Un nuevo texto

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Cuatro horas en que Javier ni aparece por la casa. Por la tarde aterrizamos a las cinco y ni si quiera ha respondido mis llamadas, las de Alice menos. Ella insistió en que le dijera quién era ese hombre y por qué se iba con Javier, más no le llegué a responder ninguna de sus interrogantes. Desde la tarde estamos esperándolo y mensajes y llamadas es lo que menos hemos presenciado por su parte.

—Han pasado cuatro horas y ni señales de este chico, creo que debemos ir avanzando. Además, hasta ahora no me has contestado lo que te llevo preguntando desde la tarde —no deja de quitar la vista del móvil, parece que está interactuando con el grupo—. Los chicos me quieren asesinar, llevan esperando más de una hora en la entrada de mi casa —me enseña la pantalla de su aparato y efectivamente ya están preparados con sus antorchas. Ella sigue tecleando—. Le envié la dirección al idiota para que pueda darnos el alcance, lo siento Helena, debemos ir.

Concluyo que mientras más corra el tiempo menos reunión para nosotros.

—De acuerdo, si es así andemos —me dirijo a la puerta y la abro—. Una cosa, por favor no me sigas preguntando sobre Javier porque no pienso hablar de eso, si él y tú llegan a ser grandes amigos, podrá contarte —digo sarcástica y trazando una fina sonrisa en mis labios. En otro lado, temo por la vida de ella, me niego a decirle que nuestras vidas están al borde de un precipicio y a involucrarla; desde un principio me enfoqué en resolverlo sola, y quiero que siga así.

Poco después aparecemos en la morada de mi amiga y como se predijo todos nos están observando con malas caras. Se levantan del suelo para acercarse a nosotras.

—Pero miren nada más, la dueña llegando al final —ironiza Joshua con las manos moviéndolas al aire. Pasa a saludarnos, seguido de Eduardo, Omar, David, la razón por la que estamos aquí; Lucero, y el resto de mis compañeros del trabajo Zara.

—¿Y saben algo de Cielo? —me atrevo a preguntar bajo las rejas de la entrada general de la casa. Alice comienza a abrirla con un código de seguridad. Yannick es ahora el que responde:

—Fuimos a verla y estaba estable, sin embargo, no puede mantenerse mucho tiempo despierta, al cabo de unos minutos vuelve a cerrar sus ojos, por lo tanto, debe quedarse en observación —me entristece esa noticia, el que no pueda mantenerse despierta, aunque el que ya haya tenido esa primera reacción es, en parte, buena—. Antes de que se volviera a dormir me preguntó por ti y quiere verte, necesita hablar contigo lo antes posible —en ese entonces mis sensores de preocupación se activaron—. No intentes saber sobre qué porque el cansancio le venció de inmediato —mis ganas de lloriquear como a una nena me debilitan el cuerpo—. No, no, no, esta noche nos vamos a divertir —dice este muy alegre y risueño, me abraza por el hombro—. Te extrañé, ojos de gato —ese apodo tan usado y escuchado me hace reír hasta querer borrar las ganas de derretirme en lágrimas— ¿Qué esperamos?

Todos vamos al interior y cada uno se va acogiendo a su manera; Marck, Karl, Junior y Yannick echan un vistazo alucinante a toda la estancia como si de un castillo aparentara, se ven muy graciosos, parecen niños con los ojos iluminados de sorpresa, aquello me arranca una divertida sonrisa.

—Karl, creo que a partir de ahora las fiestas se realizarán en este caserón —insinúa Junior hacia el otro chico que no deja de repasar con su presencia la sala de juegos, el comedor, el patio de atrás, y por poco no quiere ir al segundo piso a inspeccionar.

Karl deja de caminar y se voltea hacia Junior para ir hacia él, un apuesto jovencito con lentes circulares de montura delgada y debajo de esos cristales reposan sus ojos cafés, tiene la piel color canela y un rostro muy apuesto.

—Pensé que era el único que lo había pensado —entre los dos sueltan unas carcajadas—, solo espero que Alice no se lo tome a mal si le digo que nuestra visita sea frecuente —desde aquí, en el mostrador, puedo escuchar su graciosa conversación y el corazón se me encoje al saber que obviamente ella aceptará encantada la presencia de todos aquí, puesto que la mayor parte de su vida y tiempo la pasa muy sola. Sin embargo, tendré que meter mi bocota en sus asuntos si me entero que solo lo harán por conveniencia y no por su valiosa amistad—. Seré yo quien se lo proponga, al final estamos empezando a ser buenos amigos, aunque en las compras sea insoportable.

© CUANDO TE ENCUENTRE (FINALIZADA, Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora