Capítulo I: El mundo es peligroso.

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Caslya abrió sus ojos al ser liberada de aquel sueño con el corazón latiendo a un ritmo anormal y una respiración acelerada que la obligó a incorporarse en el revoltijo de sabanas que era su cama

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Caslya abrió sus ojos al ser liberada de aquel sueño con el corazón latiendo a un ritmo anormal y una respiración acelerada que la obligó a incorporarse en el revoltijo de sabanas que era su cama. Se llevó una mano a la frente y comprobó que estaba sudada y fría. Le dolía el pecho y sentía sus ojos escocer, como si hubiese estado largas horas llorando.

Impidiendo que pudiera recordar cada escena del sueño que la había dejado en aquel desagradable estado, la puerta de su habitación fue abierta por Elián. Antes de que pudiera siquiera probar pronunciar palabra, él ya estaba a escasos centímetros de ella, observándola con sus inquisitivos y hermosos ojos negros.

—¿Estás bien? —le preguntó sin esconder que se sentía preocupado.

Ella asintió para tranquilizarle porque, en realidad, se encontraba confusa y angustiada de una forma a la que no encontraba racional sentido. Aunque mentiría al decir que aquello la sorprendía. Desde hacía ya algunos meses, las pesadillas venían a por ella con regularidad; como sombras que siseaban en sus oídos y estrujaban sus huesos.

—¿Segura? —insistió Elián apoyando una de sus manos en la mejilla de la chica. Su contacto era cálido y lograba hacerla sentir aliviada, tal como si su angustia se fuese evaporando poco a poco. Así había sido desde niña. Él siempre estaba para ella, cuidándola, protegiéndola y haciéndola sentir que, a pesar de todo lo que había perdido, nunca estaría sola.

—Sí, solo tuve un mal sueño —contestó encogiéndose de hombros—. Aún no me acostumbro a ellos, se sienten extraños..., demasiado intensos y...—La chica observó sus manos temblorosas y contempló como Elián entrelazaba sus dedos con los suyos para brindarle estabilidad.

—Dicen que las pesadillas son solo miedos que han decidido revelarse y que la mejor forma de aprisionarles otra vez es contándolos en voz alta —le contó él en un tono de voz calmo, haciendo que ella lo mirase a los ojos antes de responder; antes de contarle las imágenes que se aferraban a su mente como garras.

—En el sueño me encontraba en una habitación totalmente roja. Allí no había puertas ni ventanas, solo un espejo que hacía parecer infinita la pequeña habitación... —Caslya cerró sus ojos ante el recuerdo. Recordó el incesante frío que se había colado en su piel desnuda y el escalofriante silencio que tomaba siniestras figuras en las sombras creadas por la vela que descansaba frente a ella—. Estaba sola, pero sentía que conmigo había alguien más. Alguien grande y poderoso. Alguien cruel y despiadado que parecía estar esperando el momento adecuado para devorarme. Tenía miedo —confesó —. Miedo a lo que fuese que se ocultara en las sombras, por ello me centré en mi reflejo, creía que verme a mí haría que no me sintiese sola, sin embargo, ponerme de pie y acercarme al cristal fue la peor decisión que puede haber tomado. —Un escalofrió recorrió su cuerpo—. Mi reflejo me sonrío, Elián, me dedicó una sonrisa siniestra y luego..., luego todo era sangre.

La imagen hizo que su estómago se revolviera y que de sus labios escapara una arcada.

—Fue solo un sueño, Cassie—aseguró el joven de hermosa cabellera oscura intentando calmar aquello que inquietaba a la menor—. No pienses en él como si fuese real porque no lo es.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora