Más secretos

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—Estupendo —ironiza—, no entiendo por qué carajos se lo habrá cambiado —susurra luego de calmarse—, algo que tienes que saber es que su nombre real es El... —la puerta de mi cuarto es abierta por mi madre, cortando la intrigante charla.

Los dos volteamos hacia aquel rumbo.

—Hija, tu padre y yo iremos a comprar el regalo de tu primo, no tardaremos —y sella la puerta contra el marco dejándonos solos.

Cuando queremos retomar el palabreo una música electrónica comienza a emitirse proviniendo de un celular, Javier saca su aparato de su chaqueta y se retira para atender una llamada optando por salir del cuarto, y al poco rato se ausenta al exterior de la casa.

Mientras tanto comienzo a discutir conmigo misma sobre el verdadero nombre de mi jefe. Si no es Trevor y hasta donde alcancé escuchar empieza con "El", ¿cuál es?:

¿Elvis?

¿Elmin?

¿Eloy?

¿Elías?

¿Eliseo?

¿Elmer?

Un listado de nombres masculinos forma una ensalada de todo en mi mente y un presentimiento me dice que no le doy a ninguno. Demonios. Me levanto y dispongo a darme una refrescante ducha, rogando que aquella sensación de frescura me alivie.
Lista, salgo para cambiarme y al querer verificar en la ventana si es que Javier sigue dialogando desde su móvil me doy cuenta que en la acera no habitaba ni el alma. Decido llamarlo inmediatamente. Agarro mi celular y al prenderlo noto un mensaje de él comunicando que ha ido a ver unos asuntos, que quizá tarde y que no lo espere despierta.

Luego de hacer una mueca de disgusto, puesto que esta noche me toca dormir sola, me aseguro de cerrar todas las ventanas y puertas de la casa. Hoy duermo temprano, mi cuerpo no da un minuto más despierto y me desplomo sobre el colchón. Pero la idea de que Javier llegue nuevamente herido me ocasiona un cruel insomnio por varias horas.

Mi día fue similar al del anterior, mi jefe, muy despreocupado, me volvió a invitar a almorzar y esta vez me llevó a un centro de comida rápida, exactamente el mismo en que fui en mi primer día, si más lo recuerdo. Conversamos acerca de su empresa y los planes que tiene para él.
A las seis de la tarde se propuso a escoltarme a mi casa y nuevamente no aceptó un no por respuesta.
Llegando cené y conversé con mis padres y Javier, quien se está ganando otra vez el respeto y cariño de Peter por la travesura que tuve que inventar involucrándolo al castaño.

Lo que me resultó difícil de creer fue que al cuestionarle a Javier sobre su ausencia me haya dado a entender que solo fue por unos asuntos de su problema y que no hablaría más del tema; tampoco quise insistir, parecía muy enojado. Definitivamente la apariencia con la que vino, y tuve que hacerme la desinteresada, no se apegaba a su argumento. Traía el cabello muy desordenado, sus labios hinchados y rosados, en una parte de su cuello juré ver una mancha roja, su apariencia era agotada y finalmente el polo con el que había salido estaba muy arrugado, resaltando que la chaqueta con la que había salido ya no la llevaba puesta.

Hoy, miércoles, me encuentro revisando los correos de la semana y se los voy reenviando a mi superior, este me los responde y a los que no, significa que debo tacharlos enseguida. Al medio día, una hora antes del descanso, desde aquí se escucha unos tacos resonando por todo el corredizo y eso llama mi atención, pero luego pienso que puede ser otra jefa en busca de una reunión y se me pasa. Sin embargo, caigo a cuenta de que primero deben pasar sobre mí para saber la disponibilidad del jefe. Estos tacos se oyen cada vez lejanos y se detienen en seco.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora