Capítulo XIX: No te entiendo a ti, demonio.

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—¿No ha encontrado nada que escapara de lo habitual? —preguntó el ángel caído desde detrás de su escritorio, mirando a la pequeña fae con notorio interés en sus palabras

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—¿No ha encontrado nada que escapara de lo habitual? —preguntó el ángel caído desde detrás de su escritorio, mirando a la pequeña fae con notorio interés en sus palabras.

—Nada, señor —respondió Lau por segunda vez, sin poder evitar sentir contrariedad. Había pasado horas y horas explorando con su magia los alrededores del palacio sin descubrir ninguna fractura en el poder que los rodeaba—. Luego del incidente con el demonio mayor, me aseguré de fortalecer las salvaguardas tal y como usted me lo indicó. Le juro por la vida que me ha entregado que lo he hecho. Nadie podría atravesarlas sin activar los sensores que he dispuesto por todo el terreno.

Su delgado rostro se arrugó ante el sentimiento de fracaso que contrajo su corazón. Sabía que era una buena noticia que las salvaguardas estuviesen intactas, pero, aún así, alguien había entrado y ni ella, ni las otras, se habían percatado. 

—Realmente lamento mi ineptitud —continuó con los ojos fijos en el suelo—. Me aseguraré de compensarlo.

—No tiene nada que compensar. —Haniel hizo que ella lo mirase con atención: él no mentía—. Confío en usted y en sus hermanas como alguien puede confiar en sus propias manos. Lo que está sucediendo no es vuestra culpa, sino de la maldad que nos ha atacado.

—¿Cree que tenga relación con el ser que pretendía ser mortal? ¿Cree que él ha infiltrado a esa criatura y la ha mantenido en espera hasta este momento?

Para su sorpresa, Haniel negó con la cabeza con más seguridad de la que ella hubiese esperado.

—Debe parecerle que he perdido la cabeza —empezó a decir él—, pero, Acatriel jamás lastimaría a esa niña ni haría nada que la pusiese en peligro. Sin embargo, es una posibilidad que esa criatura haya ingresado cuando las salvaguardas estaban caídas. 

La fae guardó silencio, asimilando la respuesta que el regente le había entregado. ¿Por qué parecía confiar en el demonio? Seguramente era porque le conocía, pero, ¿de dónde? Y aun más importante, ¿por qué? ¿Por qué su amo —porque, pese a que él no le pidiera usar aquel título, ella se sentía suya— entablaría relación con un habitante del averno? Lau no lo entendió, pero tampoco preguntó al respecto. En su lugar, consultó:

—¿Desea que le ponga en contacto con el Consejo? ¿Que envié una carta explicando lo sucedido?

Haniel negó con su mano como si la idea lo molestase.

—No todavía —dijo—. Es demasiado pronto para llevar este asunto a la mesa de discusión.

—¿Entonces qué es lo qué hará?

—Por el momento, nada demasiado significativo —respondió él y hubo un dejo de disconformidad en su voz. Lau lo conocía lo suficiente para saber que temía cometer un error que los lastimase a todos, en especial, a sus amados guardianes—. Nos mantendremos en alerta e investigaremos las posibilidades. Me dedicaré a leer y releer los textos más viejos de la biblioteca con la esperanza de hallar un indicio acerca de lo que está sucediendo.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora