intente distraerme con el paisaje, pero la ansiedad de ver al resto de mis hermanos crecía más, y que no me perdonan por lo que hice, me hacía ponerme nerviosa.

Los veinte minutos para de viaje pasaron corrieron, Hank se detuvo frente a la casa donde mi madre me esperaba afuera con una gran sonrisa. Se acercó a abrir la puerta y me ayudo a bajar del auto, mientras Hank bajaba mis maletas.

—¿Cómo te sientes, cariño?

—Bien, pero quiero descansar un poco.

—Lo entiendo, bebé, así será.

De verdad agradecía que mamá no me odiara.

Cuando entramos a la casa, pensé que no me encontraría con el resto de mis hermanos, pero estaban ahí, sentados en el comedor comiendo, me miraron disimuladamente, pero de inmediato giraron la cara para otro lado... ouch, eso sí dolía.

—¿No van a saludar a su hermana? —pregunto mamá.

Ninguno le respondió, siguieron con lo suyo.

—Tal vez me hubiera quedado más tiempo en el hospital... —conteste, mientras iba hacia las escaleras—. O mejor me hubiera muerto si iba a recibir esta clase de trato.

InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora