Capítulo XXXII: ¡Por el Sello!

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La oscuridad había empezado a proyectar sombras en la habitación, anunciando que la noche caería pronto y con ella la hora de dormir

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La oscuridad había empezado a proyectar sombras en la habitación, anunciando que la noche caería pronto y con ella la hora de dormir. Desde el ataque, Baztiel apenas y había conseguido pegar ojo. Tenía pesadillas y en cada una de ellas veía a Danna. A veces simplemente la veía alejarse de él, pero en otras la veía arder en llamas; llamas que él no podía gobernar. Irónico, si lo pensaba. Él que había sido bendecido con el poder del fuego no podía salvar a la persona que amaba de ser calcinada...

Baztiel se apresuró a negar con la cabeza. Eran solo pesadillas, consecuencias del veneno que había circulado su cuerpo y que casi acababa con él, sin embargo, no podía controlar la opresión que gobernaba su pecho cada vez que la imagen hacía aparición en su cabeza. Además, no era solo el sueño lo que le quitaba la tranquilidad, sino la culpa que lo corroía lentamente y que ardía cada vez que Danna lo miraba.

Dos tocadas a la puerta atrajeron su atención.

—Adelante —dijo, esperando que fuese Edrielle quien cruzase, pero al encontrarse con unos hermosos ojos verdes, la sorpresa le invadió—. Danna...

—Dije que te cuidaras sino querías preocupar a alguien —comentó la joven mientras ingresaba a la habitación cargando una bandeja de alimentos en sus  brazos—. Comer es parte de ese cuidado, Baztiel.

—Lo sé, simplemente yo no... —Pero cerró sus labios al no encontrar las palabras adecuadas. Luego pasó una mano por su cuello y suspiró—. No me apetecía bajar a cenar.

Danna dejó la bandeja en la mesa que se encontraba a un lado de la cama antes de fijar su atención en él.

—Si te incomoda mi presencia, tienes que decírmelo. —No hubo reproche en su voz, solo una impasibilidad que había resultado más devastadora de lo que él hubiera esperado—. Organizaré con Mab y Edrielle y tomaré mis comidas antes que el resto de ustedes. No tendrás que cruzarte conmigo y...

—Basta. —Ella lo miró confundida—. No me incomoda tu presencia, Danna. Solo que... —No supo cómo continuar. ¿Qué es lo que quería decirle?, ¿qué temía descubrir que ella le aborrecía por dentro?, ¿qué él la había destruido con sus actos...? A veces se sentía un monstruo, incapaz de verla sin sentir que había fallado como hermano mayor—. No puedo soportar estar cerca de ti y no poder actuar como hubiera actuado cualquier otro día antes de esa noche.

Baztiel oyó como la chica tomaba aire antes de ver como se sentaba en el borde de la cama. A pesar de su expresión de piedra, él era capaz de notar la tensión en su pequeño cuerpo y por un instante deseo acercarse.

—Ya te he dicho que esa noche no ocurrió para mí.

—Pero sí ocurrió —replicó él—. Ocurrió y tienes todo el derecho de odiarme por ello.

Por primera vez a Danna la invadió el horror.

—¡Por el Sello! Yo no te odio.

Él la miró con cierto agobio.

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