—Ya está. Lo he decidido.
Los ojos oscuros del demonio se posaron sobre ella.
—¿Has decidido qué historia me vas a contar? —preguntó él con un dejo de curiosidad en su voz.
Anissa asintió y se acomodó en el asiento de madera que decoraba el calabozo con la intención observar al ser frente a ella. Respiró hondo y rebuscó esa confianza que la caracterizaba. Solo es una historia, se dijo. Y a pesar de ser consciente de ello, la inquietaban las consecuencias de narrar hechos de su pasado —por más banales que fueran— a un demonio.
De cualquier forma, espantó sus dudas. Sabía que, al hablar, le entregaría poder sobre ella, sin embargo, no iba a echarse para atrás. No ahora. Así que elevó la mirada y se fijó en el prisionero.
—Cuando tenía seis años, mi padre me dijo que debía partir hacia Galia porque un miembro de la corte real había solicitado sus servicios —contó. El mencionar a su padre, después de tantos años, la hizo sentir extraña. Los guardianes de almas no solían hablar de sus vidas antes de llegar allí—. Mi padre era un excelente carpintero y todo el que alguna vez hubiese visto su trabajo, podría asegurarlo. Era dedicado, atento y solía tener siempre una sonrisa para el cliente. Así que ni a mamá, ni a mí nos sorprendió que la realeza quisiera uno de sus trabajos. Después de todo, merecía tal reconocimiento. No obstante, entre las felicitaciones, se me ocurrió la idea de que yo podría ir.
» Desde muy pequeña había oído acerca de lo glamuroso y maravilloso que era el palacio real, sin embargo, no era ese el motivo por el cual quería ir. Tampoco estaba interesada en ver los trajes de las mujeres nobles ni quería admirar los gloriosos jardines. Yo...
—¿Querías ver al ejercito real?
Aquellas palabras la desconcertaron durante un instante.
—¿Cómo lo sabes?
Una débil sonrisa se insinuó en los labios de Elián.
—Adiviné —respondió él y ella no pudo evitar fruncir el ceño—. O tal vez vi el brillo de tus ojos cuando me enfrentaste. Tienes la mirada de una guerrera, debo admitirlo. —Ante su silencio, él agregó—. Como sea, solo continua. Prometo no volver a interrumpirte.
—Mis padres se negaron a mi idea —continuó ella. Pasando totalmente de aquella extraña sensación que las palabras del contrario habían provocado—. Dijeron que era un viaje muy largo y peligroso para una niña pequeña. La verdad es que nunca fui buena obedeciendo órdenes, así que cuando llegó el día que mi padre debía partir, fingí estar demasiado molesta para querer despedirme de él y me quedé en mi habitación. Lo que mis padres no sabían en ese momento, era que yo ya tenía todo ideado.
» Había escrito una carta para mi madre en donde explicaba lo que haría. Después de todo, no quería que se preocupara por mí. La misma la dejé sobre la cama, y antes de que mi padre saliera, tomé una bolsa con algunas de mis pertenencias y abrí la ventana de mi habitación. Salí muy rápido y corrí hacia los caballos. Mi padre había construido un armario por petición de un noble y aprovecharía aquel viaje para entregarlo. Como el mismo era mucho más grande que yo, no se me fue difícil esconderme dentro de él.
» No fue hasta que mi padre decidió detenerse para descansar que descubrió que yo había ido con él. —Inevitablemente, Anissa sonrió nostálgica. Recordó la forma en la que su padre la había confundido con un mapache y cómo se alarmó al verla allí, acurrucada contra el fondo del armario—. Se enfadó mucho conmigo, pero ya estábamos demasiado lejos de casa como para regresar. Además, debía ser puntual con la nobleza, así que no tuvo más opción que dejarme ir con él.
» A partir de allí, el viaje fue muy divertido. Probablemente, el mejor de toda mi vida. Papá me narró muchísimas historias y me enseñó mucho acerca de la naturaleza. Creo que, en el fondo, él siempre supo que entre ella y yo había una conexión...
—¿Lo extrañas?
El corazón de Anissa se oprimió.
—Cada día. —Luego, al darse cuenta de su confesión, miró de mala manera al demonio—. Pensé que ya no ibas a interrumpirme.
Anissa contempló una especie de empatía en los ojos de Elián, sin embargo, se negó a creer que era eso. ¿Cómo él podía entender lo que era perder a alguien...? Y a pesar de eso, ella sabía que él había perdido a la chica que quería proteger cuando ella decidió perseguir la verdad por su cuenta.
Elián no dijo nada, pero hubo compasión en su mirada y eso la desconcertó. Tardó en poder evadir lo que estaba sintiendo. ¿Acaso él estaba jugando con ella o de verdad...? No, no era posible. Anissa tragó saliva y decidió continuar. Faltaba el final y sabría una verdad.
—Cinco días pasaron y para aquel entonces, papá ya había entregado el armario. Llegamos al palacio unas cuantas horas después; alcanzando el amanecer —indicó ella—. Para serte honesta, la construcción era mucho más hermosa de lo que había podido oír, no obstante, el exterior no se comparaba con el interior. Era tan ostentoso, tan caro que por un instante me sentí mal por estar allí dentro. De cualquier forma, un sirviente nos hizo pasar y cuando mi padre se perdió detrás de una puerta para ir hablar con el noble que había encargado sus servicios, me escabullí de la cocina en donde me había pedido quedarme para buscar al ejercito que se entrenaba.
» Sabía que no era correcto y que podría traerle problemas a mi padre, pero necesitaba verlos. Necesitaba ver cómo blandían su espada, cómo luchaban los unos con los otros. Quería eso más que cualquier otra cosa... Y entones, cuando oí los gritos de entrenamiento, los guardias me atraparon. —Anissa recordó la forma en la que se había enfadado cuando aquellos hombres la tomaron por debajo de los hombres y comenzaron a gritarle—. Dijeron que era una ladrona. Me acusaron de haber entrado al palacio a robar y eso me molestó muchísimo. No sé cómo lo hice, pero logré golpear a uno de los guardias y robar su espada. Si mi padre me hubiera visto, despeinada y amenazando con su propia arma a uno de los guardias de la corte real, puedo asegurar que le habría dado un ataque de nervios.
» Fue en ese momento cuando los dos guardias cambiaron por completo su actitud. Se irguieron al tiempo que sus expresiones se volvían de piedra. Durante un breve segundo, sonreí pensando que era por mí, por aquella valentía que emanaba de alguna forma de mi interior; un poder que solo yo estaba sintiendo, pero cuando pronunciaron "su majestad", supe que estaba en problemas. En ese momento, lo primero que se me ocurrió fue correr, pero había algo demasiado poderoso, magnético en la persona a mis espaldas, así que volteé lentamente y lo vi. —Ella guardó silencio al evocar la imagen de aquel hombre—. Vi al Rey y él me vio. Y en vez de enfadarse por lo que había hecho, echó a sus guardias y se acercó a mí. Tan cerca que me sentí intimidada, pero a la vez, estaba totalmente hipnotizada por la intensidad de sus orbes ambarinos. Y fue ahí cuando tomó la espada que aún sostenía y me dijo: "No adelantes tu destino, pequeña guerrera."
» Luego me sonrió y se fue llevándose la espada. Lo único que hice, después de oír eso, fue correr de regreso a la cocina. Para mi suerte, papá aún no había vuelto y la servidumbre apenas notó que me había ido. —Anissa se encogió débilmente de hombros—. Tal vez no fui capaz de ver al ejercito real de cerca, pero ese día supe que había algo mucho más grande esperándome fuera. Y aquí estoy.
—Una historia realmente cautivadora, guardiana. —La voz de Elián sonó impresionada y hubo algo demasiado mundano y sarcástico en la forma en la que dio dos palmas—. Esperaré con ansias la siguiente.
—Ahora es tu turno —dijo ella pasando por completo de sus revueltas emociones.
—¿Qué es lo que quieres saber?
Anissa no tardó en responder. Sabía exactamente lo que quería que él le contestara.
—¿Por qué me dejaste vivir la primera vez?
Él fijó sus ojos en los de ella y una sombra se proyectó en su semblante. Cuando habló, Anissa fue capaz de distinguir una nota de dolor.
—Porque me recordaste a la primera y a la única mujer que amé.
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Guardianes de almas.
Fantasy❝Cuando eres elegido por algo más fuerte que el destino no tienes escapatoria.❞ Como si fuese una pequeña y hermosa ave enjaulada, Caslya sueña con conocer el mundo del que su hermano tanto la protege, sin embargo, a veces lo que más deseamos es lo...