Capítulo XXVI: Bello Durmiente.

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Para Gideon todo aconteció demasiado rápido; un momento se hallaba corriendo a través del bosque con un lobo inconsciente en sus brazos y al otro se encontraba cruzando la Corte Luna, el hogar de los licántropos en ElOtroLado

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Para Gideon todo aconteció demasiado rápido; un momento se hallaba corriendo a través del bosque con un lobo inconsciente en sus brazos y al otro se encontraba cruzando la Corte Luna, el hogar de los licántropos en ElOtroLado. El guardián nunca se había adentrado en las profundidades de ElOtroLado, pues aquel territorio no se hallaba bajo la jurisdicción de los guardianes de almas. Ningún habitante allí debía ser protegido por ellos, sin embargo, él estaba allí, pasando por alto cualquier orden de Haniel...

El pequeño lobo frente a él se detuvo durante un instante atrayendo su atención, y es que delante de ellos se alzaba lo que para Gideon era una ciudad en ruinas. Edificaciones se hallaban destruidas y eran consumidas por la vegetación, mientras que la luz del atardecer se fundía y reflejaba en los espejos que decoraban el camino que conducía a una especie de plaza central.

—¿Qué es este lugar? —preguntó cuando siguieron avanzando y cuando el lobo dirigió su mirada hacia él, se sintió un tonto—. Supongo que me quedaré con la curiosidad hasta que puedes comunicarte conmigo.

Y así fue, no obstante, su curiosidad se vio opacada por su admiración, ya que aquel sitio emanaba historia; era vida y muerte y eso Gideon podía sentirlo. Por un instante, se preguntó si la guerra había sido la que había causado la destrucción de la ciudad por la que transitaba, pero la pregunta se alejó de su mente cuando contempló que, a pocos metros por delante, se encontraba la boca de un lobo.

Los oscuros ojos del lobo regresaron a él a modo de advertencia. Quédate detrás de mí. Leyó en ellos. El guardián asintió sin estar realmente seguro de qué le esperaba al atravesar aquella entrada. Porque eso era la boca del lobo: una entrada tallada en piedra que acogía la forma de un lobo con sus fauces abiertas. Para ser honesto consigo mismo, no le alentaba mucho el entrar allí, pero sentir la pesada respiración del lobo entre sus brazos le recordó el motivo de su visita.

Antes de que ambos pudieran ingresar a las sombras, una voz atrajo su atención.

—Princesa, ha...—Pero al verlo a él, dejó de hablar—. ¿Quién es él?

Gideon no fue capaz de distinguir al hombre que se encontraba hablando, pero el tono de su voz se volvió amenazante. De cualquier forma, no fue capaz de adelantarse, pues el lobo —que, en realidad, era loba— cambió. No fue un cambio brusco y cargado de contracciones dolorosas, sino algo armonioso y digno de admiración.

—Él nos ayudó con los cazadores —contestó ella en una tonalidad apresurada, y Gideon no pudo evitar recorrerla con la mirada.

Era pequeña y delgada, de complexión fuerte, pero elegante; de largo cabello negro que acarició su espalda cuando, aún desnuda, se puso de pie. Ella volteó hacia él sin pudor ninguno, y al guardián le fue imposible, cuando se fijó en sus intensos ojos marrones, no cambiar de color. Con el rubor tiñendo sus mejillas, apartó la mirada.

—¿Los cazadores? ¿Acaso usted...?

—Sí. —La niña sonó avergonzada—. Pero no es momento para eso, Farro, Will necesita ayuda. Lo han herido.

Guardianes de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora