Cambios

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TREVOR

¿Así es como se siente cuando estás a tan solo centímetros de tu objetivo? ¿De ese el cual has estado persistiendo durante mucho y que gracias a tu esfuerzo lo conseguiste?

Fue demasiado sencillo introducirme en esta vivienda para haber llegado hasta aquí.

A metros de ti, Helena.

×××

Primero atravesé la ventana de su cuarto y pasé a escabullirme por el patio sin despertar la reacción del pobre ese que seguía muy concentrado en la cocina. Por un momento antes me detuve en las afueras del baño porque mi sentido del olfato atrapó un aroma floral que desprendía de los bordes de este. Era ella duchándose, lo sabía. Su olor, sin que pueda escapar de ello, me persigue a cada instante; en el trabajo, cuando la veía dormir y ahora aquí bajo estas circunstancias.

A ese paso solo iba a embriagarme con su fragancia en medio del pasillo. No voy a engañarme, cada vez que me acerco a Helena no dejo de respirar su aroma corporal, me enloquece llevándome a otro mundo.

¿Qué clase de asesino soy o sería si antes de acabarla me tomaré unos segundos en olerla como un perro y tener compasión después de todo?

Me armé de valor, luego de parpadear varias veces hasta esparcir cualquier ansia que crecía en mí, y corrí escaleras abajo hasta atravesar el umbral que conectaba con la cocina y el patio.

A penas las luces se apagaron fue una señal de que ya podía volver a adentrarme a la vivienda. Y eso hice. No me tomé la molestia de ser sigiloso con mis pisadas, ya que lo que quería era ser visto por ella.

Si habría un cuestionamiento como: "¿Y qué pasaría si ella no fuese la única que te viera?"

Sencillo, conozco a Javier desde que éramos niños y puedo afirmar por todo lo poco y mucho que anhelo tener que, aunque surgiera un terremoto de once grados o su alrededor estuviese en llamas, este no abriría los ojos a menos que le echaran agua por toda la cara y se le sentaran encima.

Como sea, seguí caminando muy despacio. Hasta que mis intentos de despertarla surcaron sus sentidos. Helena abrió sus ojos y observó aterrada cada rincón de la sala, mientras que yo solo disfrutaba del espectáculo que decoraba su rostro. Creyendo que no me percataría de sus movimientos, ojeé que su mano izquierda se escondía bajo el mueble para sacar un cuchillo de cocina usándolo como amenaza o escudo.

Me reí por dentro al imaginar que con eso podría hacerme daño. A penas esta lo alzase al aire para atacar el objeto ya estaría en el suelo o en mi poder.

Helena seguía mirando con detenimiento el panorama tratando de encontrar al dueño de las pisadas. Empecé a dudar que tal vez el sueño la estuviese cegando porque era tan sencillo verme, no estaba tan lejos. De mi bolsillo extraje un gorro negro de lana y me cubrí la cabeza para hacerle complicada la tarea de descubrirme.

«Que tonto, si con un cambio físico total no logró reconocer a su violador, ¿qué diferencia hay con un inútil gorro?» Refunfuñó mi otro yo.

Inmediatamente, hice del momento una oportunidad y la aproveché para jugar un poco.

—Ptss... Ptss... Por aquí —susurré, y llamé su atención.

Pude garantizar escuchar sus latidos del corazón muy fuertes. Eso me emocionó.

—Estoy muy cerca —volví a hablar, incrementando sus ganas de buscarme con los ojos y el desgano en no querer aventurarse a levantar ese hermoso trasero del sillón.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora