El agua caliente recorría su piel y limpiaba la suciedad que se había impregnado en ella. Con esmero limpió la tierra y el sudor y cuando hubo terminado, se dejó llevar por las sensaciones que la envolvían. Se sentía exhausta y diminuta en aquel cuarto de paredes de mármol en donde solo se oía el arrullo de la corriente.
—Paciencia —se susurró a sí misma haciéndose un ovillo en la tina.
Paciencia era lo único que necesitaba para no ser arrastrada por las emociones que se habían aglomerado en su interior y que la sofocaban como si intentasen ahogarla. Miedo, preocupación y nervios era todo lo que había logrado sentir cuando escapó de su hogar y ahora su cuerpo le dolía.
Con un suspiro cerró el pase de agua y salió del baño que Gideon dulcemente había preparado para ella. El olor a rosas la siguió desde las profundidades cuando descendió con cuidado los tres escalones que elevaban aquella hermosa y elegante bañera en la que nunca habría imaginado estar. Luego, tomó una de las toallas dobladas con minucioso cuidado sobre un sostenedor de oro y cristal.
Desde su llegada no había podido evitar observar que el palacio al que la habían traído se infundía de tonalidades claras y brillantes que la hacían sentir en calma; los inmensos cristales le devolvían la silueta y las piedras preciosas capturaban su atención desde las esquinas. Tal como siempre había imaginado, los sitios como aquellos donde habitaban los afortunados eran ostentosos y magníficos.
Al secarse, Caslya no se contempló en el espejo. El recuerdo de la pesadilla aún sondeaba su mente, listo para atemorizarla junto a las imágenes de las bestias a las que se había enfrentado esa noche. Siendo así, tras cepillar su cabello de forma superficial y considerando que se encontraba lista, rodeó su cuerpo con la toalla y salió a la inmensa habitación contigua.
Como era de esperar, estaba sola, sin embargo, sobre la cama con dosel se hallaba una muda de ropa. Caslya sonrió al verlas y agradeció a Gideon por ellas. Después de todo, tras llenar la tina el joven le había dicho que iría a buscarle prendas limpias porque las de ella estaban demasiado sucias y rotas como para ser reutilizadas.
Sutilmente avergonzada, la castaña admiró lo delicado del camisón y lo grácil del conjunto de ropa interior. No era suya, por supuesto y se intimidó un poco al pensar en usarla, sin embargo, espantó a la timidez y se conformó con la idea de que estaban limpias y se miraban nuevas. Así se vistió con prisa y observó que el camisón, a pesar de no apretarle, le quedaba corto, pues en vez de acariciar sus tobillos al andar, rozaba debajo de sus rodillas. No es que aquello la molestara o incomodara, al contrario, apreciaba tener algo limpio y suave que ponerse, solo que notarlo la llevó a pensar que la dueña de las prendas debía ser más baja en cuanto a estatura y más robusta que ella.
Quizá sea de una guardiana, se dijo mientras guardaba la toalla humedecida y regresaba directo a la cama. Era la primera vez que dormiría fuera de casa así que, al apoyar la cabeza en la almohada y cubrir su cuerpo con las sabanas, Caslya se esforzó en cerrar los ojos e imaginó que se encontraba en su habitación, vistiendo su ropa y recostada en su cama; intentó imaginar el ulular de los búhos y la melodía que entonaban los grillos. No obstante, no fue hasta que dejó de pensar en Elián que pudo ser arrastrada por el sueño...
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Guardianes de almas.
Fantasy❝Cuando eres elegido por algo más fuerte que el destino no tienes escapatoria.❞ Como si fuese una pequeña y hermosa ave enjaulada, Caslya sueña con conocer el mundo del que su hermano tanto la protege, sin embargo, a veces lo que más deseamos es lo...