Capítulo XIII: Hija de Alice.

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La brisa del atardecer acariciaba su piel con cortesía al tiempo que ella se dejaba embriagar por la tranquilidad del entorno

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La brisa del atardecer acariciaba su piel con cortesía al tiempo que ella se dejaba embriagar por la tranquilidad del entorno. Después de la conversación con Elián no había podido evitar querer huir hacia el exterior y a pesar de que Haniel había intentado hablar con ella, Caslya pasó de él. Necesitaba estar un momento a solas; un rato con sus propios pensamientos. Y allí fuera, sentada en las escaleras que conducían al hermoso jardín que horas atrás había contemplado, se había sentido lo suficientemente en calma para pensar.

Pensó en Elián más que en cualquier otro, sin embargo, no consiguió aclarar ninguna de las dudas que navegaban en su mente; ¿por qué nunca le había dicho quién era realmente?, ¿temía que ella lo rechazase o simplemente no quería confundirla? Del mismo modo, ¿por qué, si se suponía que los demonios eran criaturas deplorables, él parecía amarla? Amarla de verdad...

—Basta —se dijo, pues no debía pensar en ello. No en ese momento, al menos. Debía conocer la verdad acerca de sí misma para luego pensar en otros.

De cualquier forma, lo único que sabía con certeza acerca de Elián era que él no iba a ayudarla a descubrir quién era en verdad y aunque la molestase en lo más profundo, no podía hacer nada para hacerlo cambiar de parecer. Él realmente creía que la estaba protegiendo, pero, ¿de qué? ¿Qué podría ser tan peligroso para que él no quisiese verla completa?

—Así que aquí estabas. —La voz de Anissa la llevó a voltear—. Gideon nos estaba enloqueciendo de tanto preguntar por ti.

—Lo lamento —musitó, avergonzada. No había sido su deseo preocupar al castaño, sin embargo,  mentiría si dijera que había pensado en ello, pues su mente giraba únicamente en torno a sí misma—. Necesitaba espacio..., allí dentro todo es...

—¿Demasiado?  —concluyó la rubia ante su silencio y Caslya no pudo más que asentir, de acuerdo. Las grandes habitaciones, los pasillos dorados, los cuadros inmensos..., todo la hacía sentir fuera  de lugar, lejos de casa—. Te entiendo. Al llegar solía sentirme así, perdida en la inmensidad del Edén.

—¿Qué fue lo que cambió?

—Me enamoré de las almas que viven aquí y comencé a sentirme en casa —aseveró y ni un ápice de duda tambaleó su voz. 

Luego de un breve silencio, Caslya habló: 

—Estar aquí afuera me hace sentir en casa —confesó—. El bosque, las aves..., todo es tan igual que por momentos olvido que jamás podré regresar.

—Quizá no puedas regresar al pasado, Cass, pero puedes volver a él siempre que lo recuerdes —observó Anissa, mirando más allá de ella, hacia el bosque naciente—. Después de todo, cualquiera fuese la vida que llevabas allí, debe valer la pena recordarla. 

—¿Por qué lo dices? —preguntó. De repente, se sintió sofocada por la añoranza.

—Porque yo también tuve un hogar y se veía como el tuyo... —Tras decir eso, se desperezó, despreocupada—. En fin, deberías entrar pronto. La cena estará lista y no querrás perdértela por nada del mundo. Las chicas cocinan de maravilla —añadió sonriente.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora