Yo cumplo mis promesas...

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No quería llegar al cuarto día, juro por lo más ansiado que tenía en mis manos quería transigir esa allegada amenaza, como revertir el tiempo y hacer que esto nunca hubiera ocurrido. Pero el destino no estaba de mi lado, se estaba encargando de empeorarlo todo. Esa noche fue una total pesadilla desde la última vez que recibí su mensaje en la casa de Lucero. Sentí que el apagón que albergó nuestro entorno era una señal de su llegada, pero aquello significaba que él estaba libre, ¿no? Todo esto iba confundiéndome cada día más, ¿quién carajos había apagado todas las luces de la casa? Quise exiliarme de mis dudas, así que al día siguiente fui a la comisaría con el mensaje de texto en mano para verificar si ese hombre, Elm Kilian, seguiría tras las rejas. Esa mañana decidí vestirme como normalmente solía para ir a trabajar y en mi bolso llevar unos lentes oscuros y una manta de mi madre para cubrirme la cabeza. Con ese disfraz pasaría desapercibida ante los ojos de ese preso, ya que su mensaje fue muy claro cuando dijo que me había visto en la comisaría. Estaría cerca de mí en cualquier instante y quería evitar que me reconociera a toda costa.

La oficial, quien me dijo que dicho sujeto aún seguía preso aliviando todo susto en mi ser y, por suerte, quien también logró ver el mensaje que le mostré a través de mi celular, se lo mandó a un rastreador para que filtrara el número desconocido y averiguara su ubicación. Esperé media hora, hasta que este llegó y al entregarle mi celular a la policía negó con la cabeza, seguido se inclinó hasta llegar a su oído y murmurarle algunas palabras que a esa distancia no podía percibirlas, finalmente se marchó. La voz de mi consciencia me decía que no eran buenas noticias.

—Señorita, lamento decirle que no se ha podido hallar la ubicación de dicho número, al parecer el propietario a restringido total acceso. Contamos con uno de los mejores rastreadores como para que estas cosas no sucedan así nomás. Le recomiendo que cambie inmediatamente de número e ingresaré su problema a la base de datos para tomarlo en cuenta. — dirigió su vista a la pantalla del teclado y siguió con su deber — Que tenga un buen día

Mi día siguió un asco. Seguí trabajando por las tardes y llegando a mi casa por el atardecer. Mis padres me recibían gustosos y yo solo quería recibir mi acogedor colchón.

No sé que me hervía la sangre, el tener un trabajo rutinario y sin un enfoque a futuro, o el no haber obtenido la oportunidad de trabajar en mi orientación profesional y desperdiciar ese dorado tiempo en esto, acomodar, soportar a algunos clientes y vender ropa. No mentiré, me encantaba mi trabajo, sin embargo, no me preparé cinco años estudiando para esto. Me propuse a seguir buscando un empleo durante toda la noche desde mi laptop, los resultados eran variados, sin embargo, ninguno el cual requería.

Recuerdo que había pasado media hora y encontré un puesto que decía Jefa de administración. En es momento estallé de alegría y mi colchón se vio afectado por el chocolate caliente que derramé en ella sin querer. Cuando accedí al enlace me di con la sorpresa de que las capacitaciones eran por un mes en este país y que el trabajo oficial se empezaría en España; definitivamente rechacé tal oferta. No me veo en otro país, no aún. Esa noche pude dormir pacíficamente, sin otros mensajes que interrumpieran mi siesta o que la agraviaran.

El jueves fue el mismo día rutinario, el trabajo transcurrió con normalidad, almorcé con los chicos a excepción de Javier, quien desde hace varios días se ha mantenido distante conmigo y no hallo una razón de ello, a pesar de que intenté acercarme con la excusa de que me diera el precio de una blusa a través del escáner del código, este simplemente me quitó la prenda e hizo todo el proceso, luego me dijo el costo y finalmente se giró sin siquiera mirarme. Le pregunté al compañero que trabajaba con él y alzando los hombros me dijo que desde hace días estaba con ese semblante. En las salidas, Cielo me acompañaba a tomar el bus y se bajaba dos paraderos antes que el mío, puesto que ella vivía cerca de un departamento algo descuidado; a lo que me comentó estaba trabajando para mudarse, odiaba el desorden de ese lugar; las bolsas de basura que arrojaban desde el restaurante del primer piso al callejón emanaban un hediondo olor hasta llegar al tercer piso de su casa. Por esa razón y muchas más quería irse.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora