Capítulo XLVI: Ven conmigo al Infierno.

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La sensación de ser arrastrada por una corriente se tornó caótica y destructiva sin que ella pudiese evitarlo, y de repente, alejándose del resguardo de Elián, sintió que era arrastrada a la realidad de un tirón

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La sensación de ser arrastrada por una corriente se tornó caótica y destructiva sin que ella pudiese evitarlo, y de repente, alejándose del resguardo de Elián, sintió que era arrastrada a la realidad de un tirón. Su mente se convirtió en un caos y un dolor se instaló allí, justo en su cien mientras su cuerpo caía rendido al suelo. Notó el golpe sobre sus rodillas primero y luego la frialdad del suelo en todo su cuerpo.

Caslya gritó, o eso quiso hacer, sin embargo, de sus labios no escapó más que el silencio de una súplica. ¿Qué me sucede?, se preguntó al ser consciente de su estado. Su cuerpo no reaccionaba a sus pedidos más que para propagar un ardor que detenía cualquiera de sus deseos. Por favor, alguien ayúdeme... Pero sus ruegos eran en vano. La oscuridad la rodeaba y lejos, muy lejos de ella oía el sonido de una pelea. Sintió, por más que intentó no hacerlo, que las sombras estaban allí y detrás de ellas una entidad que se calaba en su interior y despertaba el más profundo de sus miedos.

La inquietud la asaltó y se aferró a su valor para intentar moverse. Si escapaba de la amenaza que parecía corroerla, podría saber aquello que estaba aconteciendo a su alrededor. Así que se esforzó y se esforzó hasta que fue capaz de abrir sus ojos, no obstante, el escenario frente a ella la hizo tragar saliva.

Entre lo borroso de su visión Caslya distinguió la figura de Elián desfallecida y sujetada por las sombras que tantas veces la habían atemorizado. ¿Qué le había sucedido? La interrogante huyó de su mente cuando las sombras se deslizaron por delante de ella con formas vagamente humanas. Caslya vio ramas y poder destruirlo todo, pero la oscuridad se alzaba una y otra vez de los rincones más ocultos de Bajo la Montaña y Anissa no pudo detenerla cuando la misma la dejó en la inconciencia.

Debo hacer algo, se dijo y luchó contra la parálisis que parecía someterla contra el suelo. Al final, consiguió contraer su mano y tras ello, centró todas sus fuerzas en conseguir algo más. Mientras lo intentaba, su mirada recorría nerviosa el escenario frente a ella y cuando vio a Kyriel, palideció. Tres sombras lo rodeaban entre siseos agonizantes con afán de atacarlo y cuando lo hicieron, no lo hicieron de a una, sino que las tres avanzaron al mismo tiempo. La primera intentó enterrar sus uñas en el brazo de Kyriel , pero éste, sin dejar de esquivar el ataque de la segunda, enterró su daga en su garganta abriendo un tajo del que escapó un icor desagradable.

Pero no se detuvo en la tercera porque la segunda aún estaba al ataque. Kyriel..., susurró Caslya para sí y cuando la entidad aprovechó su distracción para atacarle, ella usó todas sus fuerzas para gritar.

—¡Cuidado! —le advirtió ella cuando el monstruo dirigió sus garras hacia él. Kyriel apartó al que intentaba desesperadamente asfixiarlo y empuñó su arma para deshacerse del otro. Luego, y con un movimiento demasiado veloz para que ella pudiese capturarlo en su retina, acabó con la segunda sombra.

El guardián fijó su mirada en ella y Caslya se dio cuenta de que estaba más cerca de lo que ella había creído. De cualquier forma, cuando él avanzó, una oscuridad trepó mucho más desgarradora que cualquier otra y se enredó en él tal como y ella había visto en la visión dentro de la cueva.

El desespero la llevó a moverse y tambaleante pudo apenas incorporarse para encontrarse con el encapuchado. Con su presencia, todas las entidades se habían desvanecido y los sabuesos del Infierno se habían echado al suelo, sumisos.

Adoro el caos. —Una voz escalofriante emanó de aquel ser y Caslya intentó retroceder. Esa vez no era un sueño, era real—. Pero ya se han robado demasiado de mi tiempo. —El encapuchado caminó hacia ella con pasos calmos y Caslya, demasiado débil para siquiera ponerse de pie, simplemente le observó.

El filo de un arma resonó en el silencio de la habitación y su mirada viajó hacia Kyriel, quien había conseguido liberarse un segundo de las ataduras para lanzar su arma en dirección al encapuchado. Tan rápido y tan veloz que Caslya solo vio el destello de su brillo y luego el desliz de la figura frente a ella al esquivarla. La cólera centelló en los orbes azules del contrario y algo similar a una risa escapó del maligno. Tras ello, la oscuridad se aferró al cuello de Kyriel y Caslya volvió a gritar, pero cuando quiso ponerse de pie, la oscuridad también vino por ella.

—¡No lo hagas! —le pidió clemente—. No hagas lo que hiciste antes, por favor.

El ser se detuvo en ella y disminuyó la fuerza que empleaba contra el guardián de almas.

Bien sabes que podría acabar con todos y cada uno de ellos en este preciso momento —indicó despiadado—, sin embargo, conozco la piedad y gracias a ella, hablaré contigo, Caslya.

—Hazlo, habla conmigo. Lleguemos a un acuerdo, pero no les hagas daño —pidió ella y el desconocido desapareció de su vista.

Entrégate a mí y despierta. —Caslya sintió al ser respirar justo detrás de ella, un aliento caliente y desagradable que despertó su sentido de supervivencia—. Si no lo haces, tendré que hacer aquello que no quieres verme hacer.

—No sé cómo despertar —respondió ella pasando del temor que sentía al estar tan vulnerable. No había armas ni nada que pudiese usar, y aunque las hubiera, ¿qué oportunidad tenía contra alguien de tal poder?—. No sé cómo dejar que el poder venga a mí.

Por eso yo voy a enseñarte.

—¿Vas a enseñarme?, ¿cómo?

El encapuchado tendió una mano en su dirección —la misma estaba cubierta por unos guantes negros— y Caslya, por un instante, quiso retroceder, pero al final, no lo hizo. Debía convencerle de no asesinar al resto, así que asqueada, se quedó en el lugar cuando él tomó su mentón con delicadeza.

Ven conmigo al Infierno, Caslya —pronunció e inevitablemente las piernas de la joven cedieron y todo lo que creía se desvaneció—. Acompáñame y se quién estás destinada a ser junto a mí.

—Ir... —Ni siquiera era capaz de repetir en voz alta lo dicho. Su corazón latía con prisa y el temblor del pánico recorría todo su cuerpo y se entablaba en su voz—. ¿Por qué me haces esto?

Te estoy dando una oportunidad —contestó él al hincarse frente a ella—. Una oportunidad de salvarlos a todos. Si no la quieres, dímelo y destruiré este lugar con ellos dentro, y luego te llevaré conmigo porque así es como tiene que ser.

Caslya miró en rededor. Hiciera lo que hiciera, ella acabaría con el ser que tanto miedo le causaba, pero podía decidir sobre la vida del resto y por más que su corazón se doblará ante la idea de perderles, no existía en su mente ninguna razón para oponer resistencia.

—Prométeme que les dejarás vivir —le pidió con todo el valor que fue capaz de reunir y el ser se puso de pie.

Lo prometo por mi vida inmortal.

Luego, él tendió su mano en su dirección y ella, rendida ante el destino, se la tomó. Al hacerlo, una oscuridad se arremolinó a su lado. Un portal, pensó y mientras se ponía de pie con ayuda de quien la conduciría hacia la destrucción, observó como la oscuridad se perdía en los rincones y aquellos a los que ella había conocido, eran liberados. Las lágrimas se aglomeraron en sus ojos y cuando Kyriel cayó al suelo adolorido por las ataduras, Caslya se fijó en él y en el dolor que reflejaba su expresión.

—Lo siento —dijo ella al voltear en dirección al portal sin ser capaz de soportar el peso de su mirada pidiéndole que se quedará—. Lo siento mucho, Kyriel.

Lo último que escuchó antes de ser tragada por la noche, fue a él gritando su nombre.  

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