Parte 5

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ELM

Nos alojamos en el avión, serán doce horas hasta llegar a Turquía.

Elm

Elm

Elm

Su inocencia aún late hasta en su melodiosa y tartamuda voz. Le exigí que me nombrara porque ansiaba escucharlo de ella, un acorde delicado que va acompañado de una sinfonía precisamente especial, suave, como viento correr frente al mar que no me cansaría de sentir, de seguir existiendo, de prevalecer en ese sitio; así es su voz, tan resaltante y hermosa, como un eco que cuando se vuelve a oír vuelve a despertar mis sentidos.

Me despierto y ojeo la hora de mi celular, no falta mucho para llegar. Me remuevo para ver a Helena y esta se encuentra encorvada sobre el asiento durmiendo. Resoplo fastidiado porque está dándome la espalda. No la señalo con culpa, ya que los asientos que nos ofrecieron fueron uno al lado del otro.

No tolera ni verme despierta menos lo hará dormida.

Ojalá no haga tremendo show cuando vayamos al hotel.

"Señores pasajeros, les pedimos que ajusten su cinturón porque el avión va a aterrizar al punto final de su destino..."

Dejo de seguir la voz de la azafata y aprovecho en despertar a la ojiverde. Somnolienta entiende poco lo que le mando y yo mismo me hago cargo de abrocharle el cinturón. Está tan decaída de sueño que ni se percata que a consecuencia de asegurarla, en pocas palabras de inclinar mi cuerpo al suyo para llegar a la correa que colgaba al otro extremo, estamos muy cerca.

—Ya vamos a llegar —susurro cerca de sus labios entre abiertos.

Contrólate, idiota.

No, no puedo dejar de mirar sus labios. Quiero saborearlos otra vez.

Sin embargo, parece que cae en la cuenta de lo que está pasando, de lo que estoy a punto de hacer y se hace atrás con los ojos bien abiertos. De inmediato me aparto y me excuso de que solo le abroché por el aterrizaje, por ende, nuestro acercamiento.

Ok —contesta con el rostro mirando al otro lado del avión.

Muy bien, esto tardará un poco.

Y por fin aterrizamos.

Turquía, república presidencial a disposición de un estado democrático, el hogar de varias civilizaciones con un puesto económico no tan bajo. Muy pronto conoceré más de este lugar, sus costumbres y tradiciones, así como su gente y sus platos. Pero no es momento de merodear sobre aquello. Antonio me está esperando precisamente en la ciudad más importante y la tercera más poblada de Europa: Estambul.

Agregando que me recalcó acerca de un empleado suyo que nos está esperando en las afueras del aeropuerto para llevarnos hasta la ciudad.

Lo encontramos. Es un señor vestido elegantemente de negro y con lentes oscuros sujetando mi nombre sobre un papel blanco. Le doy un caluroso y gentil saludo presentándole a Helena como mi secretaria y este, con una dibujada sonrisa en el rostro, nos guía hasta la lujosa camioneta.

No dejo de asombrarme con el magnífico paisaje, las restructuras de cada edificio, casa, tienda, los botes navegando sobre el mar bajo una bandada de aves y el viento soplando en mi cara. Puede que terminando las reuniones dé un paseo por estas zonas, y no tengo duda de que traeré a Helena.

—Hemos llegado al hotel The house en Karakoy, señor —anuncia el conductor apagando el motor y rodeando el auto para abrirnos la puerta.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora