HELENA
—¿Trevor? Qui-se decir Jefe, ¿qu-qué hace aquí? —balbuceo.
No entiendo porqué estoy estremeciéndome de nervios, es solo mi jefe, quien a decidido aparecerse de la nada, como casi igual al otro chico que me amenazaba cada noche. ¿Qué hace que actúe así? Intento mantener todo bajo control reposando mis brazos sobre mis piernas, pero no lo consigo. Todo empeora.
—¿Trevor? —cuestiona Javier con la voz casi llegando al tope de la indignación y la incomprensión.
Lo miro con las cejas juntas y la frente arrugada. Ese es su nombre, no puede ser raro.
—Cero preguntas. El que va a hablar a partir de ahora soy yo —su voz es gruesa y firme, demandante. Quiero reclamar, hago el intento de enderezarme, pero al ver que guía su mano a la manija de la puerta y la asegura con el pestillo una fuga eléctrica se apodera de mi garganta advirtiéndome que es mejor no hacer absolutamente nada.
De lado en lado observo a mis amigos y están estáticos, Javier prefiere no hablar y se relaja. Alice lo sigue observando, sin embargo, más allá de su vistazo noto que sus ojos se achican profundizando con los suyos, escarbando en ellos, en su cara y cuerpo, analizándolo. ¿Soy la única nerviosa?
—Yo te conozco —susurra mi amiga.
—Dije-que-nadie-hable —sentencia Trevor pausadamente.
Los tres, aún pasmados, seguimos a mi jefe ir pensativo con las manos en la espalda de un lado a otro como si formara las palabras exactas para su argumento.
—Je-fe, yo... —quiero hacer una pregunta, más su intensa mirada forma en mí una tela que impide el pase del oxígeno a mi garganta. Gimoteo muy por lo bajo.
—Fue fácil cambiar todo, desde aquel día hasta hace unos minutos—no comprendo. Muda, sigo oyendo—. Es fácil cuando tienes todo a tu disposición, nada queda y nada te falta, igual lo consigues —mis dudas siguen sin aclarar—. Sé que lo primero que se estarán preguntando es qué hago aquí, el cómo lo hice es lo de menos. Continuaré con la respuesta que la señorita rica acaba de darme —carraspea su garganta para tener mejor entonación. Por el rabillo del ojo veo que la rubia se muestra ofendida por el apodo de niña rica—. No solo tú me conoces, casi el país entero lo hace —¿eso es obvio no? Es un exitoso empresario, y a pesar de que no tenga mucho tiempo su cara ya debe estar por todo sitio—. Pero no necesariamente por la alta economía que tengo gracias a mi trabajo, sino que me hice, de la contraria forma, famoso gracias a ti —sus ojos miel aterrizan contra los míos. Ahora la confusión me adorna.
—¿Yo qué hice? —indago enarcando una ceja— Ni si quiera lo conocía.
—Silencio. Créeme que cuando termine de hablar solo querrás que te trague la tierra —mis manos se cierran y aprietan tanto que la sangre podría dejar de circularme. Las manos de Javi abrazan las mías y, solo un poco, me va calmando. Trevor nota aquel gesto y finge no haberlo visto, pero lo sé por los orificios de su nariz anchándose de molestia y la destrucción de sus ojos que arden, hasta siento las quemaduras marcando sobre mi piel—. Años antes era el común niño que vivió sin padres y sin educación. Mi adolescencia era un asco y todo empeoró. Tenía una vida descontrolada y sin supervisión, a pesar que cargaba con una responsabilidad, que era cuidar a mi hermano menor, lo hice a un lado y seguí con lo mío. Aquello me trajo una gran cantidad de deudas y tuve que vender mi casa para ayudarnos entre los dos. El tiempo voló y fui endureciendo mi carácter, lo que resurgió otra personalidad, una peor de la que tenía antes. Quien se acercaba a mí, ya sea a burlarse, a insultarme —sus ojos vuelven a desafiar los míos, a la vez encarándome—, a dejarme el ridículo delante de todos o solo conmigo, pagaba las consecuencias.
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© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)
Misteri / ThrillerHelena experimentó lo que era el dolor, la angustia y el terror en carne propia, haber sido violada. Ella buscó justicia y logró su objetivo de echar al tipo tras las rejas. Con el tiempo decidió trabajar en una de las empresas más reconocidas del p...