Capítulo XLII: Primer recuerdo.

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Durante un instante todo fue oscuridad para Caslya, pero fue solo eso, un sutil parpadeo de ojos, pues al abrirlos no vio a Elián

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Durante un instante todo fue oscuridad para Caslya, pero fue solo eso, un sutil parpadeo de ojos, pues al abrirlos no vio a Elián. Curiosa, recorrió con la mirada su entorno. Ya no estaba Bajo la Montaña y se sentía vagamente confusa y desorientada, sin embargo, a medida que el tiempo corría, logró reconocer aquel lugar como la habitación de Elián, pero no había nada allí que fuese igual a lo que ella recordaba, salvo quizá aquel viejo armario en el que ella tantas veces se había escondido. No había cuadros ni libros prolijamente apilados en un estante, solo era un antiguo dormitorio decorado por gente que ella no conocía.

Era extraño, pero Caslya lo veía todo como si fuese una espectadora, no tenía voz ni decisión en aquel recuerdo, simplemente podía observar con fiel atención lo que acontecía frente a sus ojos. De cualquier forma no fue capaz de detenerse en la sensación que la invadía, pues unos pasos atrajeron su atención y la llevaron a dirigirse a la habitación contigua.

—Por un instante pensé que no volvería a verte, Acatriel. —Caslya reconoció aquel ronroneo de su visión y se fijó en Vreya. Sin la sangre manchándolo todo, la hija de Alice lucia tal y como ella la recordaba, hermosa y felina—. Más de un Sol se ha ocultado desde que decidiste salir, por lo cual me pregunto, ¿qué estuviste haciendo?

—Dije que volvería y aquí estoy —respondió él e inevitablemente, al oír su voz, ella volteó para verle entrar en la casa, pero al hacerlo, no vio al joven de ropas simples y sonrisa mortal, no vio al joven que ella había considerado su hermano, sino que se encontró a un ser etéreo, con prendas elegantes y una mirada que reflejaba poder—. Lo que he hecho o he dejado de hacer es algo que no debo responder ante ti, Vreya. Ahora dime, ¿cómo ha estado?

—¿La niña? —Elián la observó con impaciencia y Vreya hizo un extraño gesto—. Ella está bien. Duerme como el pequeño ángel que es.

Un chisporroteo letal nació en las manos de Elián.

—No es un ángel.

—Pero está muy cerca de serlo, ¿no lo crees? —Vreya encaminó hacia una pequeña cuna situada junto al fuego que crepitaba en la chimenea—. Después de todo, es la hija del Cielo.

Caslya no pudo evitar seguirla para ver que envuelta en mantas dormitaba una pequeña recién nacida. Al mirarla con atención cayó en cuenta de que aquella bebé no podía ser más que ella misma y la idea de verse tan diminuta y frágil la hizo inquietarse.

—¿Hija del Cielo? —repitió con cruel desdeño Elián y ella regresó su mirada a él. No había afecto en su voz, solo un dolor que parecía arañar su garganta—. Ni siquiera debería haber nacido.

Vreya sonrió y ella sintió una opresión en el pecho al oír la forma en la que él se refería a ella. «Recuerda que te amo», le había dicho Elián antes de que cayese en la memoria, no obstante, no siempre había sido así y reconocerlo le dolió más de lo que siempre habría creído.

—Ah, es cierto —indicó—. No debería haber nacido porque la ley así lo ha anunciado, pero mira, lo imposible fue posible a costa del pecado.

¿Pecado? ¿A qué se refería al decir eso?

—Y tú eres príncipe de un reino que colapsa en ellos —continuó diciendo Vreya—. Una situación de lo más curiosa. Aunque más curioso será verte adoptar una actitud fraternal con la criatura a la que responsabilizas de la muerte de Kelila.

—Eso no sucederá porque no está en mis planes quedarme con ella —respondió frívolo.

Vreya enarcó una ceja en su dirección y Caslya se sintió una carga. ¿Tanto la despreciaba en aquel entonces?

—Y sin embargo, juraste protegerla.

—Juré protegerla, pero no criarla. —Elián posó su mirada en la cuna durante unos segundos antes de volver la mirada a Vreya—. No es mi hija.

—No, no lo es —concordó Vreya—, pero tampoco es responsable de la muerte de Kelila.

—Eso no importa. Kelila era todo lo que tenía —replicó él. La cólera y el dolor se abrieron paso en su expresión—. La vi morir y renacer incontables veces, y la esperé y la protegí en cada una de sus vidas. Y ahora ella nunca volverá.

—No puedes perder algo que nunca fue tuyo, Acatriel.

—He ahí el error, Vreya, sí puedo porque Kelila era mi corazón.

Un silencio se reinó entre los dos durante un segundo que a Caslya le pareció eterno y mientras todo acontecía, ella no podía dejar de darle vueltas a lo que había escuchado. Elián amaba a su madre de una forma que a sus oídos sonaba honesta y real. Tan real que por un momento sintió un escozor en su garganta.

—Entonces... —Vreya rompió el silencio—. Si no está en tus planes criarla, ¿qué harás?

—A un par de millas de aquí hay una joven pareja. Son honestos y trabajadores. Los he estado observando —contó él—. Acaban de perder a su primogénita, creerán que fue un regalo divino si una bebé es dejada en su puerta.

—Interesante, mas el dije que cree para mantener aislada a Kelila solo funciona mientras es portado —observó Vreya—, si un día se rompe o incluso si solamente es quitado, el Cristal del Edén la ubicará como ubica a cualquier otro guardián de almas.

—Ella no es una guardiana de almas —replicó Elián—. No es la reencarnación de ninguno de ellos.

Caslya se sintió como si acabasen de empujarla, tanto así que se vio obligada a recostarse contra la pared despintada. Una parte de ella se sintió aliviada de no ser aquello que eran los demás, de no ser una guerra destinada a la protección del mundo humano, sin embargo, detrás de eso, palpitando más fuerte estaba la desilusión. ¿Por qué se sentía desilusionada de saber tal realidad? No estaba atada a renacer una y otra vez, pero si no estaba atada a eso, ¿a qué lo estaba?

—Pero es hija de una guardiana de almas —respondió Vreya atrayendo su atención—. La sangre de Kelila corre por sus venas. Es un riesgo que no deberías minimizar.

Elián pareció meditar sus palabras.

—Encárgate de eso —dijo al fin—. Destruye el collar y utiliza la sangre que hay en él para hacer alguno de tus encantamientos. —Vreya parecía dispuesta a replicar, pero él la interrumpió—. Eres una hija de Alice y como tal puedes hacer uso de la magia más poderosa de todas, ¿no es así? Lo que te pido no te costará nada.

Vreya tardó un segundo en responder.

—Entonces está decidido, piensas abandonarla. Me pregunto si es realmente a lo que Kelila se había referido al encomendarte a su hija.

Una frialdad se acentuó en el rostro ajeno y en ese momento la bebé comenzó a llorar. Ella comenzó a llorar... Vreya fue quién la tomó en sus brazos con gentileza. Había algo maternal en la forma en la que la bruja mecía a la pequeña, anhelo o añoranza por aquello que no era propio.

Él las miró a ambas en silencio. Luego, volteó.

—La entregaré en la noche. Asegúrate de cuidar de ella hasta entonces. 

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora