Capítulo XXXVI: Frío y hierro.

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Inevitable fue para Caslya el retroceder con el rostro pálido y la boca reseca al contemplar lo que había frente a ella

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Inevitable fue para Caslya el retroceder con el rostro pálido y la boca reseca al contemplar lo que había frente a ella. Fin. Eso era lo que había, pues el camino terminaba allí, a escasos centímetros de ella y a la distancia, atravesando aquella caída hacia lo desconocido, solo contemplaba el reflejo de sí misma. De sí misma y de todo lo que la rodeaba. Desconcertada dirigió su mirada a Kyriel.

—¿Dónde estamos?

—¿Dónde crees? —dijo él, admirando el vacío como si fuese la primera vez que podía hacerlo. 

En algún otro momento, ella habría valorado la peculiar belleza del paisaje tanto como él, extrañamente, parecía estarlo haciendo, no obstante, estaba demasiado confundida para siquiera avanzar.

—Esta no puede ser la frontera con la Corte Eterna —observó sin atreverse a acercarse a él. La caída desde allí parecía ser mortal, y aunque no temiese a las alturas, estaba lo suficientemente cuerda como para permanecer a una distancia segura—. No hay salida.

Él la miró por encima del hombro y hubo un ápice de diversión brillando en sus ojos.

—Creí haberte dicho algo acerca de las salidas.

—Lo hiciste, pero... —Sin embargo, no fue capaz de terminar de hablar, ya que la tierra bajo los pies de su acompañante se deshizo y él cayó—. ¡Kyriel! —gritó y sin medir consecuencias se lanzó hacia el borde del precipicio.

Con el corazón golpeteando con fervor en su pecho preso del repentino susto, Caslya lo buscó con la mirada y al encontrarse con el frío azul de sus orbes, no pudo evitar soltar una blasfemia. Entre el cielo y el vacío existía un puente tan antiguo como las historias mismas; tallado en madera conducía directo y estrecho hacia el espejo que parecía alzarse cortando ambas Cortes. Y Kyriel estaba sobre él. A salvo y con una expresión de satisfacción en su rostro.

—Asumí que podía devolverte el favor —comentó desde su lugar y ella quiso darle un puñetazo.

—¡Eres un desgraciado! —le gritó sin pensarlo siquiera. Sentía la molestia acarrear su cuerpo, pero a la vez le tranquilizaba la idea de que él estaba bien. De que solo le había jugado una broma... Ante ese pensamiento, ella se asombró.

—¿Qué sucede? —preguntó él, frunciendo el ceño.

—Acabas de hacerme una broma —respondió—. No sabía que detrás de esa fachada aburrida existía un bromista. Estoy impresionada.

Como si recién hubiera caído en sus acciones, Kyriel rodó los ojos y apartó la mirada. Desde la distancia Caslya no pudo oír lo que él había mascullado, pero estaba convencida de que tampoco querría hacerlo.

—Vamos, no es momento para tus comentarios —le ordenó regresando su atención a ella—. Baja.

—Tú eres el que empezó —indicó, pero al caer en las palabras ajenas, tragó saliva bruscamente—. ¿Qué? ¿quieres que simplemente salte?

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora