Capítulo XXXIII: No tienes que saberlo todo.

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No habían pasado mucho tiempo antes de que Caslya fuese conciente de lo vulnerable y cansada que estaba

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No habían pasado mucho tiempo antes de que Caslya fuese conciente de lo vulnerable y cansada que estaba. El corsé hacía presión en su cintura volviendo el respirar una tortura y el peso del vestido empapado no dejaba de tirar de ella hacia el suelo. De cualquier forma, se prohibió el quejarse y continuó avanzando a duras penas. Mientras lo hacía, recorrió con su mirada el entorno que poco a poco iba fundiéndose en oscuridad. Los árboles demasiado altos como para que ella pudiese distinguir la copa poseían troncos gruesos que parecían esconder los más hermosos secretos en sus líneas. De no haber estado concentrada en ello, habría notado que Kyriel se había detenido y como consecuencia, no se habría dado contra él.

—¿Qué sucede? —preguntó frotando su nariz. El golpe la había hecho retroceder confundida.

—La noche ya está sobre nosotros —observó él sin prestarle demasiada atención. Su mirada estaba puesta en lo que Caslya vislumbró como la entrada a una cueva escondida entre la vegetación—. Si continuamos avanzando, perderemos el rumbo.

Caslya miró en rededor e inconscientemente frunció el ceño al darse cuenta de las intenciones del contrario.

—¿Quieres pasar la noche aquí?

—¿Tienes una mejor idea?

—No realmente, pero... —quiso decir, pero Kyriel la interrumpió.

—Entonces cierra esos lindos labios que tienes y ponte a recoger ramas para la fogata —le respondió en una tonalidad pausada que la hizo sentir como si fuese una niña caprichosa. Y tal vez así lució cuando mordió el interior de su mejilla y rodó los ojos—. Y no te alejes demasiado. No quiero tener que salir a buscarte.

—¿Tú qué harás mientras?

—Asegurarme de que el humo no nos delate —respondió. Caslya poco sabía de cómo armar una fogata en la intemperie, mucho menos de cómo haría Kyriel para disimular el fuego, pero lo que sí entendía era la necesidad de permanecer ocultos en el bosque. Así que se limitó a asentir antes de ir a cumplir con lo encomendado.

No pasó mucho tiempo hasta que todos los preparativos estuvieran listos. Caslya se había esmerado mucho juntando ramas de un tamaño adecuado —y sí, el guardián de almas la había reñido por no saber encontrar la madera adecuada y ella se había defendido diciendo que nunca había pasado la noche en el bosque—. Al mismo tiempo, Kyriel se había encargado de crear un pequeño foso en la tierra rodeado de piedras para controlar el fuego que poco después encendió.

—Fue más fácil de lo que creí —dijo ella cuando el fuego crepitó y el calor que emanó de él alivió la tensión de su cuerpo. Al volver la mirada al joven que aún se hallaba hincado a pocos centímetros de ella, se dio cuenta que él la había estado observando sonreír en silencio. Inevitablemente una corriente de energía la recorrió y cierto nerviosismo asaltó su sistema.

Durante un instante, Caslya solo pudo centrarse en el contraste del joven con la tenue luz que escapaba del fuego: su cabellera rubia y el frío brillo de sus ojos azules lo dotaban de una belleza misteriosa de la que ella se veía absorta..., y cuando él se puso de pie y se acercó, ella tragó saliva.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora