Confianza

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(Elm narrará algunos capítulos más)

×××

—Yo ya te perdoné, confío en ti —esas palabras son todo lo que necesitaba, mi corazón siente una sensación que jamás había tenido. Sonrío bobalicón—. Y no te detengas —vuelve a cerrar sus ojos arqueándose sensualmente hacia atrás sin desatar el abrazo.

Jesús... ¿En verdad existes? Porque si es así apiádate de mí. La diosa de todos mis pecados ha decidido perdonarme. Soy un maldito, un maldito con una suerte infinita, altamente atractiva y traidora a la vez. Lo haré, ten por seguro que tomaré tu propuesta.

—Así como tú me demostraste que no todo en esta vida es rencor y venganza, yo te demostraré que existe la liberación a través de todo lo que ves. En cuerpo, alma y mente eres y serás mía, Helena.

Las caricias que nos repartimos no cesan, resbalan sobre nuestra piel con todas las intenciones menos de detenerse. La beso con una infinita delicadez y de vez en cuando deslizo mis párpados hacia arriba para observar a tal belleza de ojos verdes que mi grande cuerpo abraza con pasión.

Desde el agujero mental de mis deseos no solo ronda lo que está a punto de venir, más bien lo que la puso así unos veinte minutos atrás. Fue inesperado y lejos de mi alcance de resolverlo, poniéndolo más difícil porque no me lo llegó a decir.

El hecho de que Axel y Luca estén involucrados en su vida me enoja porque para empeorar puede que realmente Helena esté en nuevos problemas y yo no pueda intervenir. Aunque juré estar a su lado el tiempo que ella quiera o crea conveniente -ojalá interminable-, lo aprovecharé para acercarme, saber qué le ocurre y ayudarla en lo que sea.

Otro inconveniente es su familia y el resto de sus amigos, a excepción de Alice y Javier. Nadie sabe que yo, quien abusó de ella, estoy envuelto en sábanas sobre su desnudez, con los labios húmedos y pegados en un delirio de no querer perderla como si fuera las últimas noches que pasemos juntos deleitándonos con nuestros jadeos a causa de la calentura que despiden nuestros poros.

«No, no pienses en eso ahora». Me resondro apretando los ojos. Vuelvo a abrirlos dentro de un rato y la miro.

Es tan hermosa.

Cómo pude ser tan idiota... Estoy muy arrepentido. Me dejé llevar por mi ego. ¿Qué más puedo hacer para tener su perdón? Tal vez esto no sea mucho, y no quiero decir que con esto lo quiera conseguir.

Llevo la palma de mi mano a su cabello y juego con su suavidad, la atraigo a mí mas de lo que ya estamos. El contacto se profundiza, mis pectorales con sus pechos impactan haciendo del roce, piel con piel, más ardiente y ¿amoroso?.

El período del beso se va acrecentando y tomo la decisión de pasar al siguiente nivel. No sé si le dolerá, quizá sienta una fuerte presión, una que poco a poco se irá disolviendo hasta que se acostumbre.

Tengo miedo y vergüenza. La primera vez la destrocé sin piedad ninguna emoción fluía en mi interior, solo el odio y el resentimiento.

No me imagino el ardor y dolor que pudo haber sentido incluso estando poseída por la droga.

—¿Segura lo quieres? —dudoso, detengo mis caricias y apoyo mi antebrazo a cada lado de su rostro.

Sin mover sus párpados y tomándose solo dos segundos asiente con la cabeza, perdida.

Sin más preámbulos me acomodo en medio de sus piernas, ella colabora en darme el espacio que necesito, y lentamente busco la entrada a la deliciosa perdición. No quiero verme como un desesperado. Ahora sí nuestras intimidades están cara a cara y muy despacio voy entrado a ese estrecho camino que me hace cerrar los ojos de inmediato. Hundo mi cabeza entre la curva de su cabeza y su hombro y reúno fuerza para continuar impulsándome suavemente adelante.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora