Mis amigos de la universidad decidieron organizar una fiesta por mi cumpleaños número veintidós. No contento con ello, me obligaron a festejar desde muy temprano con una salida a la playa, más tarde a disfrutar de una exquisita parrillada y por último una fiesta en casa de uno de mis compañeros de clase, Omar, quien se ofreció para celebrar invitando a otros chicos del ciclo. Mi mejor amiga, Alice, fue la que ideó todo desde un comienzo. Al principio me negué porque no me atraían este tipo de celebraciones, mi familia nunca pudo celebrarme uno por falta de dinero y solíamos consumir un buen almuerzo o pasear por los centros comerciales. Sin embargo, los consejos de mi amiga al mencionarme que debía festejar por primera vez mi día de una grandiosa manera, según ella, me alentaron a aceptar su solicitud.
Todo comenzó con su primer plan, fui despertada por el bullicio de Alice, luego recibí un regalo por parte de esta y colocarlo sobre la cama. Finalmente gustar de un rico y bien servido desayuno que mis padres me ofrecían.
Éramos solo nosotros tres, mi madre, mi padre y yo. Aunque, la idea de recibir a Alice como una integrante más de la familia les cautivaba, siempre quisieron tener una o un segundo hijo. Lamentablemente, después de mi nacimiento mi madre no pudo tener más. Bueno, eso es lo que mi padre me explicó cuando le preguntaba de pequeña.
Cuando terminamos de consumir nuestros aperitivos hechos con el cariño de mi madre y la poca ayuda de mi padre, partimos en busca de los demás chicos, entre ellos Joshua, Eduardo, Lucero y David. Habíamos quedado en encontrarnos en la plaza central que quedaba a pocas calles de mi casa.
— Helena, los chicos nos están esperando, debemos apresurar nuestros pasos ¡Corre! — se apresuró a decirme Alice mientras iba acelerando su caminar. Me emparejé y estuve a su altura ahora corriendo.
— ¡Por favor Alice! Esto es Chicago, no un centro de carrera. — sustenté con el pulmón a punto de salirse de mi boca.
Esta volcó los ojos y se dispuso a seguir avanzando.
— Vamos Heli, es tu día, no lo arruines. — dijo con una sonrisa implantada en el rostro y me haló del brazo para continuar con mi tortura.
Odiaba correr, agitarme no era lo mío. Debería ejercitarme, pero mi aspecto no es tan malo que digamos, mi estatura era tamaño promedio, mi cabello largo oscuro tenía mucha vitalidad gracias a las vitaminas caseras que mi madre me aplicaba de vez en cuando y mi contextura no era ni delgada pero tampoco gruesa. A decir verdad, yo nunca he considerado los ejercicios como etapa de mi vida, jamás lo he incluido a pesar de las recomendaciones de varias personas incluyendo doctores. Mi frase es: si te alimentas bien, los ejercicios no tienen mucho que ver.
Después de un extremo camino, me agacho sobre mi sitio e intento succionar todo el aire posible.
— Tú sí que eres un caso, ojos de gato. — negó mientras me estiraba un brazo para ayudarme a levantar.
Me apodaban así por mis ojos grandes y de color verdes.
— Sabes que no soy buena con esto.
Ya levantada, nos fuimos en dirección a la plaza. Desde aquí pude visualizar a los cuatro chicos sentados al borde de la pileta sin temor a mojarse, cada uno estaba textualizando desde sus móviles. Con razón...
Dios santo, ¿ya no hay vida social en este mundo?
Al llegar, entre todos nos acercamos para saludarnos. Los otros me dieron el saludo especial que incluía un fuerte abrazo y buenos deseos.
— ¿Están todos listos? — preguntó Lucero con aire de emoción.
Todos gritamos al unísono un fuerte si con las manos al cielo y fuimos en marcha a nuestro siguiente destino. En este caso, el segundo plan.
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© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)
Mystery / ThrillerHelena experimentó lo que era el dolor, la angustia y el terror en carne propia, haber sido violada. Ella buscó justicia y logró su objetivo de echar al tipo tras las rejas. Con el tiempo decidió trabajar en una de las empresas más reconocidas del p...