Capítulo XL: Me voy a arrepentir de esto.

198 31 11
                                    

Anissa llegó al calabozo con prisa y se detuvo frente a la puerta en busca de calmar sus nervios

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anissa llegó al calabozo con prisa y se detuvo frente a la puerta en busca de calmar sus nervios. Cuando estuvo convencida de que su respiración acelerada no la delataría, abrió la misma y avanzó. Lau estaba allí, de pie frente a la celda del demonio. Desde la distancia, la rubia creyó que estaban hablando, pero cuando la puerta emitió su inconfundible chirrido, la pequeña fae dirigió su mirada hacia ella.

—Señorita Anissa —dijo sin poder esconder que su presencia le causaba curiosidad—. ¿Retomará su puesto tan pronto?, ¿no desea hacer ninguna otra cosa?

Con una sonrisa un tanto forzada, Anissa negó con la cabeza.

—Gracias, Lau, pero estoy bien —aseguró—. Puedes retirarte.

Dubitativa, la fae dirigió una breve mirada al interior de la celda antes de encaminar a la salida y con un cordial asentimiento, se retiró. Sin perder tiempo, Anissa caminó hasta detenerse a pocos centímetros del prisionero.

—Actuando así hasta parecería que disfrutas de mi compañía, guardiana. —Elián había alzado la mirada hacia ella con divertido interés—. Pero sé que eso es imposible, así que debo suponer que algo está pasando, ¿qué es?

—Me gusta no tener que dar rodeos contigo hoy —contestó. No podía evitar sentir que Haniel se enfadaría muchísimo con ella, pero estaba haciendo lo correcto—. Es..., tengo que hacerte una pregunta y tienes que ser honesto conmigo.

Un destello de intriga cruzó la mirada oscura del demonio.

—¿Por qué debería serlo? —preguntó frutó de la curiosidad. Tanteaba el terreno.

—Porque sé que no dejarías vivir a Kyriel si estoy en lo correcto.

El semblante de Elián mostró confusión y Anissa no pudo evitar creer que tal vez ella estaba equivocada. Y si él no tiene nada que ver...

—¿De qué hablas?

Ella tragó saliva y respondió:

—Tú enviaste a Vreya a buscar a Caslya, ¿verdad?

—¿Vreya vino a buscar a Caslya? —El desentendimiento fue lo único que se dibujó en el rostro ajeno durante un instante, luego, la preocupación mezclada con el enfado lo poseyó todo. Y cuando él se puso de pie y avanzó hasta detenerse frente a ella, Anissa pensó que había cometido un terrible error—. ¿Dónde está Caslya?

La voz demandante del contrario haría encogerse atemorizado a cualquiera, pero no a ella, así que decidida continuó.

—Contesta: ¿la enviaste o no? —insistió—. ¿Vreya es tu cómplice? Por eso te dejaste atrapar, ¿verdad? Porque sabías que ella vendría a buscarla después.

La mirada oscurecida del demonio se endureció al igual que su expresión.

—No sabes de qué estás hablando.

—¡Entonces dime, maldita sea! ¡Mi amigo puede estar corriendo peligro por tu causa! —exclamó. De repente, estaba molesta.

—Yo no pude haber enviado a Vreya porque Vreya está muerta —contestó y Anissa sintió que habían arrojado sobre ella agua helada—. Ahora dime, ¿dónde está Caslya?

Ante la respuesta, Anissa retrocedió.

—Mientes.

—Dijiste que sabías cuando alguien mentía —le recordó él—. Mírame y dime si estoy mintiendo cuando digo que el único motivo por el que me dejé atrapar fue porque no quería que mi hermana creyera que soy un monstruo.

Ella hizo lo que él le pidió y supo que no mentía. No mentía en lo absoluto, pero entonces, ¿quién había enviado el mensaje a Caslya? O aún había una pregunta peor, ¿por qué? Una horrible sensación le recorrió el cuerpo al imaginar que ambos —ella y él— estaban en peligro.

—Anissa, dime qué sucede.

La voz impaciente de Elián la devolvió a la realidad. ¿Acaso él la había llamado por su nombre? De cualquier forma, no hubo tiempo para detenerse en eso. Tenía que advertirle a Caslya y a Kyriel del peligro que corrían, pero ¿cómo? Sin Gideon para abrir portales, llegar a ElOtroLado le tomaría días. Sin mencionar que tampoco tenía la brújula para hallar la entrada por sí misma. Piensa, Anissa, piensa. Y solo una idea cruzó su mente.

—Me voy a arrepentir de esto —dijo y antes de que pudiese hacerle caso al juicio tomó la llave de la celda y la acercó a la cerradura—. Caslya tuvo una visión. Dijo que Vreya le habló y le pidió que la buscará si quería recuperar sus recuerdos, pero si Vreya está muerta, significa que todo fue una trampa.

El fulgor de la cólera se abrió pasó en los iris oscuros del contrario y Anissa se sintió ingenua, sin embargo, continuó hablando antes de que él pudiera hacerlo.

—No la enviamos sola, y estoy convencida de que Kyriel va a protegerla porque esa es su misión —indicó—, pero si nosotros no llegamos a una tregua, el resultado puede ser catastrófico para todos. —Anissa relamió sus labios en busca de la seguridad que la caracterizaba—. Me necesitas tanto como yo te necesito a ti, así que voy a dejarte salir y me llevarás a la Corte Eterna.

Y así, colocó la llave en la cerradura. Ya no había marcha atrás.

—¿Qué impedirá que acabe con cada uno de ustedes cuando me liberes? —preguntó. Una pregunta fría y calculada.

—No lo harás —dijo ella y giró la llave—. No eres un monstruo.

Los barrotes de la celda despidieron un fulgor dorado antes de que ella abriese la puerta. El poder sagrado que lo mantenía alejado de sus poderes, ya no existía y nada impedía que él lo destruyera todo, sin embargo, confiaba en que su amor por Caslya era más fuerte que su sed de destrucción, así que cuando dio un paso hacia ella, ella no retrocedió, simplemente contempló cómo sus ojos relucieron en la tonalidad del Infierno

—Eres demasiado osada —comentó él—, lo sabés, ¿verdad?

—Lo sé. Ahora abre el portal —respondió sin estar segura de cómo reaccionar ante lo dicho y observó cómo él señalaba con su mentón un punto detrás de ella. Rápidamente giró y apreció una profunda oscuridad que se arremolinaba en tonalidades violáceas y rojizas.

—Ven. —Él había avanzado hacia el portal y tendía la mano hacia ella—. Puedes terminar pérdida en el Infierno si no tomas mi mano.

Anissa lo miró dubitativa y en ese momento, la puerta del calabozo se abrió. Por primera vez en su vida, vio a Haniel demostrar algo más que aquel frío encanto que lo moldeaba.

—Anissa... —pronunció su nombre en una advertencia.

—Puedes castigarme cuando vuelva —dijo y luego, tomó la mano de Elián.

Lo primero que sintió fue la calidez del contrario y al adentrarse en el portal, solo presenció oscuridad y el susurro de una tempestad. 

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora