Con un nudo en la garganta me encaminé por el pasillo hasta llegar al ascensor, presioné un botón y en pocos segundos las puertas se abrieron; entré en la cabina y luego presioné otro botón que me indicaba el tercer piso .Yo estaba realmente nerviosa, estos grupos no eran lo mío, por lo tanto tenía miedo; eso de ser sociable nunca se me dio, pero lo hacía porque ya terminarían estas molestas sesiones.
El ascensor se detuvo y las puertas nuevamente se abrieron, en frente mío tenía otra recepción con una chica más joven tecleando en una computadora.
- Hola, ¿Por donde está el grupo a cargo de la doctora St. Claude? –Pregunté a la chica de unos treinta años.
- Mira, sigues ese pasillo –Señaló el largo pasillo que tenía a mi izquierda –Y al final hay una puerta hacia tu derecha, ahí es el salón en donde están todos –Dijo ella.
- Okay, gracias –Le dije.
- Espera –Me detuvo –Necesito que me entregues tus cordones, las pulseras, tu teléfono y cualquier otro artefacto que te pueda dañar –Extendió su mano para que se lo entregue todo.
- Necesito mi teléfono –Me negué a entregarlo.
- Te lo devolveré cuando salgas –Me dijo.
- De acuerdo –Se lo entregué y luego empecé a sacar los cordones de mis zapatillas, me quité el collar que tenía un dije con una punta puntiaguda, las pulseras con tachas y picos, y se los entregué a la chica.
Seguí sus instrucciones hasta llegar al final del pasillo, giré la perilla de la puerta que tenía a mi derecha y entré .Había una especie de living, en donde había unos chicos sentados en unos sillones leyendo un libro; a unos metros más había mesas en donde algunas chicas estaban dibujando, otros simplemente charlaban cerca de una máquina de Coca-Cola, y algunos simplemente se limitaban a mirar hacia la nada.
Nadie notó mi presencia, entonces algo llamó mi atención, caminé hasta la pared en donde se encontraba un cuadro sicodélico, en varios colores y con una especie de mensaje que no podía descifrar.
- ¿Es lindo, no? –Oí una voz detrás de mí.
Me di vuelta para ver al dueño de la voz y me encontré con dos chicos; una chica de estatura mediana, de cabello negro ondulado por arriba de los codos y ojos grandes color cafés; y un chico, tambien de estatura mediana, de pelo negro y ojos celestes, parecían amigables.
- Si –Fue lo único que pude decir.
- Por cierto, Hola –Dijo el chico y me tendió la mano –Soy Nicolas –Sonrió.
- Hola Nicolas –Le estreché la mano –Soy Oriana -Le devolví la sonrisa.
- Yo soy Mariel –Sonrió mostrando sus blancos dientes –Es un placer –Ella me abrazó, debo admitir que me sorprendió eso.
- Hola –Solté una carcajada por el abrazo –Es un placer Mariel –Sonreí.
- Es muy amigable, tranquila –Dijo Nicolas riendo.
- Hay que ser amable con la gente –Dijo Mariel.
- Vamos a sentarnos por allá –Nicolas señaló los sillones.
Seguí a Nicolas y a Mariel hasta los sillones, nos sentamos y Nicolas empezó una charla trivial.
*
- Adoro tu cabello –Me dijo Mariel –Creo que es algo muy original –Yo sonreí.
- Gracias, cada tanto lo cambio de color –Le conté.
- ¡Eso es genial! –Dijo Niolas –Es tan espontáneo –Sonrió.
- No te creas, lo hago porque no quiero ser rubia –Dije.
- Sabía que eras rubia –Exclamó Mariel.
- Pero una rubia muy diferente –Dijo Nicolas.
- Gracias, me gusta ser diferente –Confesé.
- ¿Y por qué estas aquí? –Cambió de tema Nicolas
- Cortes –Admití algo tímida.
- Lo entiendo –Mariel puso una mano en mi hombro –Yo también pasé por lo mismo –Me confesó.
- Lo siento –La abracé, a este ritmo ya había tomado algo de confianza.
- No lo sientas, somos personas increíbles e inteligentes, personas muy fuertes –Me dijo Mariel.
- Lo tomaré en cuenta –Le sonreí -¿Y tú por qué estás aquí? –Le pregunté a Nicolas.
- Sufría Bullying –Dijo algo serio –Parece que la gente homosexual no es muy bienvenida que digamos –Dijo con ironía.
¿Nicolas era gay? Eso me sorprendió muchísimo, no parecía un chico gay, digo… no lo demostraba, y parecía más bien esa clase de chicos que tienen a todas las chicas rendidas a sus pies.
- ¿Eres gay? –Pregunté.
- Si, orgulloso de serlo –Sonrió.
- Pero esa no es la razón por la que estas aquí –Le dije.
- No, me intenté suicidar –Confesó.
- Sé lo que se siente –Me acerqué hasta donde estaba él y lo abracé.