Trato indiferente

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ELM

-¿Trevor?

-Sí, él habla. Dime, ¿están contigo?

-Sí, llegaron puntuales. ¿Te los mando con Michael o que vayan por ti?

La luz del dorado sol acaricia los árboles, los bultos de arbusto que rodean los jardines, las aves, algunas que jamás he visto, se posan en las plantas y realizan su canto matutino; la mañana está impecable y desde aquí, frente a la terraza, la vista es impresionante. Con el teléfono en la mano apoyándola en mi oreja giro a medias encontrándome con Helena envuelta con la sábana de pies a cabeza. Ladeo los labios.

-Espéranos. Iremos en veinticinco minutos.

-Muy bien. Ahora debo ir a mi empresa a chequear algunas tareas. Nos vemos a las tres en punto -corta la línea.

Voy hacia la cama. -Helena... Ya despierta -se remueve con pereza y me da la espalda.

Giro los ojos.

Una vez me separo de ella me introduzco a la ducha y remojo todo mi cuerpo. El agua tibia me relaja y por un rato desaparece todo lo que contengo en mi cabeza. Terminando la reunión llamaré un rato a David para ver cómo van las cosas.

Pienso salir con la toalla cubriendo mi piel entera, pero por otro lado me da igual porque de por sí mi secretaria, que espero mínimo esté despierta, me ha visto desnudo ayer en la noche.

Y no creo que no le haya gustado lo que contempló.

Abro el primer cajón y saco mi vestimenta del día: una casual camisa lila con corbata negra y mi pantalón oscuro. Al siguiente tengo mis medias y mi bóxer. Todo listo.

-¡Qué carajos! -atrás mío la voz de mi acompañante no se hace esperar.

Con el pantalón a mitad de las rodillas y el torso desnudo volteo.

-Hasta que despiertas. Ve a alistarte que se nos hace tarde.

-Pudiste vestirte en el baño, ¿por qué hacerlo en mis narices? -con la estupefacción decorándole cada poro de su cara, me vocifera poniéndose de pie arrugando las cejas y cubriéndose torpemente su fisonomía.

Me asombra su comportamiento. Anoche parecía un hámster con miedo y ahora una tigresa con hambre de atacar.

¿Así que con esas? Bueno, yo seré el león.

En dos segundos me abrocho el cinturón y me acerco a ella apegándola a la pared impidiéndole escape.

-Ayer hemos estado revueltos en esa cama -apunto al desastre que hizo al levantarse- des-nu-dos -separo esa exquisita palabra al recordarla abajo, muy apegada a mí. Relamo mis labios al ver los suyos temblando por mi figura. Su aliento mañanero se estampa contra mi rostro, que por cierto nada mal, y no me importaría si ese no fuera el caso con tal de tenerla cerca nada me bastaría... Nada sería suficiente cuando se tratara de ella.

Sus ojos se deslizan hasta llegar a la punta de sus pies y resopla.

-Eso fue ayer -susurra.

-Mírame -elevo su mandíbula-. Y hoy es un nuevo día tal y como lo fue ayer.

-Pero...

-Nos quedan once minutos, no tardes -me vuelvo el estricto jefe y regreso a mi sitio para terminar de cubrir la mitad de mi cuerpo para arriba.

Dentro de poco oigo el agua del grifo escurrirse por el suelo, señal de que la ojiverde inició su tibio baño.

Al cabo de minutos, ella como siempre luciendo altamente elegante sin la necesidad de usar seis joyerías en cada parte de su cuerpo, portando dimensionales vestidos de gala o llevando cuatro kilos de maquillaje en el rostro, sale del baño y va por su maleta de viaje para extraer sus zapatos.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora