Capítulo XLIII: Segundo recuerdo.

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Caslya se sintió en el ojo del huracán cuando el recuerdo y todo lo que había en él comenzó a desvanecerse a su alrededor sin que ella pudiese impedirlo

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Caslya se sintió en el ojo del huracán cuando el recuerdo y todo lo que había en él comenzó a desvanecerse a su alrededor sin que ella pudiese impedirlo. Primero vio a Elián desaparecer en la distancia, luego a Vreya y a ella misma, y cuando todo fue consumido, ahogó un grito antes de ser arrastrada también.

«No te aferres a nada de lo que veas, solo deja que las memorias fluyan» Las palabras de Elián resonaron en su mente cuando sus ojos se abrieron ante un nuevo recuerdo. Noche, frío y sombras fue todo lo que apreció a simple vista. ¿Dónde estaba? Era un pueblo, lo sabía por las hileras de casas rusticas que se extendían en las calles de barro y piedra. Un pueblo que ella no conocía en lo absoluto, sin embargo, cuando a la distancia distinguió la figura de un hombre, retrocedió precavida. Tarde recordó que ella no era parte de esa realidad, así que cuando el hombre se aproximó, Caslya lo recorrió con la mirada.

—Elián... —pronunció su nombre al ver debajo de la capucha. Era Elián y entre sus brazos estaba ella.

Inevitable fue sentir una opresión nacer en su pecho al intuir lo qué sucedería. Él iba a deshacerse de ella, ¿verdad? La dejaría con una familia que Caslya no albergaba en sus recuerdos, ¿acaso era eso lo que él no quería que ella recordará? Mientras más avanzaba, ensuciando sus pies con el barro de la calle y oyendo el silencio de la noche ser rotó por el sonido de las ramas de los más altos árboles, más inquieta estaba.

Elián se detuvo frente a una humilde casa situada en la periferia del pueblo. Flores y un columpio decoraban el jardín, y al verlo ella no pudo evitar acordarse de lo que su hermano había dicho acerca de una pareja que había perdido a su hija. Así que, al aproximarse a la ventana para observar el acogedor interior, Caslya no se sorprendió de ver a dos jóvenes recostados en el sofá frente a una precaria chimenea. Ambos estaban dormidos y a su lado una canasta llena de ropa de bebé tejida a mano. Por un instante, sintió compasión por ellos y se empatizó con su dolor, pues a pesar de todo, ella había perdido a su madre.

—Una madre que nunca conocí —se susurró a sí misma antes de regresar su atención a Elián, quien se había detenido con la bebé en brazos frente a la puerta de la morada.

La pequeña estaba envuelta en el saco ajeno, resguardada del frescor de la noche y le observaba como si él fuese todo lo que existía en ese momento. Él tan solo le devolvió la mirada durante un segundo; un segundo que fue suficiente para hacer a Caslya ver el dolor oculto en la mirada ajena. Ante él, se preguntó si Elián veía a su madre en ella, si tal vez era el recuerdo constante de haber perdido lo que más amaba lo que lo atormentaba y lo llevaba a refugiarse en el rencor. Lo que lo llevaba a que no quisiera estar con ella...

—Esta mañana te notaba muy seguro, Acatriel. —La voz de Vreya llegó a ellos y les hizo voltear—. Incluso llegué a creer ese resentimiento por la muerte de Kelila más fuerte que cualquier otra cosa, pero viéndote ahora parece que no quieres separarte de ella.

Como respuesta, Elián chasqueó su lengua y recostó a la bebé en el suelo con cuidado.

—No creí haber solicitado tu compañía, Vreya. Mucho menos tus palabras.

La hija de Alice se encogió de hombros.

—No necesito de una solicitud ni requiero de un permiso para dar un paseo, después de todo, el mundo mortal aún no tiene dueño. —Elián pareció pasar de sus palabras en el momento en el que acomodó a la pequeña. Luego intentó ponerse de pie, pero ella, balbuceante e inocente, sujetó su dedo con su pequeña manito—. Oh, pero mira eso. Parece que la hija del Cielo no quiere ser abandonada.

De cualquier forma, él no respondió, en realidad, Caslya vio contradicción en su expresión, y mientras la bebé lo retenía, algo doloroso atravesó la mirada ajena al tiempo que una tenue luz resplandecía en la menor. Curiosa, se acercó para descubrir de dónde provenía aquel fulgor, sorprendiéndose de ver que en su propio brazo había un pequeño tatuaje que no logró comprender. Sin poder evitarlo, buscó en ella misma aquella mancha que simulaba ser una especie de quemadura, pero no había nada. Lo que sea que había tenido de bebé, ya no estaba. Inevitablemente se preguntó qué había sucedido.

—¿Acatriel? —le llamó Vreya ligeramente intrigada ante el silencio del contrario y al aproximarse lo observó llorar.

Si Vreya se sintió desconcertada, Caslya se sintió profundamente conmocionada. Tanto que tuvo que arrodillarse para no ceder ante sus emociones. Elián estaba llorando y era la primera vez en su memoria que ella lo veía hacerlo. Y aquellas lágrimas que recorrían sus mejillas nacían por ella, por algo que ella estaba provocando con su poder. Poder. Caslya miró sus manos como pudiese verlo correr bajo la piel.

—¿Acaso la pequeña estrella ha encontrado tu perdido corazón?

La voz de la bruja fue un dulce susurro en la noche, pero no le hizo reaccionar. No todavía, pues algo mucho más profundo e íntimo se entablaba entre la bebé y el demonio. Y no fue hasta que la pequeña liberó su dedo para caer rendida ante el sueño que Elián limpió sus lágrimas. Por un momento Caslya quiso saber qué era lo que ella le había enseñado, sin embargo, la interrogante duró tan poco como la confusión, pues cuando lo vio tomar a la bebé entre sus brazos nuevamente, una extraña felicidad la invadió.

—¿Qué estás haciendo? —Vreya había enarcado sus cejas y le miraba atenta.

—Lo que debí haber hecho desde el principio: protegerla.

—¿Eso significa que...?

—Que nos vamos a casa —contestó él y ante lo dicho, Vreya abrió un portal que resplandeció en las tonalidades de un precioso anochecer.

Un segundo estaban allí y al otro, el recuerdo se difuminaba junto con todo lo demás.  

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