Un pequeño regalo

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Hoy, más que otros días, me he despertado muy temprano y no específicamente gracias al alarma de mi celular; los ronquidos de mi mejor amiga cada vez eran más intensos y aquello funcionó mejor que un simple despertador. Fui moviéndome para despejar mi tenso cuerpo y me levanto. Estoy muy ansiosa por empezar mi primer día de trabajo. Comienzo por acomodar las frazadas, acto seguido las enrollo y las acomodo por encima de la colchoneta para luego ubicarlas a espaldas del armario. Me giro para contemplar a Alice, quien sigue en la quinta nube en estado de sosiego. Quisiera tener su tranquilidad, también la suerte de haber obtenido un buen trabajo sin necesidad de buscar uno y tener a lado una madre con mucho dinero. Aunque, ¿de que servía tener una madre con una apetitosa billetera si no me iba a dedicar el suficiente tiempo? Sacudo la cabeza para despejar mi mente de esos ajenos ensimismamientos y camino hasta la puerta para salir directo al baño. El sol ya comenzaba a salir, lo que fue un motivo más para entrar a la tina. No todos los días los rayos solares calentaban la ciudad y si ese era el caso, como hoy, sin querer me impulsaba a realizar diversas actividades.

Una vez limpia, por así decirlo, camino al cuarto y busco en mi armario un atuendo sport formal. En mi mano izquierda, sostengo una blusa color azul marino con bordes dorados en las mangas y en mi derecha un pantalón perla, luego me miro al espejo para hacer una breve comparación del atuendo, no me veo nada mal. No iba exactamente a una empresa ejecutiva, pero como primer día y para dar una buena impresión tengo que ir presentable. Ya vestida, voy en busca de mis zapatos y al encontrarlos, aplastados por las botas de Alice, los sacudo con mis manos y me calzo.

A mitad de pasillo me acuerdo que no llevaba el móvil, el cual, tenía la ubicación de la empresa a través del correo que no llegué a ver. Regreso a la habitación, atravieso la capa de ronquidos que la rubia expulsa de su garganta y me agacho para recogerlo. Recordé haberlo dejado en esa posición cuando me acosté ayer. Cuando lo desbloqueo para acceder a mi bandeja de correo electrónico, un mensaje con el nombre de Zara y debajo de ella unas letras pequeñas indicando la dirección hacia mi destino hace que una sonrisa se asome a mis labios automáticamente. Al regresar al menú principal, mientras voy caminando por el pasillo para bajarlas escaleras, la imagen de haber recibido un mensaje de texto por la noche hizo que detuviera mis pasos.

A mitad de la escalera, empiezo a recordar con exactitud todo lo que hizo de mi noche pacífica a la más intranquila y perturbadora. Imágenes de esa persona atormentarme a cada momento con sus textos, más aún que, sin hallar una explicación precisa, sabe que hoy día empezaba a trabajar me estremece por unos segundos. Entro a la bandeja de mensajes y elimino cada uno de los provenientes del número privado. Intento darme ánimos para que nada arruine mi día y trato de ignorar todo lo sucedido. Sea quien sea que estuviera detrás de mí no quería prestarle atención. Si, lo sé, a pesar del grado de intensidad que posee este problema, lo esquivo y lo reemplazo por mis prioridades, sé que está mal pero ya veré el momento para actuar. Por ahora, no tenía peligro alguno asechándome; aparte, el único peligro que abarcó en mi vida ya estaba en prisión y no había más porqué preocuparme.

—¡Helena! ¿Qué haces allí parada? Ya preparé el desayuno. — el llamado de mi madre me expulsa de mi trance.

Voy bajando los pocos peldaños que me quedan.

—Lo siento, estaba verificando la dirección de la empresa. — miento

En la mesa, unos ricos panes recién horneados sobre una bandeja activaron mis papilas gustativas, el olor era exquisito. Una taza de chocolate, un tarro de mantequilla de maní, tres huevos fritos sobre un plato cada uno y una crema de Nutella complementaron con el desayuno y contribuyeron a romper los esquemas de mi dieta.

Mi estómago gruñe de querer devorar todo lo que tenía en frente, sin embargo, mis rollitos de más me detenían a gritos.

Entre mi debate digestivo, decido comer de todo un poco.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora