Capítulo XXII: No fue un favor.

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 Cuando el aire de afuera llegó a ella, no pudo evitar cerrar sus ojos aliviada

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 Cuando el aire de afuera llegó a ella, no pudo evitar cerrar sus ojos aliviada. Definitivamente lo que había vivido dentro del establecimiento a sus espaldas no era lo que ella había querido experimentar en su primera visita a un pueblo, y mientras se permitía distraerse con el aroma a especias que provenía de un puesto a su lado, se prometió nunca volver a entrar a una taberna.

—¡Nos vemos mañana, Jack!

Las palabras de Ares la llevaron a voltear, sin embargo, al hacerlo, se encontró con Kyriel; tan cerca estaba de él que por un segundo sintió que lo estaba tocando. Además, el fijarse en sus ojos no solo la hizo sentir insegura, sino que consiguió reavivar en su mente la forma en la que él la había defendido de su asqueroso agresor.

—¡Ah, encantadora luz del día! —continuó el de cabellera castaña atrayendo la atención de ambos. En silencio, Caslya lo agradeció—. Me hace feliz saber que me extrañaban tanto que decidieron venir a buscarme —agregó con una sonrisa decorando su atractivo y delgado rostro.

—Vinimos por la brújula —replicó Kyriel de mala manera.

—Claro y mi segundo nombre es Ingenuo. —Ares le guiñó un ojo con exagerada complicidad y Kyriel apartó la mirada hastiado—. En fin, ¿cuándo voy a tener el honor de saber el nombre de la negociadora?

—¡Cass! —La voz de Gideon la llevó a girarse por causa de un sobresalto—. ¡Creí que te había perdido! —aseguró, y antes de que ella pudiese siquiera responder, él ya la había rodeado con sus brazos en un gesto fraternal que la hizo sentir extrañada—. ¿Estás bien?

—Eso creo —contestó, pues a pesar del leve dolor en su cabeza causado por el brusco agarre del hombre que la había atacado, se sentía bien—. Aunque lamento haberte preocupado —se apresuró a agregar cuando los ojos verdes del contrario buscaron los de ella—. Me dijiste que esperara, pero...

—¿Me perdías de vista? —preguntó Ares en una tonalidad únicamente curiosa y Caslya asintió.

Por primera vez, Gideon pareció darse cuenta de la presencia de los dos guardianes detrás de ella y a modo de respuesta, sus cejas se enarcaron con impresión.

—Quién diría que serías una buena rastreadora —comentó Gideon con una sonrisa divertida mientras saludaba a Ares con un ademán—. No solo lo encontraste a él, sino que también a Kyriel. Y créeme eso es impresionante.

—Fue una simple casualidad —replicó ella sin poder soportar la mirada aterradora que les estaba dirigiendo el rubio—. Cuando entré a la taberna Kyriel estaba ahí. Yo no lo encontré.

En realidad, él me encontró a mí. Agregó para sus adentros.

Gideon lució pensativo.

—Ya veo, eso tiene más sentido que pensar que tú lo estabas buscando —indicó y ella no pudo estar más de acuerdo. Luego, la atención del castaño regresó a Ares—. Así que, una vez más, Kyriel tenía razón: estabas en la taberna en vez de estar cumpliendo con tu cometido.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora