HELENA
Antes de vaciar el dinero de la cuenta de David y guardarlo en mi bolso con mucho cuidado de que no rebalsara, si... este sacó demasiados billetes que perdí la cuenta; lo noté demasiado nervioso. Incluso cuando estuvo marcando la clave de su tarjeta para tener acceso a ella las manos le temblaron en milésimas de segundos. Me mantuve todo el rato en silencio, vigilando cada movimiento que daba. Desde que me hizo esa pregunta, acerca de la suma de dinero, en la conversación percibí una sensación muy fuera de lo normal.
Poco después de hacerle notar nuestra sospecha de haberlo visto muy cambiado por varios días, en su rostro se manifestó la incredulidad y nuevamente esa energía de querer desaparecer del sitio como antes quiso hacerlo apareció, y que Javier le insistió en que viniera conmigo.
¿Él también lo habría notado?
Muy aparte de que la respuesta que David me dio no me convenció del todo.
No quiero perder el tiempo volando con mil y un teorías que ni sean ciertas y sigo caminando con el objetivo de llegar a la comisaría donde Alice y Janeth fueron trasladadas.
El abrazo de Javier me consuela un poco, me hace ver y sentir que no estoy sola en todo esto.
«Deberías confiar más, tal vez él pueda ser la última persona que quiera alejarse de ti». Discuto conmigo misma, a la vez elevo la vista para observarlo.
Sereno y precavido. Esas dos palabras son con las que puedo describirlo ahora mismo.
O eso es lo que quiere aparentar.
Llegamos a la comisaría central, que para mi maldita suerte es la misma a la que había ido la primera vez en que quise denunciar las cartas que el ex presidiario me estuvo enviando y que yo, tonta, no las había llevado para ejecutar el caso.
—¿A dónde tenemos que ir? —pregunta Javier una vez que ingresamos.
Este me suelta del hombro sin irse de mi lado. Yo ajusto la bandolera de la cartera con mis manos. La estación está tal como la recuerdo. La recepcionista está en medio de la sala y a sus costados hay dos entradas donde una guía hacia unas de las principales celdas, donde traté de ver al causante de mis pesadillas nocturnas en aquel entonces; y la otra lleva a un angosto pasillo claro donde más entradas se visualizan desde nuestra posición, llevándonos a diversas áreas de investigación.
Antes de hacer acto de presencia frente a la chica que no deja de teclear en su pantalla, un oficial se cruza en nuestro camino y se detiene para interrogarnos.
—Buenas noches chicos, ¿en qué podemos ayudarlos? —se presenta amablemente portando su uniforme azul y su placa policial a la altura del pecho. Alrededor de sus caderas una correa negra sostiene firmemente un arma de fuego tipo pistola calibre 22 y al otro extremo de las mismas un bastón negro y linterna.
Quiero preguntar por mis amigas, pero de una manera inexplicable mis ojos se empañan y las palabras rechazan fluir hacia mi boca.
«No Helena, no. Ahora no es momento de llorar. Sé que eres consciente de que lo estás haciendo por ellas, pero no dejes que la realidad, de que posiblemente no las liberen, te dañe. Eres más fuerte que eso. Y si sucede, pues intentaremos con algo más. Además, recuerda que como testigo de las amenazas de Charlotte hacia ti y persona rubia puedes usarla en su contra y dar a aclarecer al oficial para que pueda ir en su búsqueda como también posible sospechosa». Me digo, al mismo tiempo intento detener cualquier sensación de retraimiento.
Javier toma mi mano y lo presiona suavemente otorgándome un poco de tranquilidad. Luego de enseñar mis dientes arrugo mis ojos para evitar que más cristales líquidos salgan de allí, me armo de valor y comienzo a hablar.
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© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)
Misteri / ThrillerHelena experimentó lo que era el dolor, la angustia y el terror en carne propia, haber sido violada. Ella buscó justicia y logró su objetivo de echar al tipo tras las rejas. Con el tiempo decidió trabajar en una de las empresas más reconocidas del p...