Capítulo XXIX: No era felicidad, era un engaño.

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Por petición de su Majestad, tanto ella como Kyriel habían tomado asiento a un lado del trono; uno a cada lado

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Por petición de su Majestad, tanto ella como Kyriel habían tomado asiento a un lado del trono; uno a cada lado. Mientras la expresión de su acompañante rebelaba una ciega cólera que amenazaba con destruir al ser junto a ellos, ella sentía que todo estaba bien y que era allí el sitio donde debían estar. Kyriel entendería eso tarde o temprano..., tenía que entenderlo.

Pero había algo..., algo tiraba de su mente y la hacía sentir intranquila. Una mirada, solo necesitaba una mirada y, sin embargo, la voz de aquel que los había recibido recuperó su total atención y borró cualquier inquietud.

—Por favor, continúen danzando, mis amados súbditos —pronunció su Majestad al tiempo que una alegre música invadía el lugar. Todas las criaturas presentes dieron comienzo a un extraño baile que se extendió con júbilo cuando su majestad lo ordenó. 

Caslya sonrió y comenzó a aplaudir al ritmo de la melodía. Desde aquel sitio era capaz de contemplar el gran salón y a todos los seres en él. Alegría, despreocupación y un desconocido sentimiento de pertenencia era todo lo que era capaz de sentir en ese momento. No había temores rondando su mente ni absolutamente nada que la hiciera sentir atrapada o débil. 

—¿Te gusta estar aquí? —Caslya dirigió su mirada al ser a su lado y nuevamente se sintió hechizada por él. Sin ninguna objeción, asintió—. Me complace saber eso. Del mismo modo, me complace ver que el atuendo te ha quedado perfecto para la ocasión.

Había algo en la forma en la que su Majestad la observaba que la hacía sentir en plenitud; como si todo lo que pudiese salir de sus labios fuesen cumplidos y agradecimientos.

—Es maravilloso, gracias —fue lo que respondió.

Su Majestad sonrió.

—Lo es, ¡por supuesto que lo es! —concordó—. Una belleza tan magnifica como lo es la suya, cuyo origen no es mortal, merece un atuendo igual de magnifico. —Algo malicioso brilló en los ojos ajenos—. Me pregunto si sabes cuál es la sangre que corre por tus venas, pequeña mariposa.

Caslya sintió una extraña sensación recorrerla. En otro momento habría preguntado a qué se refería él con aquellas palabras, sin embargo, no era capaz de encontrar su voz. Su mente parecía incapaz de pensar con claridad y todo lo que acontecía parecía ser correcto.

Su Majestad realizó un delicado movimiento con sus dedos y Carmín —la mujer con rasgos de zorro— se aproximó con una jarra en sus manos. Caslya la recorrió con la mirada y notó que llevaba dos dagas en la cinturilla de su pantalón. No tuvo que esforzarse para reconocer las armas y al hacerlo un recuerdo la hizo estremecer.

—De cualquier forma, dime, ¿qué es lo que los ha traído a mi Corte? —preguntó mientras Carmín vertía un líquido violáceo en su copa.

Sin opciones, ella regresó la mirada al ser a su lado. Sus labios se abrieron para responder sin que ella realmente aceptara hacerlo. ¿Qué estoy haciendo? Quiso preguntarse, pero su razón estaba adormecida.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora