Capítulo XXI: El juego se terminó.

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Mucho, mucho peor

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Mucho, mucho peor. Y eso Caslya podía jurarlo.

El interior de la taberna lucía, definitivamente, asqueroso. Paredes corroídas por la humedad, falta de iluminación, mugre esparcida por los rincones e incluso Caslya podía asegurar que había visto una rata correr frente a ella. De cualquier forma, la criatura no fue la que le revolvió el estómago (en realidad, la rata era el menor de los problemas que tenía el lugar), sino que el aroma fuerte de la cerveza mezclado con el olor rancio de los hombres que se encontraban sentados en el establecimiento, la hicieron llevar una mano a sus labios para esconder una arcada.

Y es que parecía que ninguno de ellos había tomado una ducha en semanas. A pesar de eso, Caslya evitó respirar más de lo necesario y caminó hacia delante; mirando a todas partes en busca de Ares. No obstante, la taberna era más grande de lo que ella había pensado y el caos en el interior era demasiado como para que ella pudiese enfocarse.

—¡Eh! ¡Estás haciendo trampa, maldita cucaracha! —El gruñido colérico de un hombre hizo a Caslya desviar la mirada hacia la mesa que se ubicaba más allá. Lugar donde varias mujeres y hombres se encontraban contemplando un espectáculo.

—Bartolomé, amigo mío, pienso que estás exagerando. —Un joven se había puesto de pie frente al hombre para recoger unas cuantas monedas que había sobre la mesa y Caslya no había necesitado una pintura para saber que aquel era el joven que buscaba.

—Ares...—pronunció, pero cuando fue a dar un paso en la dirección del más alto, una mano sujetó la suya.

La respiración de Caslya se cortó durante un segundo cuando siguió el recorrido de la mano gorda y el brazo cubierto de pelo hasta los pequeños ojos grises de un hombre cuya edad debía rozar los cuarenta años.

—No te había visto por aquí antes, muñeca —pronunció el hombre de apariencia desalineada y ella sintió que su estómago se revolvía por el desagrado—. ¿Acaso eres nueva en el pueblo?

La mirada de quién la sujetaba la recorrió con descaro desde la base de su abdomen, haciéndola sentir terriblemente incomoda a pesar de estar cubierta por la capa que Edrielle le había dado.

—Sí, lo soy —respondió ella intentando no perder la calma ni la educación—. Ahora, disculpe, pero debo irme.

Al decir eso, Caslya intentó liberarse de su agarre, sin embargo, fue en vano, pues el desconocido apretó aún más su muñeca, causando que ella se quejara débilmente.

—¿Por qué tanta prisa? —preguntó él en una tonalidad que a oídos de Caslya sonó mal intencionada—. Solo tengo interés en conocerte, preciosa. Eso no es malo.

—Hablo en serio, tengo que irme —repitió ella, pero al hombre poco pareció importarle sus deseos y tiró de ella hacia él con brusquedad; tan cerca que Caslya pudo sentir su asqueroso y caliente aliento impactar contra su rostro.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora