Capítulo V: Asesinar a la bestia.

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El agua caliente recorría su piel y limpiaba la suciedad que se había impregnado en ella

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El agua caliente recorría su piel y limpiaba la suciedad que se había impregnado en ella. Con esmero limpió la tierra y el sudor y cuando hubo terminado, se dejó llevar por las sensaciones que la envolvían. Se sentía exhausta y diminuta en aquel cuarto de paredes de mármol en donde solo se oía el arrullo de la corriente.

—Paciencia —se susurró a sí misma haciéndose un ovillo en la tina. 

Paciencia era lo único que necesitaba para no ser arrastrada por las emociones que se habían aglomerado en su interior y que la sofocaban como si intentasen ahogarla. Miedo, preocupación y nervios era todo lo que había logrado sentir cuando escapó de su hogar y ahora su cuerpo le dolía.

Con un suspiro cerró el pase de agua y salió del baño que Gideon dulcemente había preparado para ella. El olor a rosas la siguió desde las profundidades cuando descendió con cuidado los tres escalones que elevaban aquella hermosa y elegante bañera en la que nunca habría imaginado estar. Luego, tomó una de las toallas  dobladas con minucioso cuidado sobre un sostenedor de oro y cristal.

Desde su llegada no había podido evitar observar que el palacio al que la habían traído se infundía de tonalidades claras y brillantes que la hacían sentir en calma; los inmensos cristales le devolvían la silueta y las piedras preciosas capturaban su atención desde las esquinas. Tal como siempre había imaginado, los sitios como aquellos donde habitaban los afortunados eran ostentosos y magníficos.

Al secarse, Caslya no se contempló en el espejo. El recuerdo de la pesadilla aún sondeaba su mente, listo para atemorizarla junto a las imágenes de las bestias a las que se había enfrentado esa noche. Siendo así, tras cepillar su cabello de forma superficial y considerando que se encontraba lista, rodeó su cuerpo con la toalla y salió a la inmensa habitación contigua.

Como era de esperar, estaba sola, sin embargo, sobre la cama con dosel se hallaba una muda de ropa. Caslya sonrió al verlas y agradeció a Gideon por ellas. Después de todo, tras llenar la tina el joven le había dicho que iría a buscarle prendas limpias porque las de ella estaban demasiado sucias y rotas como para ser reutilizadas.

Sutilmente avergonzada, la castaña admiró lo delicado del camisón y lo grácil del conjunto de ropa interior. No era suya, por supuesto y se intimidó un poco al pensar en usarla, sin embargo, espantó a la timidez y se conformó con la idea de que estaban limpias y se miraban nuevas. Así se vistió con prisa y observó que el camisón, a pesar de no apretarle, le quedaba corto, pues en vez de acariciar sus tobillos al andar, rozaba debajo de sus rodillas. No es que aquello la molestara o incomodara, al contrario, apreciaba tener algo limpio y suave que ponerse, solo que notarlo la llevó a pensar que la dueña de las prendas debía ser más baja en cuanto a estatura y más robusta que ella.

Quizá sea de una guardiana, se dijo mientras guardaba la toalla humedecida y regresaba directo a la cama. Era la primera vez que dormiría fuera de casa así que, al apoyar la cabeza en la almohada y cubrir su cuerpo con las sabanas, Caslya se esforzó en cerrar los ojos e imaginó que se encontraba en su habitación, vistiendo su ropa y recostada en su cama; intentó imaginar el ulular de los búhos y la melodía que entonaban los grillos. No obstante, no fue hasta que dejó de pensar en Elián que pudo ser arrastrada por el sueño...

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora